El filósofo y chamán brasileño Ailton Krenak propone una mirada y un estar ligero en el mundo inspirado en los antiguos modos de vida de la América profunda. Lo que está en juego es atreverse a decir definitivamente que el modelo capitalista de utilidad económica presunta nos lleva a la destrucción.
No es frecuente encontrar en las librerías (y mucho menos de la mano de un sello prestigioso, como Eterna Cadencia), libros escritos en la tradición de lo que ha dado en llamarse “el chamanismo americano”. La palabra “chamán”, cuyo origen es asiático y no latinoamericano, ha sido más bien desprestigiada por el uso y abuso que de ella hizo la ola new age a partir de los años 70, lo que terminó obturando la posibilidad de que lectores más sofisticados pudieran acceder a la profundidad del pensamiento de los pueblos originarios del continente. La reciente publicación de La vida no es útil, del brasileño Ailton Krenak viene a cubrir ese vacío que, en especial en Argentina, ha sido más que notorio.
Krenak se presenta a sí mismo como filósofo, chamán indígena y pensador latinoamericano, una conjunción portentosa en un territorio donde la colonización de nuestros marcos conceptuales de comprensión de la realidad nos ha impedido muchas veces oír la antigua voz del continente, que tiene mucho para decir en el actual contexto de cambio climático y devastación del medio ambiente.
De hecho, el libro se presenta dentro de la Serie Pluriversos, que Eterna Cadencia a inaugurado de la mano de Natalia Brizuela (quien está a cargo también del prólogo del libro) y que se propone “despertar del coma colonial, activar los sentidos, movilizar el pensamiento para desencajarlo de la tiranía de la razón y la violencia de la modernidad”. Para ser una declaración de principios de una colección editorial, nadie puede poner en duda el tamaño de su ambición y la refrescante innovación que pone en escena. Según la propia Brizuela, la serie se propone “recuperar las prácticas anticoloniales que a pesar de todo siguen existiendo, más o menos fugitivas, más o menos incompletas”.
Pero antes de introducirnos en un texto, que ha sido construido en base a conferencias y entrevistas que el propio Krenak ha dado en Brasil durante los últimos años, nos parece interesante rastrear en la tradición argentina esta expresión del pensamiento latinoamericano que, por desgracia, no ha tenido mucha resonancia ni en los ámbitos académicos ni editoriales nacionales.
Pensar desde la América profunda
Pocos intelectuales argentinos se han atrevido a introducirse en la cosmovisión de los pueblos originarios desde territorios como la filosofía o la medicina, sin caer en los clichés que trajo consigo la new age. Y uno de ellos, el pionero, es sin duda Rodolfo Kusch.
Egresado de la carrera de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, Kusch –que había nacido el 22 de junio de 1922– fue desde el comienzo un pensador atípico e incomprendido entre sus pares. La publicación en 1962 de América Profunda lo colocó en la senda de buscar “una dialéctica americana” tratando de encontrarle un sentido a esa América esquiva tapada por años de sometimiento colonial y desprecio racista por parte de los descendientes de la inmigración europea que crearon hegemonía del pensamiento importando las categorías europeas de pensamiento, desde el conservadurismo hasta la izquierda dizque marxista.
Identificado con el peronismo, al que consideraba una expresión mestiza que recogía las mejores tradiciones comunitarias del continente e innovaba en las prácticas políticas anticoloniales, Kusch basa su trabajo filosófico en un intensivo trabajo de campo, sumergiéndose durante meses en el mundo de los chamanes de la región (sobre todo en la zona andina y entre los restos culturales de la antigua civilización incaica).
Sus obras más destacadas, El pensamiento indígena y popular en América (1970), Una lógica de la negación para comprender América (1973) y La negación en el pensamiento popular (1975), lo transforman en alguien que encarna lo que Atahualpa Yupanqui consideraba la clave para comprender nuestras derivas: “Si tú no crees en tu pueblo, si no amas, ni esperas, ni sufres, ni gozas con tu pueblo, no alcanzarás a traducirlo nunca”. Luego de muchos años injustamente ausente de nuestras librerías, la Editorial Fundación Ross reeditó sus Obras Completas en 2009, permitiendo a los lectores argentinos volver a contar con sus textos.
Otro de los autores destacados dentro de esta tradición es el médico psiquiatra Arturo Philip (La Plata, 1948-Ploërmel, Francia 2015). Egresado de la Universidad de La Plata, Philip – cuya obra fue aún menos reconocida que la de Kusch– llevó a cabo una revolucionaria experiencia en el campo de la psiquiatría al incorporar, por primera vez, en un hospital público a la machi mapuche Dominga Ñancufil como asistente terapéutica en el Neuropsiquiátrico de Carmen de Patagones a comienzos de la década del 80. De esa experiencia, abortada por una persecución despiadada de sectores de la iglesia y de la política conservadora local en 1987, surge su libro La Curación Chamánica (Planeta, 1994), reeditado con una notable ampliación de contenidos en 2008 bajo el título de El Hospital Bizarro, publicado por el editorial De los Cuatro Vientos.
Novelista, autor de obras de teatro, guionista y director de documentales, la obra de Arturo Philip tuvo más resonancia en Europa que en Argentina. Residente de forma intermitente en España desde 1992, e instalado luego en Francia a partir de 2001, su principal legado fue haber abordado la candente problemática de la locura desde la perspectiva del pensamiento mapuche. En sus obras de ficción y en sus películas, el médico platense insiste en la importancia de la “identidad” como elemento indispensable si se pretende alcanzar el bienestar tanto individual como colectivo. Y retoma la disruptiva propuesta filosófica de Kusch cuando afirma que mientras el pensamiento occidental se pregunta “¿Quién soy?”, la filosofía latinoamericana originaria pone el centro en “el estar”. Cambiar la pregunta central cambia todo el paradigma. Su extensa producción intelectual bien merece ser rescatada por colecciones como la que ha inaugurado ahora Eterna Cadencia.
La vida no es útil
En su libro, Ailton Krenak se inscribe claramente en estas tradiciones. El chamán y filósofo brasileño habla de la Tierra como la casa en común de la humanidad, pero no una casa material, ajena a nuestros cuerpos, sino como un organismo vivo que forma “parte” de nosotros mismos en un sentido trascendental mucho más profundo. Dañar la Tierra, desde esta perspectiva, no es un acto dirigido contra algo externo a nosotros mismos, sino que implica autoinfligirnos un daño que sólo puede terminar de una manera: con nuestra propia extinción como seres humanos.
El título provocador del libro va en el mismo sentido. Cuestionar la “utilidad” de la vida no es una mera pose intelectual, sino un ataque directo al capitalismo nuestro de cada día, que nos obliga a darle “utilidad” económica a todos los aspectos de nuestra vida. El tiempo, sostiene Krenak, es otro elemento que nos ha sido sustraído por el capitalismo. Mientras que los antiguos pueblos originarios destinaban sólo un par de horas al día para conseguir lo básico para la subsistencia, a la vez que podían dedicar el resto del día a danzar y reír junto a sus comunidades, hoy la relación se ha invertido de un modo dramático y todo “nuestro tiempo” se consume en virtud de una “utilidad” que va a parar a manos de unos pocos.
Otra cuestión central que aborda el libro es la cuestión de la “huella” que dejamos los seres humanos sobre el planeta mientras estamos vivos. Al mismo tiempo que reivindica el concepto de “ligereza” que proviene de sus antepasados (caminar livianos, dejar la menor huella posible), denuncia a un sistema que hace exactamente lo contrario. Cada nueva innovación tecnológica, sostiene, incluso cuando se vende como “ecológica” y amigable con el medioambiente, incrementa aún más nuestra huella sobre el planeta.
El debate en el que este libro se inserta es una brasa ardiente en manos de una dirigencia política a nivel mundial que no está dispuesta a decirle a sus gobernados que el único modo de salvar el planeta es comenzar a desprenderse de sus comodidades y altos niveles de consumo superfluo. En otras palabras: todo el mundo sabe que el barco se está hundiendo y cuál sería la mejor solución, pero nadie se anima a decirlo en voz alta. Y mucho menos aún en un contexto de gran desigualdad, donde hay un puñado de personas que consumen como si fueran los reyes de Francia antes de la Revolución y una masa cada vez mayor de pobres que apenas pueden subsistir.
El mensaje de Krenak va aún más allá de estos dilemas e invita a reflexionar sobre una cuestión sobre la que cada vez resulta más difícil hacerse los distraídos. Ante el desconcierto y la impotencia del mundo moderno en lo que respecta al cambio climático, este libro viene a traer un mensaje esperanzador: hay en la tierra, todavía, culturas que tienen mucho para decir. Sólo hace falta que estemos dispuestos a oírlas. Y a obrar luego en consecuencia.
Imagen de apertura: el río Uruguay cerca de los saltos de Moconá, frontera con Brasil. Foto de Eduardo Blaustein.