A fines de febrero se estrenaron Reina de Corazones y Mocha en el cine Gaumont, dos documentales que abordan la problemática trans en la Argentina.

El 21 de febrero se estrenó en el Cine Gaumont Reina de Corazones, un documental que cuenta la historia de diez chicas trans que trabajan en una cooperativa de teatro. Este largometraje coincidió desde el jueves pasado en la cartelera porteña con Mocha, otro documental de temática similar que narra el nacimiento y desarrollo del primer bachillerato oficial para personas trans del mundo. Causas y azares determinan que ambas películas se presentaran en momentos en que la organización del Paro de Mujeres del próximo 8M atraviesa una discusión muy fuerte respecto del planteo hecho por el sector RadFem (abreviación de Feminismo Radical en inglés) que propuso excluir al movimiento trans del paro. Ninguna feminista está esperando la opinión de un varón cisgénero como el que estas líneas suscriben respecto de ese debate. Pero si cada documental es un acto político y un llamado de atención sobre un aspecto de la sociedad, el estreno simultáneo de dos documentales sobre esta misma temática es una inmejorable ocasión para intentar una mirada polifónica sobre ella.

De qué van

Mocha Celis fue una travesti tucumana asesinada en los ’90 por la policía. La película Mocha cuenta la historia del bachillerato que lleva su nombre, la primera y hasta ahora única escuela del mundo orientada a personas trans, travestis y transexuales. El film genera, en estos tiempos, una sensación extraña y disonante: es un proyecto que forma parte de ese optimismo institucionalista que surgió tras la ley de Género sancionada en 2012 pero que fue tan duramente cuestionado por la regresión neoliberal que se abrió en el país en diciembre de 2015. Cuando la política educativa oficial cierra escuelas nocturnas, reduce la matrícula de los jardines de infantes y pulveriza los institutos de formación docente, la experiencia del Mocha Celis aparece como un milagro de supervivencia. Pero también como un triunfo de la voluntad militante, porque una de las virtudes del filme -que fue escrito y protagonizado por les estudiantes de la institución- es estar narrado desde adentro. Mocha es una historia sobre inclusión y aprendizaje dentro y fuera del aula. “Yo me llamo Alma Catira Sánchez, soy Licenciada en Ciencia Politica y acá, en el Mocha Celis, soy docente de Política, Ciudadanía y DDHH. Este es mi primer trabajo formal con mi identidad, porque, si bien tuve la oportunidad de tener trabajos en la Ciudad de Córdoba, siempre  fueron con una identidad que no era la que yo realmente sentía”. Docentes y alumnes aparecen en la pantalla construyendo un discurso coral que derriba prejuicios. Por momentos aparecen escenas en las que se ficcionalizan las múltiples agresiones institucionales de que son partes los miembros de esta comunidad. “Que te tomen para risa o directamente se nieguen a atenderte” en cualquier institución de salud pública o en el banco, es una de las más habituales.

Por su parte, Reina de Corazones cuenta la historia de diez chicas trans que participan de una cooperativa en la que estudian teatro y producen sus espectáculos. La estructura de la película reposa sobre las diez historias de vida, cuya enorme diversidad es un muestrario contra cualquier simplificación: padres que acompañan y que se borran, chicas que vivieron siempre en la ciudad de Buenos Aires y chicas que llegaron escapando de las habladurías de sus pueblos natales, profesionales, estudiantes y proletarias. Es decir, un pequeño muestrario de los personajes que componen la sociedad pero en versión trans. El espectador conoce sus casas, sus temores, sus relaciones familiares, su humor. Hay un gran acierto en Reina, y tiene que ver con la intimidad. Cuando uno termina la película siente que conoce a esas chicas.

Daniela es la directora de la obra y del grupo, tiene una florería y un marido. Nicole es la que tiene muchos oficios y putea porque para que le den laburo la obligan a definirse: o varón o mujer. Camila es la jujeña, Estefi la fotógrafa que casi llega a presidir un Centro de Estudiantes de la UBA, Mar es la salteña, Alessandra es la que vive en el Docke; Emma. la rubia que no usaba la ropa de su madre porque “es horrenda”, Guada, la morocha enamorada de Palermo, Gissel la asunceña que labura en Puerto Madero, dueña de un adorable humor ácido y Luli la que tiene un novio que le bancó la operación y un chihuahua de pelo largo.

Algo cambia cuando uno las conoce. Es algo que nadie debería perderse. Saber de qué se trata. Sacudirse los prejuicios como actitud ideológica o política. O estética. O sexual.

Alcoyanas

Las coincidencias entre los dos filmes no se limitan a una temática similar, ni siquiera a la óptica. Las dos están orientadas a un público no propio: no se habla allí el lenguaje de la tribu, no hay humor despiadado sobre los que no pertenecemos a la comunidad ni gestos de ghetto. Hay un honesto ejercicio que explica que ser trans es mucho más habitual de lo que parece y que si no hay muchas más personas trans es probable que sea porque la represión sigue siendo muy alta. Eso si, las dos películas demandan, por parte del espectador, una actitud reflexiva, autoinquisitiva, permeable.

En los dos se denuncia, también, que la imagen que se tiene la comunidad trans está vinculada al conflicto. Una imagen que pendula entre dos estereotipos: uno sufriente y otro festivo y gritón. Estas chicas ¿no hacen otra cosa que sufrir por la discriminación y preocuparse por la ropa y la apariencia? ¿No cocinan, no reflexionan sobre su experiencia vital, no van al médico, a buscar trabajo? Todo eso está en cualquiera de las dos películas. Otra manera de acercarse a esa realidad. A la realidad.

Las protagonistas están haciendo algo, en los dos filmes: una obra de teatro en Reina y cursando el secundario en Mocha. No son documentales sobre los abusos y discriminaciones que sufren sino sobre los proyectos que encaran. En ese acierto, el espectador va incorporando la vida y los deseos de esas mujeres trans y establece con ellas un código de afecto.

Y hay más alcoyanas para este boletín: Las dos pelis vienen con una ristra de premios. Reina de Corazones ganó como Mejor Película Documental en la 16° Muestra Internacional de Cine Lgbt Cinhomo que se realizó en Valladolid, España; el del público al Mejor documental en ANDELASGAI 2016 de Sevilla, España; el Mejor Película Argentina en el Festival IOFF International Open Film Festival realizado en Estados Unidos; dntre muchos otros. Por su lado, Mocha ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival Asterisco 2018, y el mismo premio en el Rio Festival de Gênero & Sexualidade no Cinema de Río de Janeiro y fue seleccionada para competir en el 34° Festival Internacional de Cine de Guadalajara.

Y hay, también, en las dos películas, la declarada voluntad de generar espacios para que las personas trans puedan trabajar de otras cosas que no sean la prostitución. Pero eso es parte de la conclusión. Porque, volviendo al principio, el contexto en que se proyectan estas dos películas es el de una sociedad que sigue siendo sumamente hostil con quienes viven su sexualidad por fuera de la heteronorma. La Ley de Género ya hizo una parte con la insitucionalización, pero la sociedad sigue llena de prejuicios, que es lo mismo que decir desconocimientos amparados en la soberbia. Las personas trans polemizan con el binarismo del cual es parte cierto feminismo. Nadie, al menos nadie desde el campo popular, cuestiona la presión que ejerció históricamente el patriarcado sobre las mujeres, ni la enorme ventana que abrió el movimiento feminista que permitió entrar al viento renovador en los partidos y movimientos políticos. Estos documentales ponen la lupa sobre otro de los aspectos de la opresión: la hegemonía autoritaria de la obligación de ser hombre o mujer.

El INDEC calculó en 2015 que la esperanza de vida para las mujeres argentinas era de 80 años y para los varones de 74. Los datos recabados en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires indican que las mujeres trans y travestis fallecen, en promedio, a los 32 años producto de la violencia y exclusión social, política, económica estructural y sistemática.

Ése es el contexto de estos dos documentales.

Porque, finalmente, en una realidad en la que el desempleo vuelve a crecer por efecto del neoliberalismo ramplón, las personas trans vuelven a ver cómo se reducen sus posibilidades.

Y como la interpelación al macho debe seguir, las palabras de Gissel, que sigue ejerciendo el trabajo sexual, permiten entrever que hay muchos obstáculos para que la realidad trans sea debatida a la luz del día.

-Llegan muy hombres -dice Gissel-. Muy, muy hombres, todos vestidos con sus trajes, muy elegantes, los señores.  Y una vez que están en la habitación te abonan el dinero, por supuesto, vos pasás al baño a higienizarte. Y cuando volvés, ya ves otra cosa: algunos van con tanga, portaliga, tacos, alguna que otra peluquita. Es el típico que entró hombre, macho, macho y cuando vos entrás están en cuatro: “Ay, quien es tu nena? Vos sos mi macho. Yo soy tu nena, tu nena”. Y vos te quedás pensando: ¿estos son los hombres?

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