Este jueves se estrena un documental sobre la vida de Astor Piazzola, con un narrador privilegiado –su propio hijo- y material desconocido hasta ahora. Una buena ocasión para conocerlo en una faceta diferente mientras se sigue disfrutando de una obra que ya es un clásico argentino.
Astor Piazzolla forma parte de la banda sonora ineludible de la música popular argentina. Trascendió los límites del tango, cuya renovación le granjeó odios y polémicas interminables, y se erigió en un compositor ineludible de la segunda mitad del siglo XX. La bibliografía que generó con los años no la tiene otro músico argentino. Y ahora sumó un atractivo: a 26 años de su muerte, llega a las salas Piazzolla, los años del tiburón, un documental de Daniel Rosenfeld que rescata material audiovisual inédito, en el que el hilo conductor es la voz del propio autor de Adios Nonino, junto a la de Daniel Piazzolla, hijo del compositor y bandoneonista.
Daniel fue un testigo privilegiado de un tramo de la carrera de su padre: tocó con él en el Octeto Electrónico de los 70 y lo vio componer el grueso de su obra. La tradición familiar hoy sigue con Daniel hijo, el nieto de Astor, más conocido como Pipi, al frente de Escalandrum, uno de los grandes grupos de la escena argentina.
Rosenfeld fue el responsable de un documental sobre Dino Saluzzi a comienzos de siglo, Saluzzi, ensayo para bandoneón y tres hermanos; y también produjo La calle de los pianistas, centrada en los pocos metros que separan en Bruselas a Martha Argerich, Sergio Tiempo, Karin Lechner y Natasha Binder.
En Piazzolla, los años del tiburón asoman la infancia de Piazzolla en Nueva York, donde aprendió a tocar el bandoneón y conoció a Carlos Gardel; los años con Aníbal Troilo, su experiencia como alumno de Nadia Boulanger en París; la controversia que generó su estilo radical; los conjuntos (el Octeto Buenos Aires, los quintetos, el Noneto, el Octeto Electrónico, el Sexteto) e incluso el distanciamiento con su hijo por más de diez años tras la disolución del Octeto Electrónico en 1978; para llegar a la trombosis cerebral que lo dejó postrado en París en agosto de 1990 y de la que nunca se recuperó hasta su muerte en 1992.
-¿Cómo nace la película?
-Desde la muerte de mi viejo tuvimos muchas propuestas en la familia. Incluso de Hollywood: querían hacer una película con actores. Hubo algunos proyectos, como un documental de la BBC, en la que hablan varios músicos, mi hermana Diana y yo. Hasta que llegó Daniel con esta propuesta seria, con una productora francesa. Vinieron a verme hace dos años y me convencieron cuando me mostraron cómo era el proyecto en mente.
-Un elemento llamativo es la cantidad de material audiovisual que aportó la familia.
-Sí, hay muchas filmaciones caseras, sobre todo las que hizo mi hermana Diana cuando vivíamos en Nueva York en 1959. Mi viejo justo había comprado una cámara sin sonido y ese material en 8 mm. quedó guardado durante años. También hay material que consiguió la productora en Francia, de conciertos y entrevistas de mi padre allá. Pero la idea primordial de Daniel era que en la película aparecieran en primer plano las voces de mi viejo y la mía.
-Y por si fuera poco, aparece la voz de tu padre como narrador.
-Claro, son los testimonios a mi hermana, que ella me dejó. Son casetes que grabaron en México y que luego di para la película y ahora quedaron en manos de los hijos de Diana. Mi hermana se exilió allá en los 70, mi viejo la fue a visitar y ella le propuso escribir su biografía. Él no quería saber nada, decía que eso se hace cuando uno está muerto. Al final cedió y grabaron las charlas, que terminaron siendo la fuente principal para Astor, la biografía que escribió Diana.
-En el tráiler se escucha la voz de tu padre diciendo la frase que explica el título del documental: equipara la fuerza para tocar el bandoneón con el esfuerzo requerido para pescar un tiburón y que si no podía hacer una de las dos cosas ya no podría hacer la otra.
-Los Piazzolla siempre fuimos muy pescadores, yo pesqué tiburones hasta el 95, cuando se prohibió. Él lo hacía y mi hijo llegó a pescar alguno. Mi viejo siempre decía que si no podía tocar el bandoneón no podía pescar tiburones y viceversa. Pensá que en el escenario perdía un kilo o un kilo y medio sudando.
-¿Cuál es la formación y el tema que más te gustan de él?
-Me gustan todos los conjuntos, pero soy fana del Octeto Electrónico, en el que toqué con él. Aparte de Adiós Nonino, me quedo con Contrabajísimo, un tema del último quinteto. Es un temazo, y además es especial: sonó el día de su funeral. En todo el cementerio, mientras lo despedíamos, se escuchaba Contrabajísimo.
-¿Cómo imaginás su vida si hubiera vivido diez años más? ¿Habría tenido mayor reconocimiento del que ya venía teniendo después de tantas polémicas?
-Yo creo que sí. Cuando quedó postrado en agosto del 90 tenía muchos proyectos. Estaba pendiente una ópera sobre Gardel, y Rostropovich, el famoso cellista, le había encargado una obra para cello y bandoneón. Tenía mucho para hacer, yo tengo 73 años ahora, él tenía 69…
-Una de las marcas que hacen a la leyenda de Piazzolla es su encuentro con Gardel en Nueva York.
-¿Quién lo diría, no? El máximo cantante de tango que conoce a un chico que después llegó adonde llegó. Mi abuelo Nonino era peluquero, pero además tallaba, y cuando escuchó que había llegado Gardel a la ciudad, en el 34, lo mandó a mi viejo, con trece años, a regalársela. Y ahí lo conoció y tocó con él, además que hizo de canillita en la película El día que me quieras y aparece al lado de Gardel.
-¿Recordás la primera vez que te contaron en tu casa que tu papá lo había conocido a Gardel?
-De chiquito, pero en esa época ni sabía quién había sido Gardel. Por mi viejo conocí gene que nunca hubiera imaginado, como Borges. Cuando hicieron el disco de las milongas, en el 65, Borges venía a casa y yo después lo tenía que acompañar a la parada del 150. En el disco canta Edmundo Rivero, cuando lo escuchó no le gustó y dijo que lo prefería por la chica que lo cantaba al piano junto a mi viejo. Se refería a mi vieja, que era súper afinada y cantaba muy bien. Esa es otra voz que rescata la película.

Con Santiago Giacobbe
-¿Cuál es la expectativa para la película?
-Yo estoy nervioso, le tengo fe. Y eso que no la vi, se estrena el jueves y la veo recién dos días antes (nota: la entrevista se hizo el lunes 27 de agosto), supongo que se me piantará algún lagrimón por lo que pude ver en el tráiler.
¿Sentís que la película puede acercar la música de tu padre a las nuevas generaciones?
Sin duda, yo espero que muchos conozcan quién fue a partir del documental. Creo que los pibes se van a interesar. Aparte que llama la atención por las imágenes que nunca se vieron.
¿Por qué está tan vigente la obra de Piazzolla?
Yo soy el fana número uno y digo que es el más grande músico que dio la Argentina. De por sí hay interés por la cantidad de material que nunca se había visto. Ya de por sí hay muchas malas noticias en el país, y esto es algo refrescante, ¿no? Pensá lo que pasó por querer cambiar el tango, lo puteaban por la calle, tuvo penurias económicas. Compraba un pan de jabón y lo partía a la mitad, un pedazo iba a la cocina y el otro al baño. No aceptaba guita por hacer tangos bailables, siguió por su camino.
-Hoy el apellido Piazzolla sigue muy presente por tu hijo, y nieto de Astor, Pipi, que toca la batería con su conjunto Escalandrum.
-Y que tiene que ver con los tiburones. Escalandrún, con n final y acento en la u, es un tipo de tiburón en la cosa argentina, el otro es el bacota. El grupo se formó un fin de año que estaban todos juntos en casa, en el 99. Pipi le cambió la n final por una m, para que sea “drum”, tambor en inglés. Pipi se tomó la música en serio, como mi viejo. Yo primero fui mecánico dental, hice otras cosas, aunque llegué a tocar con él y a componer.
-Ante tanto fanatismo por los tiburones urge saber si en la familia Piazzolla leyeron El viejo y el mar de Hemingway.
Yo lo leí. Me identifiqué porque a Hemingway también le gustaba cazar, igual que a mí. Y era barbudo y canoso, como yo.
-Entonces ni pregunto si vieron Tiburón.
-¡Como cuarenta veces!
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