Así funciona la industria musical actual cuando intenta componer una canción que haga mucho dinero. Un viaje por la cocina de los grandes éxitos que se te imponen.
El hit de 1980 “Cómo yo te amo” de Raphael fue escrito por el célebre Manuel Alejandro, un autor español que se dedicaba, él solo, a hacer la letra y música de muchas canciones de habla hispana que se volvieron masivas. Ya entrados en el siglo XXI, el hit “Mi gente” de J Balvin tiene siete compositores. ¿Qué ocurrió en estos 40 años en el proceso de hacer canciones radiables?
Hay gente que compone canciones y las canta y hay gente que las compone para que otros las canten. Del primer grupo se sabe mucho: Lennon-McCartney, Carol King, Chabuca Granda, Silvio Rodríguez. Del segundo, no tanto. El lado más amable del compositor-no-cantante está en las bandas, como Malcom Young, guitarrista rítmico de AC/DC (no el famoso vestido de colegial, su hermano), autor de todos los hits de la banda. No es una mala posición: disfrutas reconocimiento y control creativo y si bien no eres cantante, eres artista, o mejor dicho en el término anglosajón, performing artist.
El lado menos amable del compositor es cuando este no es performing artist, cuando escribe sabiendo que otro va a cantar su obra, que otro la pondrá en las coordenadas tiempo/espacio. ¿Cómo trabajaban estos autores?
Hasta hace poco un sólo compositor, (o una pareja) se encargaba de componer canciones para que un grupo de cantantes las grabaran, ya fuera por encargo, o bien, sin alguien en específico en mente para luego ser ofrecidas. Esta dinámica permitía espacio para muchos compositores de distintos perfiles: algunos hacían canciones movidas y otras baladas, algunos canciones masivas y otros canciones más particulares, que si no sonaban en radio tenían un lugar importante y necesario en el disco del artista como todo.
Con la caída del LP como formato, la escritura de canciones para artistas mainstream se tornó monocromática. Sólo se escriben sencillos que sean radiables. Y si antes podías mostrar la canción con una grabación casera de piano y voz, ahora debes presentarle al artista un track prácticamente terminado.
La construcción de un hit latino normalmente ocurre del siguiente modo: primero la editora o el manager del artista en cuestión corre la voz que se están buscando canciones para un proyecto y se dan lineamientos muy breves como, “Bailable y actual, como X canción de X artista”. A partir de eso un grupo de compositores se reúnen en un estudio casero alrededor de las 11:00 am a escribir. Usualmente hay una pareja o un trío de autores que ya se conocen e invitan a otros dos o tres a participar: en total de cuatro a seis. Se comienza con una idea abstracta, casi siempre romántica. En unas cinco horas la canción debe estar lista y se empieza a grabar de manera “casera”.
Esa grabación se envía a una editora, si un par de empleados ahí la consideran adecuada, la enviarán al equipo del artista quién luego considerará grabarla. Normalmente el artista y su productor hacen pequeñas modificaciones a la canción que los harán merecedores de créditos de compositores, y si además usan un sample de otra canción, los autores de ésta también tendrán créditos. Por lo cual en un track actual pueden figurar hasta ocho o nueve autores.
Para completar el panorama ya complejo, recientemente algunas editoras sugieren que los músicos incluyan en sus equipos de trabajo a Youtubers y otras personalidades de internet con un doble propósito: tener un termómetro de las tendencias en el momento propio de creación y garantizar una posterior difusión.
Un amigo que trabaja en Miami me comentó que de cada 100 canciones que hace sólo tres o cuatro terminan siendo grabadas, y que de esas sólo un 50% llegan a ser un sencillo radial, y sólo un 15% de las que quedan terminan siendo un hit que le da algo de dinero. Estamos hablando de que menos del 0.5% de su trabajo da algún fruto económico. Quizás por esa baja probabilidad de éxito es que el trabajo grupal es ahora más común: es más fácil hacer 5 canciones a la semana acompañado que solo. Y si la canción logra ser un éxito masivo, seguro habrá dinero para todos.
La reflexión aquí es, ¿dónde queda el autor y su libertad?, ¿existe la posibilidad de tomar decisiones arriesgadas cuando se tiene que llegar a un acuerdo entre tantas personas? Es muy probable que nunca hubiese probado platillos muy raros de haber tenido que convencer a cinco personas de comerlos. Por eso en las fiestas siempre hay pizza y nunca hay ancas de rana. ¿Dónde quedó el tiempo de reflexión sobre la obra?
Se sabe que Leonard Cohen tardó años en terminar su canción “Hallelujah”. ¿Cuánta reflexión sobre la obra puede tener alguien que hace cinco canciones a la semana?, ¿Dónde queda la emoción en una tarea que es prácticamente industrial?
En “Cómo yo te amo” vemos un clásico rasgo en la obra de Manuel Alejandro: el repetir una misma frase para generar dramatismo. No sé si sea posible lograr que el rasgo particular de un individuo sobreviva cuando se compone con tanta gente. No me malentiendan, celebro los trabajos colaborativos y muchos tienen grandes resultados.
En “Mi gente”, de J Balvin, el sample que suena durante los dos minutos de la canción es un fragmento del track de la banda sonora de una película de Bangladesh del 2016 escrita por Akassh, sampleada primero por el francés Willy William y finalmente por Balvin. Podríamos leerla como una pequeña historia de globalización y reciclaje de información; pero me pregunto si quedará aún, en la música masiva, algún espacio para la mágica voluntad de un sujeto sensible.
Fuente: Gatopardo
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