El 19 de noviembre comenzaron las obras que sacarán a la luz las siniestras instalaciones del Centro Clandestino de Detención y Tortura conocido como “Club Atlético”, demolido cuando se construyó la autopista 25 de Mayo. La Memoria de un sobreviviente.
Cuando, en 1978, comenzó la construcción del terraplén sobre el que se “apoya” la bajada de la autopista 25 de Mayo a la altura de Paseo Colón. Miguel D’Agostino descubrió que el sótano del edificio que estaban sepultando era el lugar en el que, meses atrás, había sido torturado. Y el 19 de noviembre pasado, cuando comenzaron a trabajar las máquinas para remover esa enorme montaña de tierra también estuvo ahí. Y Socompa lo acompañaba. “Es un momento muy importante, pero uno más, en un proceso largo de denuncia y reconstrucción de la memoria colectiva”, dijo Miguel. La autopista se va a apoyar sobre pilotes, lo que permitirá, finalmente, excavar y reconstruir parte del horror vivido en el lugar.
El Centro Clandestino de Detención Club Atlético. funcionó entre febrero y diciembre de 1977 en el sótano de un edificio de tres pisos que la Policía Federal utilizaba como depósito del Servicio de Aprovisionamiento y Talleres en Paseo Colón entre San Juan y Cochabamba. Al igual que a centenares de viviendas, la construcción de la autopista obligó a demolerlo.
En octubre de 1977, una camioneta de transporte de sustancias alimenticias dejó a D’Agostino (y a otra persona que nunca más pudo identificar) cerca del Hospital Borda, en el barrio de Barracas. “Pensaba que me iban a fusilar ahí nomás”, recuerda. Con marcas de quemaduras de cigarrillo en la cara, con la musculatura debilitada al extremo por la picana y el ayuno forzoso y vestido con el pijama y los calzones de algún otro detenido que vaya a saber la suerte que corrió, D’Agostino se acercó a la primera persona que pasaba para preguntar dónde estaban. “Ustedes se escaparon, tienen que volver”, les dijo la señora, pensando que habían huido del hospital neuropsiquiátrico. Muchos años después, y frente a la remoción de la tierra que durante años ocultó la infamia, Miguel se ríe del torbellino de sensaciones que le produjo el comentario de la mujer. Tras entender que las luces que veía a lo lejos eran de la estación Constitución, se juramentó que iba a buscar el lugar en el que había vivido el infierno. Por eso es tan relevante la obra.
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Casi veinte años después de la recuperación de la democracia, en el convulsionado 2002, comenzaron las obras de excavación en el sitio, que permitieron encontrar evidencias materiales del centro clandestino de tortura y detención. La obra fue impulsada por el Gobierno de la Ciudad, presidido entonces por Aníbal Ibarra. Se halló, en lo que fue el sótano del edificio, una habitación con un acceso, un ascensor, un par de Celdas de Aislamiento y parte de un sector identificado por los sobrevivientes como la Sala de Guardia. Entre las inscripciones que se encontraron en el tabique se lee la frase “AYUDAME SEÑOR”. Y entre los objetos hallados, cobró una inusitada carga terapéutica una pelotita de ping pong.
Lo que sigue es la transcripción del testimonio brindado por el sobreviviente Carlos Leibovich en el juicio por el circuito A.B.O, (Atlético, Banco, Olimpo) el 28 de marzo del 2017 ante el Tribunal Oral Federal 2.
Testigo: Todo el tiempo que estuve ahí se escuchaba el peloteo de una pelotita de ping pong, como si alguien estuviera jugando, o quizás era una grabación. No lo pude saber hasta muchos años después que volví de visita y el equipo arqueológico del Club Atlético, que hace un trabajo maravilloso, me dijeron que tenían una sorpresa para mostrarme: habían encontrado la pelotita de ping pong. Efectivamente la encontraron debajo de un montacarga. Desde ese día puedo dormir sin el ruido de la pelotita de ping pong en la cabeza y apagando el velador que tenía que tener prendido, pensando que con el velador se me iba a ir el ruido de la pelotita de ping pong.
Fiscalía (Gabriela Sosti): ¿Usted durmió toda su vida con la luz prendida después de que salió del centro clandestino?
Testigo: En grandes épocas, sí, y con la pelotita de ping pong en la cabeza -el toc toc toc- hasta que vi la pelotita. Fue instantánea la terapia esa de… sí, sí, fueron unos veinte y pico de años.
Fiscalía: ¿En qué año descubrió esto? ¿en qué año tomó conocimiento de la existencia…?
Testigo: 2009, 2008.
Cuando se cerró el Atlético por la obra de la Autopista, los prisioneros fueron trasladados a El Banco, un predio de la policía bonaerense ubicado en autopista Ricchieri y Camino de Cintura. El Banco funcionó hasta mediados 1978 mientras se acondicionaba El Olimpo, ubicado en el barrio de Floresta, nuevaente en Capital, que se mantuvo activo hasta inicios de 1979. Este circuito formó una unidad represiva por la que pasaron los mismo prisioneros y torturadores. Por ese motivo, el Juicio que se les sigue se conoce con las siglas de ABO.
En los cuatro tramos de este juicio finalizados hasta el momento de desmonte del terraplén, fueron condenados 25 represores y 3 fueron absueltos. Los nombres de algunos de ellos (Raúl Guglielminetti, el comisario Miara, el Turco Julián) quedaron en la memoria colectiva a raíz de su aparición en los medios masivos de comunicación por distintos motivos.
Julio Simón, conocido como el turco Julián, fue ampliamente entrevistado en la televisión en 1995, luego de que la revelación de Adolfo Scilingo sobre los vuelos de la muerte se convirtiera en tema central de la agenda periodística. Protegido por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, Simón se enorgullecía de su participación en la patota del circuito ABO en el programa de Mauro Viale y en Telenoche Investiga.
Casi sin darnos cuenta, desapareció el debate acerca de la pertinencia de la búsqueda de Abuelas, algo que estaba en discusión en aquel año 1993 en que el comisario Samuel Miara estuvo en cartel por haberse apropiado de los mellizos Reggiardo Tolosa, hijos de desaparecidos, y haberlos anotado como propios fraguando documentos públicos.
Lo de Guglielminetti fue distinto: fue custodio del expresidente Raúl Alfonsín hasta que unas fotos difundidas por Pagina 12 probaban su desempeñó como Personal Civil de Inteligencia del Ejército en el Olimpo, lo que obligó al gobierno radical a prescindir de sus servicios. Estuvo prófugo de la justicia hasta agosto de 2006, hoy está detenido en Marcos Paz.
Casi desde la caída de la dictadura, el sitio estaba señalizado con la enorme silueta que todavía puede verse a un costado, en Paseo Colón y Cochabamba. Organismos de DDHH y la Comisión de ex detenidos y familiares del Club Atlético venían denunciando en soledad el espacio. Las modificaciones a la estructura original del edificio que fueron encontradas por la excavación en 2002 permitieron confirmar el acondicionamiento que sufrió el espacio para funcionar como centro de detención de personas. Actualmente el Espacio de Memoria y Promoción de los DDHH ex CCDTyE “Club Atlético” cuenta con un patrimonio de más de mil objetos clasificados y preservados que dan cuenta de la actividad represiva. Pero ese trabajo de búsqueda se realizó en apenas el 10% de lo que fue el Club Atlético. El resto del sitio está bajo la montaña de tierra que hasta ahora sostenía a la autopista.
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Durante los tres meses que duró su detención ilegal, Miguel D’Agostino trató de identificar y memorizar el lugar en el que padecía cada día y cada hora. “Me lo pasé estudiando la fisonomía interna, desde las dimensiones de la celda hasta la disposición de los pasillos. Calculaba, con los pasos, cuantos metros tendría el lugar, con las manos siempre engrilladas, siempre sin ver, cada vez que iba al baño o a la tortura uno iba palpando puertas, no en la primera, no en la segunda, estaban la celda seis, la catorce…”. Cuando lo secuestraron, Miguel cursaba el último año de secundario en la entonces llamada ENET SEGBA, que estaba en Humberto 1 y Azopardo. “Estaba acostumbrado a ver croquis de edificios”, dice. Por eso, en los meses posteriores a su repentina liberación, se dedicó a recorrer la zona sur de la ciudad, en un triángulo trazado imaginariamente entre el Borda, el Riachuelo y la cancha de Boca. “Cuando me llevaban en la camioneta que me tiró en el Borda, percibí que iba barranca arriba, es la zona de parque Lezama, así que sabía que el lugar estaba por ahí”.
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En el año 2016, el GCBA y la empresa AUSA (Autopista Urbanas) anunciaron la construcción del “Paseo del Bajo” que conecta las autopistas Illia y Buenos Aires-La Plata. Para eso presentaron un pliego de licitación en el que el Espacio de Memoria figuraba como parte del obrador de la construcción, pese a que contaba (cuenta) con cuatro leyes de protección patrimonial y una orden de No Innovar dictada por el juez Daniel Rafecas, que lleva la Causa por el Primer Cuerpo de Ejército, al cual perteneció el CCD. Nada de eso era contemplado por el proyecto oficial. “La declaración de No Innovar, las leyes y la enorme lucha de los años anteriores, eran detalles que la obra no contemplaba” recuerdo Laura Duguine, arqueóloga y coordinadora del Espacio de Memoria y Promocion de los DDHH ex CCDTyE Club Atlético. “Esas conquistas, sin agentes estatales o de la sociedad civil que peleen y se hagan respetar, que obliguen a AUSA y al GCBA a generar una mesa de negociación, no habrían servido de mucho. Si no la peleábamos nos hubiesen pasado por encima”. La comisión de trabajo y consenso logró dos convenios que formalizaron la concreción del objetivo histórico del sitio de memoria: la remoción del terraplén que sepulta la evidencia del horror.
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-Una tarde me fui a tomar el 86 para volver a mi casa y vi que estaban demoliendo el edifico ese que era una dependencia policial, -recuerda D’Agostino-. Vi que lo rellenaban con tierra y que habían desmontado la loza, el piso de la planta baja. Cuando vi la forma que tenía el sótano tuve una sensación de pánico. Era el croquis que tantas veces había imaginado.
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Finalmente, y tras varios cortes de calle y presentaciones en todos los organismos intervinientes, el convenio estipula como parte de la megaobra del Paseo del Bajo la edificación de pilotes para sostener la autopista (lo que permite retirar la montaña de tierra) y la construcción de una edificio en la esquina de Paseo Colón y San Juan, que funcionará como Centro de Interpretación del Sitio, y área de Arqueología y Conservación. Desde su inauguración, el espacio de memoria es visitado por centenares de personas, entre ellos muchas escuelas, que intentan entender de qué se trató el Terrorismo de Estado. Hasta el momento, todas las visitas se hacen en el lugar, con la contaminación sonora de la autopista y sin las mínimas condiciones de exposición. La obra permitirá una mejor disposición de las actividades. Y sin embargo, la pelea no terminó: actualmente el sitio disputa con el Metrobus de Paseo Colón, que proyecta la traza del recorrido por la ochava de lo que será ese Centro de Interpretación. “Pareciera que nos están haciendo un favor, -dice Silvina Durán, arqueóloga, también, e integrante del Area de Arqueología y Conservación de la Secretaría de DDHH- Hay que decirles que pongan el alambrado cinco metros más allá, que respeten un edificio que tiene un patrimonio histórico y que tiene un valor enorme en la memoria colectiva de la sociedad. Es agotador estar cuerpo a cuerpo peleando y desgastándonos para que cumplan con la norrnativa”. Nada se logra sin luchar, parece la consigna tantas veces repetida.
La obra está recién empezada pero, cuando finalice, el espacio tendrá un lugar central en el acceso a la ciudad. El proyecto aprobado considera al sitio “una puerta urbana al área central de la ciudad” y para el Espacio de Memoria “…se propone señalar este nodo con una serie de mástiles luminosos que generarán una marca urbana vertical virtual que indicará el ingreso a la parte central de la ciudad y unirá ambos niveles de circulación. Los elementos verticales serán percibidos por los automovilistas que circulen en la autopista. Al mismo tiempo la estructura peatonal Norte-Sur con eje en la calle Azopardo será desviada para incluir en su recorrido al sitio de memoria que será integrado además al barrio de San Telmo mediante una franja de verde aterrazada que, siguiendo la pendiente natural de la barranca, llegue hasta la calle Defensa”.
Esto, por supuesto, sumado a las expectativas que genera en el equipo y en los organismos de DDHH los testimonios que puedan encontrarse en el 90% restante del ex centro clandestino, todavía bajo la tierra. Según las estimaciones, lo que queda por exhumar son entre otras cosas, las celdas y un sector de detención colectivo conocido como La Leonera. “Para pensar la dimensión de lo que proyectamos encontrar, hay mas de 40 muros divisorios de celdas, en las que entendemos que habrá mucha información, se nos viene un trabajo muy grande y un gran desafío de conservación y preservación”, dice Durán.
“La información que recolectamos en este sitio le llega al juzgado a través de un protocolo que todavía no está del todo consolidado, que vamos construyendo sobre la marcha, porque también en los juzgados se está innovando al juzgar delitos de Lesa Humanidad -dice Duguine- Hacemos informes que mandamos a la fiscalía, al juzgado y a otras instancias de la Secretaria de DDHH. Y tenemos muy buena comunicación con algunos juzgados que tramitan las causas de Lesa, que muchas veces nos piden puntualmente lo que se encontró sobre algún caso de alguna víctima que están investigando”
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Pero hoy es 19 de noviembre de 2021. Las enormes máquinas excavadoras remueven la tierra con que los milicos construyeron el ocultamiento y la mentira. Con las emociones aceleradas por la experiencia, Miguel no deja de reflexionar:
-El odio que habilitó la masacre se fue construyendo año a año, yo lo veía como una serie de hechos que crecían -recuerda hoy D’Agostino- Con adhesión o indiferencia, la sociedad permitió el fusilamiento de Trelew, la noche de los Bastones Largos, el bombardeo de Plaza de Mayo, toda una serie de imágenes y performances que alimentaban el odio. Es un ejercicio que hoy está presente: todas las cosas que se dicen de la política como una casta, la Cámpora, los vagos, la militancia como algo turbio… se construye un odio hacia el militante muy similar al que experimentaba en los años previos a la dictadura. Por eso creo que la memoria también es una construcción que hay que ejercer día a día.
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