El autor de Música para cañerías siempre fue un tipo difícil de encontrar, incluso en el sentido literal. En 1963, un reportero del Chicago Literary Times logró ubicarlo y se dio una entrevista en la que las respuestas de Bukowski se parecen y mucho a los personajes de sus libros. Y hasta hubo tiempo para hablar de Mickey Mouse.
Para el entrevistador, Charles Bukowski es lo que el yeti para el explorador del Himalaya. Es difícil de encontrar y cuando lo has encontrado, la vida se vuelve excesivamente peligrosa. Algunos han dicho que no hay un Charles Bukowski. Durante muchos años un persistente rumor afirmaba que esos borrascosos poemas firmados con su nombre estaban en realidad escritos por alguna desagradable anciana con axilas peludas. Pero sí, hay un Charles Bukowski, viviendo de manera solitaria en un apartamento de un cuarto, cama plegable (sí, agua fría), en el corazón de Hollywood, oculto de un lado por la Oficina de Asistencia Pública, la Oficina de Seguridad de la Tercera Edad, y del otro lado por el Hospital Kaiser Foundation. El pobre Charles Bukowski, con su aspecto de un yonqui jubilado, parece pertenecer a este lugar.
Cuando atendió a la puerta sus ojos tristes, su fatigada voz y su salto de cama de seda me dijeron que aquí estaba, en muchos sentidos, un hombre cansado. Nos sentamos y hablamos, tomamos cerveza y scotch, y, finalmente Charles, como una virgen entregándose, sucumbió a su primera entrevista. Desde la ventana, si asomás la cabeza lo suficientemente lejos, podés ver las luces de la casa de Aldous Huxley en lo alto de la colina, donde viven los exitosos.
-¿Le molesta que Huxley esté en un lugar desde el que puede escupirlo?
– Ah, esa es una buena pregunta. (se metió en el hueco detrás de la cama plegable y salió con un par de fotos de él)
– ¿Quién las tomó?
-Mi novia. Murió el año pasado. ¿Cuál era la pregunta?
– ¿Le molesta que Huxley esté en un lugar desde el que puede escupirlo?
– No he ni siquiera pensado en Huxley, pero ahora que lo menciona, no me molesta.
– ¿Cuándo empezó a escribir?
– Cuando tenía 35. Considerando que el poeta promedio empieza a los 16, tengo 23.
–Varios críticos han observado que su trabajo es francamente autobiográfico. ¿Le importaría hablar sobre eso?
-Casi todo. Noventa por ciento de cien, si he escrito cien. Lo otro es inventado. Nunca estuve en el Congo belga.
–Me gustaría hacer referencia a un poema en particular en su libro más reciente, Run with the Hunted (Corre con los cazados). ¿Por casualidad tendría el nombre y la dirección de la chica que menciona en “A Minor Impulse to Complain” (“Un impulso menor para quejarse”)?
– No. No hay una chica en particular. Esta es una amalgama de chica, hermosa, con piernas con medias de nylon, no-lo-bastante-puta, criatura de una noche medio borracho. Pero ella existe realmente, aunque no con un solo nombre.
– ¿No es eso gramaticalmente incorrecto? Parece haber una tendencia a clasificarlo como el personaje ilustre de los poetas solitarios.
– No puedo pensar en ningún poeta solitario más allá de uno muerto, (Robinson) Jeffers. El resto de ellos quieren babearse unos a otros y abrazarse unos a otros. A mí me parece que soy el último de los poetas solitarios.
– ¿Por qué no le gusta la gente?
– ¿A quién le gusta la gente? Muéstreme al que le gusta y le mostraré por qué no me gusta la gente. Punto aparte. Mientras tanto, voy a tener que tomar otra cerveza (se fue malhumorado a la pequeña cocina y le grité mi siguiente pregunta).
– Esta es una pregunta trillada. ¿Quién es el poeta vivo más grande?
– No es trillada. Es dura. Bueno, tenemos a Ezra… Pound, y tenemos a T.S. (Eliot), pero ambos han dejado de escribir. De los poetas que producen, diría… Oh, Larry Eigner.
-¿En serio?
– Sí. Sé que nunca nadie ha dicho esto. Es todo lo que se me ocurre.
– ¿Qué piensa de los poetas homosexuales?
-Los homosexuales son delicados y la mala poesía es delicada, y Ginsberg ha dado vuelta las cosas al hacer de la poesía homosexual una poesía fuerte, casi poesía varonil. Pero a largo plazo, el homosexual seguirá siendo el homosexual y no el poeta.
– Para ir a cuestiones más serias, ¿qué influencia piensa que ha tenido Mickey Mouse en la imaginación estadounidense?
– Dura. Dura, de verdad. Diría que Mickey Mouse ha tenido más influencia en el público estadounidense que Shakespeare, Milton, Dante, Rabelais, Shostakovich, Lenin, y/o Van Gogh. Lo que dice “¿Qué?” sobre el público estadounidense. Disneyland sigue siendo la atracción central del sur de California, pero la tumba sigue siendo nuestra realidad.
– ¿Qué le parece escribir en Los Ángeles?
-No importa dónde escribas en tanto tengas las paredes, máquina de escribir, papel, cerveza. Podés escribir desde la boca de un volcán. Dígame, ¿piensa que podría conseguir 20 poetas que contribuyan con un dólar por semana para mantenerme fuera de la cárcel?
-¿Cuántas veces ha sido arrestado?
– ¿Cómo saberlo? No muchas. 14,15 quizás. Pensé que era más duro que eso pero cada vez que me arrestan me arrancan la tripas, no sé por qué.
– Bukowski, ¿qué ve para el futuro ahora que todo el mundo quiere publicar a Bukowski?
– Solía estar tirado borracho en callejones y probablemente lo vuelva a estar. Bukowski, ¿quién es? Leo sobre Bukowski y no parece tener nada de que ver conmigo. ¿Entiende?
-¿Qué influencia ha tenido el alcohol en su obra?
– Mmm, no creo que haya escrito un poema estando completamente sobrio. Pero he escrito unos pocos buenos o unos pocos malos bajo el martillo de una resaca negra, cuando no sabía qué sería mejor, si otro trago o un cuchillo.
– Parece sentirse un poco mal hoy.
– Me siento un poco mal, sí. Es domingo a la noche. Fue un duro programa de ocho carreras. Estaba 103 arriba al final de la séptima. Derrotado por medio cuerpo por un caballo que pagaba 60-1 y que debería haber sido enlatado como comida para gatos hace años, el perro. Bueno, un día de pocas ganancias o profeta (“profit or prophet”, en el original en un juego de palabras en inglés) llevan a una noche de borrachera. Despertado por este entrevistador. Y realmente voy a tener que emborracharme cuando se vaya, y hablo en serio.
– Señor Bukowski, ¿cree que todos vamos a volar por los aires pronto?
– Sí, creo que lo haremos. Es una simple cuestión de matemáticas. Usted tiene el potencial, y luego tiene la mente humana. En algún momento en el futuro va a haber un estúpido o un chiflado en el poder que simplemente nos va a volar a todos hasta el infierno. Eso es todo, calculo.
– ¿Y cuál piensa que es el papel del poeta en este desastre mundial?
-No me gusta la forma en que está expresada la pregunta. El papel del poeta es casi ninguno… deprimente ninguno. Y cuando se sale de sus zapatos y trata de ser duro como lo fue nuestro querido Ezra, su pequeño culo rosado termina cacheteado. El poeta, por regla, es un hombre a medias, un maricón, no una persona de verdad, y no está en condiciones para dirigir a hombres de verdad en cuestiones de sangre, o coraje. Sé que estas cosas son contrarias para usted, pero tengo que decirle lo que pienso. Si hace preguntas tiene que tener las respuestas.
-¿Tiene?
-Bueno, no sé…
– Me refiero en un sentido más universal. ¿Tiene que tener las respuestas?
– No, por supuesto que no. En sentido más universal, solo tenemos una cosa. Sabe… una lápida si tiene suerte. Si no, hierba verde.
-¿Entonces abandonamos el barco o la esperanza completamente?
-¿Por qué esos clichés, tópicos? Está bien, bueno, diría no. No abandonamos el barco. Digo, tan trillado como pueda sonar, que a través de la fuerza y espíritu y fuego y osadía y riesgo de unos pocos hombres de unas pocas maneras podemos salvar la carcasa de la humanidad de ahogarse. Ninguna luz se apaga hasta que se apaga. Peleemos como hombres, no como ratas. Punto aparte. Nada más que agregar.
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