La compositora, cantante, cuentista y pintora chilena nació el 4 de octubre de 1917 y se suicidó poco antes de cumplir los 50 años. Sus canciones, aún las de alto contenido social, mantienen hoy toda su potencia y su vigencia.

Violeta Parra murió como vivió: intensa, contradictoria, inmersa en el arte. Nació un 4 de octubre del año 1917 y se pegó un tiro en la sien en febrero del 67. En solo 50 años creo una obra única, inimitable e irrepetible que incluye recopilaciones folklóricas de canciones, cuentos y costumbres, composiciones propias, cerámica, pinturas y tapices.

Llegó a exponer su obra plástica en el Louvre casi a la fuerza, porque se lo propuso. Insistió hasta poder mostrar sus cuadros y arpilleras y logró ser la primera artista latinoamericana en exponer en el famoso museo francés.

Compuso canciones de amor furiosas, dolorosas: “Maldigo el vocablo amor con toda su porquería”, junto con todo lo que fue posible enumerar. y en el mismo disco y en otra canción dio gracias a la vida como solamente ella supo darlas.

Escribió canciones al estilo de sus recopilaciones, mimetizándose de tal forma que no llegan a distinguirse unas de otras.

Además gran parte de su obra está marcada por su militancia social y política, y en estas canciones llama la atención la vigencia de absolutamente todas, a pesar de haber sido escritas hace más de 50 años. Uno puede entender que no envejezcan bellas canciones de amor o desamor, pero presupone, tal vez prejuiciosamente, que aquellas de corte social podrían haber perdido actualidad.

Su declaración de principios quedó en una canción: “Yo canto la diferencia que hay de lo cierto a lo falso/ de lo contrario no canto”.

Será que la triste historia de Latinoamérica y del mundo todo no ha cambiado tanto en más de 50 años.

Violeta escribió: “Miren como sonríen los presidentes/ cuando le hacen promesas al inocente/Miren cómo redoblan los juramentos,/pero después del voto,
doble tormento/ Miren como sonríen angelicales/ Miren como se olvidan que son mortales”, descreída de las promesas de los políticos de turno.

También gritó enojada desde Europa por el encarcelamiento de su hermano Roberto por haber participado de una huelga en la más conocida “La Carta”: “Yo que me encuentro tan lejos/ esperando una noticia/ me viene a decir la carta/ que en mi patria no hay justicia”.

Violeta y Nicanor Parra.

Se quejó ante el fusilamiento del revolucionario español Julian Grimau denunciando las mentiras ante el Papa: “Miren cómo nos hablan de libertad/ cuando de ella nos privan en realidad/ Miren cómo pregonan tranquilidad/cuando nos atormenta la autoridad. Miren cómo nos hablan del paraíso/ cuando nos llueven penas/como granizo/ Miren el entusiasmo con la sentencia/ sabiendo que mataban/a la inocencia”.

En estos tiempos en donde en nuestro país estamos hablando de desaparición forzada, de represión por el aparato del Estado, de una justicia alineada con el poder, estas palabras parecen escritas para esta contingencia.

Otros versos que se tornan actuales son los de “Arauco tiene una pena”: “Arauco tiene una pena más negra que su chamal/ Hoy no son los españoles los que los hacen llorar/ Hoy son los propios chilenos los que le quitan su pan”.

O los de “Me gustan los estudiantes” en tiempo de tomas de colegios: “ Me gustan los estudiantes porque son la levadura/ del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura/ para la boca del pobre que come con amargura”.

Muchas más son las canciones que se podrían tomar como ejemplo de  la vigencia de la obra de Violeta Parra. Nos detuvimos fundamentalmente en la obra política pero cada una de sus canciones contiene la misma frescura y actualidad.

Violeta Parra dejó un legado inmenso, incomparable que, a un siglo de su nacimiento  sigue estando al alcance de nuestras manos para revisar, escuchar, emocionarse y cantarlo.