Fue uno de los grandes saxos de la historia del jazz, un perfeccionista del sonido y un hombre comprometido con la lucha contra el racismo y el calentamiento global. Próximo a cumplir los 90 años, aunque ya no puede tocar, Sonny Rollins mantiene la lucidez que lo hizo ser uno de los mayores intérpretes de la música que los afroamericanos legaron al mundo.
Las revoluciones políticas y musicales de los últimos sesenta años se pueden medir de muchas maneras, pero pocos métodos son más eficaces que seguir el camino de Sonny Rollins, un saxofonista tenor cuya vida es un retrato y una reinvención de la libertad en Estados Unidos.
Cuando Rollins tenía veintisiete años, en 1958, lanzó Freedom Suite, una aguda protesta contra la injusticia racial como una forma de exigir por los derechos civiles. La nota escrita por el propio Rollins en aquel álbum son tan actuales y resonantes como entonces: “América está profundamente arraigada en la cultura negra. Qué irónico que el negro, que más que cualquier otro pueblo puede reclamar la cultura de Estados Unidos como suya, esté siendo perseguido y reprimido, que el negro, que ha ejemplificado la humanidad en su propia existencia, está siendo recompensado con una brutal inhumanidad”.
Rollins fue un testigo temprano del movimiento por los derechos civiles. A los ochenta y nueve años, la pandemia, las protestas sociales y el presidente Trump no lo sorprenden. Poco se ha modificado desde su infancia. “No creo que las cosas cambien en este país”, me dijo la semana pasada por teléfono desde su casa en Woodstock, Nueva York, dos días después de la muerte de George Floyd y cinco días antes de que la Guardia Nacional lanzaran gases lacrimógenos a los manifestantes en las afueras de la Casa Blanca, despejando el camino para que Trump levantara una Biblia y posara para las cámaras.
El motivo de mi llamada a Rollins no fue la muerte de Floyd. No fueron la violencia policial ni los ataques militarizados a los manifestantes. Sin embargo, esos temas son apenas separables del enfoque original de la conversación: la música y la memoria de Rollins, el deseo de saber si él está bien, si está seguro y a salvo de un virus que ya reclamó la vida de músicos como Henry Grimes, Ellis Marsalis y Lee Konitz, de saber si es consciente de que no solo es admirado y amado, sino también escuchado.
– ¿Cómo esta? ¿Cómo es su vida en este momento, en el contexto de esta pandemia?
– Intento vivir en un mundo diferente al mundo de la enfermedad. Intento vivir en un mundo espiritual. Es mi regla de oro. Lo principal es tratar a los demás como te gustaría que te trataran a ti. Claro que todos sabemos que nadie vive así. Vivimos en un mundo egoísta, donde cada quien trata conseguir lo suyo, de llegar antes que los demás.
– Hace unos seis años le diagnosticaron problemas respiratorios. ¿Cómo está ahora?
– Mi respiración parece estar bien. El principal problema es que ya no puedo tocar el saxo. Sobrevivo.
– ¿Cómo se siente no poder tocar el saxo?
– [Risas] Bueno, ahí es donde entra la vida en el mundo de los espíritus. Me costó mucho superarlo, porque me gusta tocar. Cuando tuve que parar fue bastante traumático.
– ¿Encuentra en la pandemia algún significado especial? ¿Siente que el distanciamiento social cambió en algo tu vida?
– En algunos meses cumpliré noventa años y a mi edad no es gran cosa vivir. He vivido mucho más que cualquiera de mis compatriotas. El mundo no me debe nada en lo que respecta a la duración de mi vida. Hasta experimenté el 11 de setiembre… Ese día estaba en mi departamento, a seis cuadras del World Trade Center, cuando escuché que impactaba un avión y luego otro… Al día siguiente me tuvieron que evacuar. Entonces, con todo eso, no, no creo que esta pandemia signifique nada. Cuando todo esto termine, la gente volverá a hacer los mismo que hacía antes. Les importará una mierda. Volverán a hacer lo que les resulte más conveniente. Puede que algunos intenten hacerse una idea más amplia de lo que puede significar esta pandemia. En algún momento pensé que eso iba a suceder después del 11 de septiembre y, de hecho, ocurrió durante unos tres meses. Todos eran amables entre sí. Duró tres meses, y luego volvió el “yo primero”.
– Durante su vida demostró una gran fortaleza y aportó respuestas ante las crisis y las situaciones traumáticas. ¿Qué consejos les darías a músicos jóvenes que están procesando el trauma y tratan de concentrarse en su música?
– No se trata de tu música. Se trata de lo que hace que tu música sea tu música. La música tiene que tener una razón, algo más que lo técnico. Se puede hacer música por amabilidad, por la paz o lo que sea… ¿Sabés a lo que me refiero?
– Lo está describiendo muy claramente. Ha dicho que el arte sobrevive a la tecnología y al momento político, que el arte sobrevive a la vida material de nuestros cuerpos…
– Exactamente.
– ¿Podemos hablar de presidentes…? Comenzando con Lester Young. Digo “presidente” porque todos lo llamaban Pres. ¿Cree que deberíamos postular a Young como presidente para las elecciones de noviembre? ¿No le parece que encajaría mejor que el actual ocupante de la Oficina Oval?
– [Risas] Bueno, realmente no conozco personalmente al ocupante actual, pero conocí personalmente a Lester Young y me gustaría postularlo. Su música habla por sí misma. Fue un ser humano cuya personalidad, cuya humanidad, hizo de su música lo que es. Un gran músico, pero también una gran persona.
– Uno de las primeras grabaciones de Young fue A veces soy feliz… ¿Qué te da felicidad?
– He tenido la suerte de hacer música toda mi vida. No llegué a donde quería, pero siempre traté de llegar. Tuve una carrera, la gente me conocía, me gustaba esa vida, así que no puedo estar triste.
– En casi todas las entrevistas mencionás la cuestión de la autocrítica. Me gustaría preguntarle cuál es hoy tu relación con la autocrítica, pero también con la autoaceptación, el elogio y la autocompasión. ¿Cómo se relacionan?
– Me concentro mucho más en mi lado negativo. Entiendo que la gente me aprecia, y estoy muy feliz por eso, pero podría haber hecho más. Desearía haber comenzado a tocar antes, haber hecho lo que mi madre quería que hiciera, que era tocar el piano, en lugar de jugar stickball en las calles de Nueva York.
– Si no hubieras jugado stickball no hubieras visto a William Edward Burghardt Du Bois (1) caminando por tu vecindario, ni te hubieras unido a las marchas por los derechos civiles, ni te hubiera sumado al reclamo de justicia por los Scottsboro Boys (2)…
– [Risas] Si lo ponés de esa manera es una elección bastante difícil. Mi abuela fue la activista de mi familia. Yo era un niño pequeño y ya marchaba con ella por Lenox Avenue, en Harlem. Ya entonces tenía una idea muy clara sobre los derechos civiles. Estoy muy orgulloso de haber participado, de haberme educado y de comprender lo importante que era ese movimiento.
– ¿Cómo ve los movimientos actuales por los derechos civiles, la justicia racial y el cambio social? ¿Ha observado las protestas en respuesta a la violencia policial y la muerte de Floyd?
– Sigo el tema. Escucho que la gente dice que hoy es diferente, que hay muchas más personas blancas involucradas, que no solo los negros protestan, que en las manifestaciones hay tantas personas blancas como negras. Eso es algo nuevo y muy alentador. Los negros hemos sido marginados. Es una verdad que forma parte de nuestra historia como nación. Hemos sido marginados y traídos como esclavos. Estados Unidos se construyó con todas esas manos de obra gratuita. Todo el mundo lo sabe.
– ¿Cambió algo cuando el presidente Obama te otorgó la Medalla Nacional de las Artes? ¿Cree que esos premios tienen un significado especial, que son un progreso?
– Significó algo en lo personal. Es una suerte de reivindicación por todas las veces que marché con mi abuela por la avenida Lenox pidiendo la liberación de los Scottsboro Boys. Me sentí bien con el premio, pero eso es para mí… ¿Sabes a lo que me refiero?
– Anthony Davis acaba de ganar el Premio Pulitzer 2020 por su historia operística de injusticia racial llamada The Central Park Five, un obra que tiene ecos históricos en el caso de los Scottsboro Boys.
– Exactamente.
– ¿Puede hablarme sobre algunas mujeres innovadoras que hayan modelado su estilo musical, su espíritu o su pensamiento?
– Billie Holiday. Fue una figura fundamental en mi vida. ¡Qué mujer tan valiente!
– Usted grabó una versión de God Bless the Child de Billie Holiday en 1962.
– Es una gran canción. Espero haberle hecho un poco de justicia, porque es una gran inspiración.
– Val Wilmer, Angela Davis, Sherrie Tucker, Sally Placksin, Michelle Mercer y Ingrid Monson son mujeres que han hecho contribuciones importantes para la comprensión pública del jazz. ¿Le generan algún recuerdo sus nombres?
– Estoy muy familiarizado con Angela Davis. Fue perseguida y encarcelada. Solía hacer yoga solo para mantenerse unida.
– También usted estudió yoga, algo que Alice Coltrane había hecho cuando vivía en Los Ángeles. Pasaron diez o quince años desde que Alice falleció. En ese momento hablamos por un artículo sobre ella y me dijo que veía la muerte como una transición a otro reino. ¿Aún lo ves así?
– Absolutamente. Las personas que tenemos una visión oriental de la vida no pensamos que la muerte sea el final. La gente me pregunta: “Sonny, ¿cómo es el cielo?” Yo les digo: “¡Mirá hombre, no me preguntes estupideces!”. De lo que se trata es de vivir tu vida ahora mismo y de intentar comprender que es más grande que lo que tienes delante.
– Usted tituló su álbum de 1998 Calentamiento global. Una multitud de personas que aman la música lo escucharon, pero daría la impresión que no quienes toman decisiones sobre el cambio climático. En la grabación participó el gran baterista Idris Muhammad, quien también grabó con Pharoah Sanders.
– Idris era un músico y un ser humano muy consumado. Escuché tocar a Pharoah, y lo disfruté mucho. Fue en el funeral de Ornette, en la Iglesia Riverside. Realmente me conmovió.
– El futuro del jazz es preocupante. La pandemia impide que los músicos se junten. El jazz es colaboración e improvisación en escenarios y entre bastidores. No se puede hacer jazz aislado en casa. ¿Cómo puede avanzar la música en este contexto?
– El jazz tiene que retener su integridad, su espiritualidad. Tiene que significar algo. Eso es lo primero. Hay muchos grandes músicos que piensan así. No creo que debamos lamentar que no podamos tocar en el club. Todo esto pasará y podremos volver a tocar jazz en serio. La música prevalecerá. No puedo profetizar, pero tengo una fuerte sensación intuitiva de que el jazz volverá con más fuerza que nunca y que habrá una nueva oportunidad de tratar de cambiar este mundo.
Fuente: The New Yorker
Traducción: Gabriel Bencivengo.
(1) William Edward Burghardt Du Bois (1868-1963). Sociólogo, historiador, activista por los derechos civiles, panafricanista, autor y editor. Nacido en Massachusetts. Se graduó en Harvard y fue el primer afroestadounidense en obtener un doctorado en filosofía. Se desempeñó como profesor de historia, sociología y economía en la Universidad de Atlanta. También fue uno de los cofundadores de la Asociación Universal Para el Progreso de los Negros.
(2) Los Scottsboro Boys. Fueron nueve adolescentes afroamericanos acusados injustamente de violar a dos mujeres blancas en el estado de Alabama en 1931 mientras viajaban en un tren de mercancías. Los nueve menores fueron acusados por un grupo de adolescentes blancos que viajaban en el mismo tren. Tras un proceso judicial caracterizado por las irregularidades y el racismo de los acusadores, un jurado formado por blancos los condenó a la pena de muerte. La condena no se ejecutó y los menores fueron sentenciados a prisión.