En febrero de 2014, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner se reunió en forma “privada y a puertas cerradas” con familiares de las diez víctimas del incendio en el depósito de Iron Mountain. Los padres del bombero Maximiliano Martínez revelan qué se dijo en esa reunión.
Ir al cementerio a llevarle flores a un hijo es una locura”, dice Ricardo, un remisero del Conurba que lleva flores a su hijo sepultado en el cementerio de Florencio Varela. Liliana, la mamá, en el único sitio donde se permite el derrumbe es junto a la tumba; llora hasta que se queda sin llanto.
A las nueve de la noche de un martes de marzo la casa de la familia Martínez es un hervidero. Nietos y perros reclaman mimos; los adultos el pollo al horno que prometió Liliana. Ella quiere hablar de Maxi.
―A las 7.30 llamó a la novia, a las 9 estaba muerto. Todavía no entiendo qué pasó.
El 5 de febrero de 2014, poco después de las 7.30, comenzó el incendio en el depósito de Iron Mountain, una empresa que promete destrucción segura de documentación y cumple, al menos así ocurrió en siete de sus depósitos incendiados: tres en EE.UU., dos en Inglaterra, uno en Canadá y uno en Italia. En el depósito de Barracas la destrucción también estuvo asegurada, pero esa seguridad no alcanzó a bomberos y rescatistas. En su interior había papeles sensibles al fuego y altamente sensibles a una pesquisa judicial con ramificaciones político-financieras internacionales. Sin embargo ―o por eso mismo―, todo lo que no debía suceder, sucedió.
―“Vos querés a tu hijo vivo, no querés un héroe”, fue lo primero que nos dijo Cristina, y es así.
Habían pasado cinco días del incendio; que Maxi estaba muerto todavía no era una noción real. Liliana y Ricardo ingresaron al Salón Norte de la Casa de Gobierno poco antes de las 19. Vieron la Av. Rivadavia detrás de los ventanales y una larga mesa de caoba rodeada de sillas de pana roja y respaldo dorado. La presidenta los esperaba de pie. Sergio Berni, entonces secretario de Seguridad, a su lado.
―A mí Cristina me sorprendió ―dice Ricardo―. Ella ya sabía que el incendio había sido intencional, y que lo habían provocado para destruir pruebas.
Hoy Ricardo saldrá a trabajar más tarde, se quedó en casa para realizar la entrevista. Estamos solos en el living y su mirada enfrenta el retrato de Maxi que cuelga en la pared. Tiene muy presentes las palabras de la ex presidenta; pero también las propias:
―“Yo a usted no la voté, señora”, así se lo dije y no sé porque lo hice, pero con todo lo que sucedió después cambió un poco mi perspectiva hacia ella.
A Ricardo lo sorprende que apenas cinco días después del incendio, la ex presidenta mencionara cada uno de los elementos que ahora él sabe alimentaron el fuego.
―En un momento nos dijo: “Lo peor de todo esto es que murieron por papeles, papeles de corrupción y de los fondos buitres”. Claramente nos dijo que había papeles de bancos y nombró a cada uno, HSBC, JP Morgan, el Chase. Ella no tenía duda de que allí había pruebas de coimas, lavado de dinero y todo eso.
Liliana reconoce que en esos días miraba el mundo desde otro lugar; desconocido, inhóspito; como si viviera la vida mala de otro.
―En mi cabeza todo daba vueltas, pero me acuerdo bien que Cristina dijo que con Macri no se podía hablar porque era muy intransigente. También que ella se preguntaba cómo era posible que papeles de tanta importancia estuvieran en ese lugar, pudiendo estar todo digitalizado, en discos rígidos y ocupando nada más una habitación sin tantos riesgos. “Esto es raro”, repetía ella.
―Ricardo, ¿por qué cree que la ex presidenta los convocó y contó lo que pensaba?
―No lo sé, pero creo que la pasaron por arriba y le prendieron fuego a todo, sino no nos hablaba así.
***
Lo primero que le plantaron a la familia Martínez fue un abogado; y lo único que hizo ese abogado fue abrochar un negocio con Iron Mountain, la empresa a la que debía demandar. En causas judiciales de esta naturaleza nunca falta el elemento perverso:
“Tía, ¿Maxi está trabajando?”, fue la pregunta telefónica detonante de una sobrina en la mañana del 5 de febrero. Liliana no lo sabía y entonces hizo todo a la vez: llamó a la novia y se enteró de que Maxi estaba de guardia. Encendió el televisor y cuando Alberto Crescenti, titular del SAME, terminó de informar que los nombres de los muertos serían comunicados telefónicamente a las familias, Liliana escuchó que a su lado sonaba el teléfono.
―Me caí de rodillas y como pude dije que era la madre.
Del otro lado, secamente, escuchó: “Vaya al Argerich, ya”.
Así empezó la tragedia para la familia Martínez. Gente simple de un barrio con calles de tierra del segundo cordón. Esa gente que a las seis viaja en bondi y la yuga y el hijo les salió bombero y lo peor del mundo se les vino encima. ¿Cómo enfrentarlo? ¿Con qué experiencia?
De la nada apareció la esposa de un comisario y con la mejor onda les recomendó un abogado. Y el abogado insistió: firmen, firmen, firmen. Y ellos firmaron.
―Nos llamaron de Iron Mountain y tuvimos una reunión en un estudio de Tribunales. Nos informan que iban a pagar un seguro y teníamos que firmar papeles. Nosotros estábamos agotados y creíamos que así terminaba todo.
El documento que firmaron establecía que la familia Martínez desistía de la querella a Iron Mountain.
―Encima nos estafaron ―dice Ricardo―, porque el seguro establecía una cifra muy superior. El abogado había dicho que no cobraba honorarios, pero se quedó con el 30%. Después me di cuenta de que estaban desesperados para que firmemos…
Ricardo se calla, quiere decir algo más pero no puede. Tal vez lo castiga el recuerdo de su ingenuidad. Mira la pared donde lo único que hay para ver es el retrato de Maxi y sigue:
―… nos quieren sacar de la causa y sé perfectamente que nos van a querer arreglar…, pero de una u otra manera yo voy a hacer Justicia.
***
Nadie sabe de dónde sacó Maxi la vocación de bombero. Empezó con los Voluntarios de Florencio Varela y a los 22 ingresó a la Federal. “No soy policía”, decía él, “soy bombero”. El primer fuego que apagó en la vida fue el de un asado que preparaba Ricardo; tenía 8 años y ya conocía su destino: “Voy a ser bombero, papá, y voy a ser un héroe”.
Vivimos un tiempo donde todavía la muerte y el heroísmo van de la mano.
Ricardo esperaba un llamado. Se había hecho la película de que alguna vez atendería el teléfono y Maxi del otro lado le haría una pregunta: “Viejo, ¿cómo se cambian los pañales?”. Al nieto lo imaginaba como la continuación del hijo; su propia continuación. “Flaco, larguito…, parecen pavadas, ¿no?”.
Ahora Ricardo espera el llamado de los abogados.
Liliana cree que la salvó el reiki.
―Maxi por lo menos no murió quemado ―dice ella―, se desangró.
Murió aplastado por una pared; sufrió rotura de la vena femoral. Bomberos y peritos aseguran que en la secuencia de un incendio lo primero que cae es el techo y en la caída arrastra las paredes hacia el interior. El lado exterior de una pared protege al bombero, pero en el incendio de Iron Mountain los mató. Los dos focos de incendio, las sustancias químicas halladas en el lugar y el extraño comportamiento de las paredes, dan lugar a una presunción: el derrumbe lo provocó una explosión interior.
―Dicen que en una hemorragia el herido se va durmiendo y no sufre. Yo me agarro de eso.
Liliana tenía que prestar atención a los detalles que sucedían a su alrededor; eso le dijo la profesora de reiki.
―Maxi iba a encontrar la forma de hacerme llegar señales.
Era una tarde de mucho sol y no soplaba ni una brisa. Había ido sola al cementerio y estaba sentada junto a la tumba.
―De un árbol cayó una hoja y me pegó en la cabeza, fue un golpe seco y lo sentí como si alguien me hubiera tocado, como llamándome. En ese momento apareció una mariposa y se puso a volar alrededor mío hasta que se apoyó en mi brazo y se quedó allí, quieta, sin hacer nada. Yo no sabía qué pensar…, ay, Dios mío, ¿será mi hijo?, ¿será Maxi que me dice: “Má, no llores que estoy bien?”.
***
El 6 de marzo pasado, el juez a cargo de la causa Pablo Ormaechea, dispuso el procesamiento de doce funcionarios del Gobierno de la Ciudad y cinco directivos de Iron Mountain, acusados de “incendio culposo seguido de muerte”.
―Estoy conforme con la resolución del juez ―dice Ricardo―, pero falta el que prendió el fuego.
―Yo quiero que pague el responsable ―dice Liliana―, no que pongan perejiles.
―¿Quién es el responsable?
―Para mí es Macri, en él terminaba la cadena de mando, él era el jefe de Gobierno.
El artículo 105 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires establece los deberes del jefe de Gobierno, y el inciso 6 los especifica: Disponer las medidas necesarias para el cumplimiento de las normas de higiene, seguridad y orden público.
El depósito de Iron Mountain se incendió y murieron diez personas porque las normas de seguridad fueron ignoradas. Estando el poder de por medio, se sabe por manual que la complicidad usa los modos de la impericia.
La fiscalía estableció que: mientras los vecinos veían el fuego desde sus balcones, en el interior del depósito la alarma se apagó cuatro veces. Las motobombas que debían proveer el agua no estaban en condiciones; el tanque principal de agua estaba vacío. La inspección municipal de 2008 detectó columnas portantes metálicas “sin revestimiento térmico”, en 2014 continuaban igual. La capacidad de almacenamiento del depósito estaba excedida en doce mil cajas. El sistema de regaderas se correspondía “con las instalaciones utilizadas para la época de construcción del inmueble, es decir, 1920”. “Agentes municipales, en delegación de funciones del jefe de Gobierno, realizaron labores de manera imprudente, con impericia e inobservado la normativa”. A pesar de las graves irregularidades el depósito continuó funcionando. Defensa Civil “rechazó desde 2008 los pedidos de aprobación y puso en conocimiento al titular de la Agencia Gubernamental de Control, AGC”.
¿Por qué la lista de procesados se detuvo antes de golpear la puerta del titular de la AGC, Juan Gómez Centurión, y del entonces jefe de Gobierno, Mauricio Macri? Eso se preguntan Liliana y Ricardo y no hallan respuesta, pero recuerdan las palabras de la ex presidenta.
―Cristina nos dijo que al lado de la cancha de Huracán hay otro depósito de Iron Mountain y ella contó que había enviado a la policía de custodia para que nadie sacara nada, pero alguien levantó la custodia ―dice Ricardo―. Ella tenía intención de colaborar, pero allí no se podía meter porque no era su jurisdicción.
En Amancio Alcorta 2396 funciona el principal depósito de Iron Mountain. Lo que el gobierno de la Ciudad no hizo en el de Barracas, lo hizo luego del incendio en el de Parque Patricios: la AGC lo clausuró por deficiencias estructurales.
De la trama de relaciones entre funcionarios de Cambiemos, Iron Mountain y bancos y a la luz de los dichos de la ex presidenta ante los familiares, surge un interrogante: ¿la clausura del depósito en Parque Patricios fue una medida de seguridad o un ardid cuasi mafioso para recuperar el control sobre el material almacenado?
Carlos Pirovano, subsecretario de Inversiones porteño y gestor del plan que otorgó por diez años exenciones impositivas a Iron Mountain, fue ejecutivo del HSBC entre 1994 y 2007. Su jefe, el entonces ministro de Desarrollo de la Ciudad y actual ministro de la Producción de la Nación, Francisco Cabrera, dirigió el sector minorista del HSBC. Y es el HSBC uno de los bancos que guardaba mayor cantidad de documentación incendiada. En esos días la Unidad de Información Financiera investigaba al HSBC por posibles maniobras de lavado de dinero. No es un detalle menor que el HSBC es un banco lavador confeso: un informe del Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado de Estados Unidos lo acusó de lavar dinero de los cárteles mexicanos y de organizaciones criminales en Rusia, Irán, Arabia Saudita y Bangladesh. El banco preguntó: “¿Y esto cómo se arregla?”. Con una multa de dos mil millones de dólares el HSBC lavó su pasado. A pesar de los antecedentes, Mauricio Macri, al frente del ejecutivo nacional, nombró a María Eugenia Talerico, abogada del HSBC en causas por lavado de dinero, como vicepresidenta de la Unidad de Información Financiera, a cargo de las investigaciones por… lavado de dinero. Si mueve la cola, ladra y responde al nombre de Toby, es un perro.
―Ricardo, supongamos que en diez minutos será recibido por Mauricio Macri, ¿qué le diría?
Se acomoda en la silla y piensa como si hubiera recibido una pregunta compleja. Mira a Maxi y contesta:
―Lo primero que le diría es por qué tardó en recibirnos. Le preguntaría por qué ese depósito funcionaba sin habilitación. Y como él me puede contestar que no sabe nada de todas las irregularidades, entonces le pediría que me explique cómo es que Gómez Centurión, de quien dependían directamente las habilitaciones, tampoco sabe nada. Y hay algo más que no puedo entender y por eso se lo preguntaría en la cara: ¿por qué sigue contratando a Iron Mountain?
―¿Cómo sabe usted que actualmente Macri contrata a Iron Mountain?
―Porque me lo dicen los compañeros de mi hijo. Me cuentan que se les revuelve el estómago cuando entran los de Iron Mountain a retirar papeles de la Policía Federal en el Departamento Central. De allí retiran documentos, es una vergüenza.
“¿Cuántas veces puede un hombre volver la cabeza fingiendo no ver lo que ve? / La respuesta, mi amigo, está soplando en el viento…”. (*)
―En los balcones y en la terrazas de Barracas aparecieron los papeles quemados del HSBC, del JP Morgan, del Chase Manhattan ―dice Liliana―, y esto lo sé porque me lo dijeron los propios vecinos.
Las pruebas del lavado, de las coimas, de los tráficos travestidas en humo y arrastradas por el viento sobre el cielo de Buenos Aires; nombre paradójico, por cierto. Los habitantes de la ciudad respiramos la impunidad del sistema financiero. Así funciona, nos hace cómplices aunque nos repugne.
(*) Blowin’ in the wind, Bob Dylan