Una marea de pañuelos verdes para impulsar una ley que todavía muchos dudan en votar. Bajo la lluvia miles de mujeres marcharon para defender el derecho al control de su cuerpo.
El 6 de noviembre de 1975, cientos de miles de marroquíes marcharon a pie a través del Sahara Occidental en abierto desafío para quedarse con una colonia española que el régimen de un moribundo Francisco Franco se había comprometido a entregar al pueblo saharaui. Franco murió a los pocos días y España no quiso un conflicto internacional. Mientras el rey de Marruecos terminaba la guerra de nervios haciendo retroceder a su pueblo, España dejaba a su suerte a los saharauis y, desde entonces, la enorme franja, aun en disputa, es territorio ocupado por Marruecos. La marea humana que el rey Hassan II envió para probar los nervios de los legionarios españoles, que de haber disparado un tiro hubieran iniciado una carnicería, marchó con ejemplares del Corán en la mano. 300 mil marroquíes llevaron el libro santo del Islam, forrados todos los volúmenes en tapas verdes. De allí que el episodio pasara a la historia como la Marcha Verde.
En el otro confín del mundo, hubo una Marcha Verde: la de miles de mujeres que caminaron por Avenida de Mayo para reclamar ante el Congreso por el aborto libre, seguro y gratuito. Lo hicieron a la par del movimiento Ni Una Menos, en el tercer aniversario de la primera marcha. Entonces, el reclamo era contra el drama de los femicidios. Ahora, el reclamo de Ni Una Menos va de la mano con el pañuelo verde que simboliza la lucha de las mujeres por el control de sus cuerpos.
Como en 2015, las imágenes panorámicas son impactantes. Con un matiz nada menor: en diez días se sabrá si la Cámara de Diputados da media sanción a un proyecto que después deberá tratar el Senado. Hoy se cuentan los números a favor y en contra, y todos coinciden en que la votación reñida, con unos 30 diputados indecisos. Entre ellos, el socialista santafecino Luis Contigiani, quien, pese a que son muchos los que le recuerdan que llegó a su banca por un partido que tuvo en sus filas a Alicia Moreau de Justo, finalmente, tras algunos cabildeos, optó por la negativa.
La lluvia pertinaz no fue impedimento para una de las mayores concentraciones en la lucha por el aborto libre. Diversas agrupaciones y partidos dijeron presente y, si el clima no hubiera tenido la combinación de lluvia y frío, la zona del Congreso habría aglutinado más gente en la última gran movilización antes del debate parlamentario.
Entre esos grupos figura la Red Interdisciplinaria de Estudios de Género de la Universidad de Tres de Febrero. Como muchos otros colectivos, alguien podría adjudicarles el mote de “feminazis” que de manera despectiva se usó para etiquetar al movimiento de mujeres que lucha por visibilizar la violencia de género.
Fernanda Miguel, integrante de la Red, cuenta que el grupo reúne a docentes e investigadores, no necesariamente académicos y que cubren un amplio abanico de temas sobre Género. “La Red nació para vincular personas que investigan de forma aislada en la Untref”, dice, mientras se escuchan las consignas desde el escenario montado frente al Congreso.
De todos los temas que abarcan el femicidio es el caso extremo. “Hay muchas formas de violencia, instancias intermedias, como el acoso, la discriminación social y la violencia verbal”, explica. En rigor, el índice de femicidios es escalofriantemente alto en la Argentina: una mujer es asesinada cada treinta horas.
Para Miguel, el debate por el aborto debe contemplar al mismo tiempo la despenalización y la legalización. “Puede darse que el Congreso apruebe despenalizar, lo cual implica que ni la mujer ni el médico irán presos, pero eso no quiere decir que tengamos la legalización. Se precisan las dos cosas. El aborto es clandestino y esto será un tema álgido con movilizaciones hasta que no haya una respuesta. Hizo hincapié en las tres consignas de la campaña: Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir. “La educación sexual se cumple a medias pese a que hay una ley. Con los anticonceptivos estamos igual, y hablamos de una ley de 2003. El aborto es un tema de justicia social, con mujeres que abortan en condiciones que no son seguras. Es un tema de salud pública”.
El debate dividió aguas, porque así como están los grupos que reclaman una respuesta del Estado, están los llamado Pro-vida, que se oponen y defienden el statu quo actual. “Esos grupos no piensan en términos de políticas sociales. Hablan desde un punto de vista religioso o metafísico”, apunta Miguel. “Son diferentes formas de verlo, pero están a favor de la muerte de las mujeres, porque en la práctica se sigue abortando”.
Desde la Red, como desde otros grupos, creen que la norma, de ser aprobada, no debiera judicializarse, dado que ya es legal en algunos casos. Tampoco ven factible un eventual veto presidencial ante la dimensión de un tema que ya escapa a las manos del poder político, si bien remarcan que Mauricio Macri instaló el debate por conveniencia y no por convicción.
La movilización está garantizada si en alguna de las instancias parlamentarias fracasa el proyecto. “Seguiremos marchando hasta que haya una ley”, advierten las mujeres que marcharon hasta el Congreso, y que harán vigilia mientras los diputados debatan el proyecto el 13 de junio.
Prometen más marchas verdes, marcadas no por un libro religioso como en el Magreb de los 70, sino por pañuelos que ya forman parte de lo mejor de la conciencia colectiva de los argentinos.