El nuevo ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación habló con la agencia TSS de la UNSAM. Sus prioridades: la recuperación del sector y su inserción en un proyecto nacional de desarrollo.
La llegada de Roberto Salvarezza al repuesto Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, que había sido degradado al rango de Secretaría por la gestión de Cambiemos, es de por sí un gesto fuerte para la comunidad científica local. Sin embargo, el flamante Gobierno nacional quiere ir más allá de lo simbólico. Bioquímico, nanotecnólogo y expresidente del Conicet, Salvarezza, que se encontraba en la mitad de su mandato como diputado nacional, fue elegido por el presidente Alberto Fernández con la premisa de que el área recupere el lugar central que tuvo durante la gestión kirchnerista.
Al frente de la cartera estará acompañado por un equipo formado, entre otros, por Diego Hurtado, Juan Pablo Paz, Carolina Vera, Elisa Colombo, Cecilia Sleiman y Laura González; además de Ana Franchi en el Conicet, y Fernando Peirano en la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica. “Vamos a tener un ministerio más equilibrado en género del que teníamos”, apunta el nuevo ministro, para quien la recomposición salarial, la mejora en la articulación con el resto del sistema científico-tecnológico y la federalización de los recursos del área estarán entre sus prioridades.
“Alberto Fernández nos habló de su interés en promover la ciencia. Es una persona que parece muy convencida de eso”, sostiene Salvarezza, quien también se refirió a la transición con la gestión del ex secretario Lino Barañao, a la inversión necesaria para comenzar a revertir la mala situación del área, a los proyectos de ley que le gustaría promover para mejorar el funcionamiento del sistema y al rol que puede cumplir la comunidad científica en los debates sobre el impacto de la actividad económica en el medio ambiente.
-¿Cómo fue la reunión con Barañao?
-Cordial. Le pedimos información sobre el estado presupuestario, sobre qué fondos se necesitan para hacer frente a los gastos, qué se está debiendo y cuáles serían los montos reales para que se pueda trabajar con cierta normalidad en el ministerio y en la agencia de promoción. En el Conicet ya teníamos una idea por nuestro contacto con los directores, pero nos faltaba una evaluación clara del ministerio. Hay temas a resolver, como la biblioteca electrónica, que insume mucho dinero y que está atrasada en los pagos. También hay proyectos de cooperación internacional que se han caído y eso genera una mala imagen para la ciencia argentina en el exterior. El Puerto Deseado, el barco insignia del Conicet, está en Mar del Plata con una vía de agua porque no se hizo el mantenimiento adecuado, y no puede navegar. Hay otros aspectos que no han sido atendidos, como la infraestructura de los institutos del Conicet, o sus gastos de limpieza y seguridad.
-¿Hubo alguna autocrítica por parte de Barañao y su equipo?
-No sé si autocrítica, pero sí un mensaje de “bueno, nunca nos dieron la plata”. Eso es lo que noté de parte de algunos funcionarios con los que me reuní. Argumentan que no recibieron los fondos para hacer frente a obligaciones, o para tratar de mejorar las becas de treinta mil pesos que hoy se le pagan a un físico o a un ingeniero, algo que es inadmisible porque de seguir así nadie se va a presentar.
-¿Qué implica que le hayan devuelto el rango ministerial al área?
-Es positivo. Un cambio de rumbo. Es algo que importa tanto en lo operativo como en lo simbólico. La aparición del ministerio durante el kirchnerismo fue una consecuencia natural del crecimiento del sistema científico. Si hay algo que el macrismo admitió que se había hecho bien fue el trabajo en el área de ciencia, y uno de los gestos fue la continuidad de Barañao. Que sea ministerio implica que la ciencia está de nuevo en el nivel de las máximas decisiones. Me parece un mensaje fuerte desde lo político. Después, para avanzar, necesitaremos hechos concretos.
-En un país con un cuarenta por ciento de pobres y altamente endeudado, ¿qué margen queda para que la ciencia sea una prioridad desde la inversión y no solo desde lo discursivo?
-El área de ciencia no requiere de una inversión de la magnitud que tiene, por ejemplo, el Ministerio de Desarrollo Social, o el gasto previsional. Es una caja más pequeña, pero que tiene una alta densidad en cuanto al mensaje. Una sociedad que no apuesta al conocimiento es una sociedad que no está mirando lo que hicieron los países más desarrollados. Si queremos ir por ese camino no podemos dejar de lado a las universidades y a los organismos de ciencia y técnica.
-¿Cómo es la situación presupuestaria en ciencia?
-Hay un hueco importante y hay que ver de qué manera se puede atender lo que pide cada ministerio en el marco de la emergencia alimentaria y de los graves problemas en salud, educación y empleo. Tenemos respaldo político. El presidente ha dicho que debemos poner a la ciencia de pie. Necesitamos a lo largo del año que viene dar señales de que vamos a recomponer una situación que hace que una investigadora vaya a un programa de televisión a buscar fondos. Está claro que habrá un cambio en la política científica. En 2015, el estado asignaba al sector alrededor del 0,35 por ciento de un PBI de más de 550 mil millones de dólares. Estábamos con una inversión de unos dos mil millones de dólares. Hoy, estamos en menos de mil millones. El discurso de la gestión saliente es que buscaron inversión por el lado del privado. Sin embargo, no pudieron mostrar resultados. En la actualidad, los salarios y las becas están cubiertos presupuestariamente, pero son muy bajos. Si queremos mejorar un poco la situación necesitaríamos por lo menos un veinte por ciento más de lo que está destinado a la función ciencia y técnica. Sería un escalón para empezar a cambiar las cosas. Si quiero arrancar con señales claras, necesitaría eso.
-¿Habrá una convocatoria extra en el Conicet?
-Hay una convocatoria para seiscientos cargos. Es algo que el directorio había planteado y logró. Se puede pensar en algo extra para descomprimir parte de la demanda, pero todo está todavía en el aire. Lo que pretendo es un escenario en el que, a lo largo del próximo año, pueda ofrecer más posiciones, una recomposición de los montos de las becas, pagar deudas y normalizar el funcionamiento del sistema en general, pero todavía no puedo dar un calendario.
-En la campaña presidencial de 2015 se hablaba de porcentajes y tanto el kirchnerismo como Cambiemos sostenían que había que invertir más del uno por ciento del PBI en ciencia y tecnología. ¿Por qué ahora no se habla de cifras?
-Porque la situación del país es diferente. Nos fuimos en 2015 con un crecimiento del PBI del dos y medio por ciento y no había una deuda tan importante como la que hay ahora. Había un cepo, pero era más flexible. Entonces tiene racionalidad que todos paremos un momento y miremos el conjunto para ver cómo nos vamos a mover. Macri prometía un uno y medio por ciento del PBI en ciencia, y ahora nos deja por debajo. Como oposición no conocíamos la dimensión real de la crisis para andar prometiendo porcentajes. Es claro que hay que aumentar la cifra, pero hay que hacerlo con seriedad.
-Hay un proyecto de ley con media sanción, impulsado por el ex senador Omar Perotti para aumentar la inversión en forma gradual. ¿Van a impulsarlo?
-Puede servir como guía. Tal vez, el ritmo de crecimiento que plantea haya que revisarlo. No sé si podremos crecer un 0,5 por ciento el primer año. Hay que compatibilizar con otras áreas. El debate legislativo para el nuevo presupuesto será parte de todo esto. Hay consenso en la comunidad científica en que debemos tener previsibilidad. Podemos discutir si llegamos al tres por ciento del PBI en 2030.
-¿Como diputado trabajó en una nueva ley de ciencia y tecnología. ¿Hará esfuerzos para que se debata el proyecto?
-La decisión es optimizar recursos y articularlos correctamente. Hay que recuperar el Gabinete Científico-Tecnológico y darle una estructura que soporte la redacción de un plan de ciencia y tecnología nacional que abarque a todo el sistema, y no solo al Conicet y al ministerio. Tiene que haber una instancia en la que se piense qué investigaciones requieren otras áreas, como salud e industria.
-¿Está pensando en un proyecto como el que presentó el entonces diputado Wado de Pedro en 2015 y que lo enfrentó con Barañao?
-Estoy pensando en algo así. Hace falta un diseño institucional que permita sentar a los ministros para debatir lo que se necesita de la ciencia y de la tecnología. Eso después lo tenés que poder plasmar en un plan que tiene que ser avalado por todos, que no puede ser solo el plan del Ministerio de Ciencia como pasaba antes. Que ese gabinete realmente funcione implica que dependa de un espacio que tenga capacidad de articulación, que tenga mayor jerarquía, no solo de un ministerio.
-¿Eso formó parte de las propuestas que le acercó al presidente?
-Se lo expliqué y se manifestó de acuerdo. Le pareció imprescindible concentrar esfuerzos en aquellos temas que son urgentes. Por ejemplo, ¿qué puede hacer la ciencia con respecto a la emergencia alimentaria? Puede aportar desde alimentos funcionales hasta aspectos de control nutricional. De lo contrario nos quedamos con la universidad que hace extensión y llega al barrio, o con cuatro investigadores del Conicet que resuelven un problema. Son cosas que valen mucho, pero el impacto que tienen es limitado. Tenemos que propagar el impacto de la ciencia.
-También planteó que el sistema de ciencia y tecnología debería volver a ser un consultor del estado.
-Era otro de los aspectos del proyecto de ley. Que las universidades y los organismos de ciencia y tecnología sean una fuente de conocimiento en determinadas áreas. Si no, todo termina en consultoras privadas a las que se les paga un montón de dinero, como lo hemos visto en estos años. ¿Para la reestructuración del Instituto de Tecnología Industrial hacía falta contratar a una empresa del País Vasco? ¿No había ningún instituto o universidad con capacidad para analizar el funcionamiento de ese organismo? Son cosas difíciles de justificar.
-La gestión saliente trabajó en un plan bautizado Argentina 2030. ¿Tuvieron algún intercambio al respecto?
-El plan que hay que revisar y actualizar es Argentina Innovadora 2020 y ver qué podemos rescatar de este nuevo plan al que no tuve acceso, que no fue presentado públicamente, ni discutido de manera abierta. Esta gestión se va sin tener una hoja de ruta. El único plan que marca un camino, pese a sus errores, es Argentina 2020. Habrá que mirarlo a la luz de cómo estamos hoy.
-Ese plan tenía una ambiciosa meta de crecimiento en cantidad de investigadores. ¿Piensan retomar esa senda?
-Sin dudas. Estamos por debajo de tres investigadores por cada mil habitantes. Si la Argentina pretende tener alguna posibilidad de cambiar su matriz de desarrollo necesita aumentar esa proporción. Pero también necesitamos que haya demanda, que haya más industria de base tecnológica, emprendimientos públicos asociados con privados. Si eso ocurre vamos a necesitar más investigadores.
-Pero eso demanda mucha inversión…
-Sí, pero no puede ser que terminemos perdiendo recursos humanos en los que hemos invertido un montón de dinero, que se vayan a otro país como ha pasado en estos últimos cuatro años. Repatriarlos después cuesta mucho más. Sin duda, el programa Raíces deberá ser relanzado, pero nadie vuelve si el sistema de ciencia y tecnología está mal.
-¿Por qué le quitaron la palabra “productiva” al nombre del ministerio?
-Para que esté la idea de que la innovación es algo más amplio. Si bien tiene una dimensión productiva, también tiene una dimensión social. Y hay otras dimensiones. La ambiental también debe ser tenida en cuenta, y hasta entra en conflicto con lo productivo. Están los casos del paquete tecnológico del agro, la minería a cielo abierto, el fracking… Entonces, ¿cómo nos vamos a olvidar de esas otras dimensiones? Como diputado también impulsé un proyecto para crear un observatorio de agroquímicos porque considero que es necesario trabajar con evidencia científica en los debates ambientales.
¿Cómo van a manejar esas tensiones?
-Necesitamos un observatorio medioambiental. El sistema de ciencia debe dotar de racionalidad a una discusión medioambiental que tiene escenarios de mucha conflictividad; escenarios donde tenemos una escuela lindando con un campo que se fumiga y un productor que quiere tener mejor rendimiento. El estado no solo necesita los dólares de la cosecha, también tiene responsabilidades en materia de salud. Desde nuestro lugar debemos brindar los insumos técnicos para este tipo de discusión. Los ministerios de Ambiente, Salud y Agroindustria tendrán que dar el debate, pero el Ministerio de Ciencia tiene que proveer elementos, advertir sobre las consecuencias de una determinada acción. Y esto se puede hacer mediante sensores para controlar la aplicación agroquímicos como los que se están desarrollando. Está también el caso del fracking. Hoy sabemos que existe una mayor intensidad de sismos, que son monitoreados por el Conicet. Tenemos datos de que el agua que se saca se inyecta mal, para no tratarla. A Estados Unidos ya le pasó, y ellos saben que hay que tratar el agua aunque sea muy caro hacerlo. Acá es donde nosotros podemos aportar conocimiento, información..
-¿Piensan en nuevos instrumentos para la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica?
-Más que nuevos instrumentos, primero hay que recuperar toda la línea Fontar (1) y los ANR. Todos los programas están caídos. Uno entra y se encuentra con la leyenda “convocatoria no disponible”. Debemos atender lo que se debe, programas que se estaban ejecutando y que no han tenido nuevas convocatorias. Hay más de veinte instrumentos que tiene la Agencia en la línea Fontar que están paralizados. Deberíamos también empezar a mirarlos de cerca y ver cuáles son los más significativos para este momento, para ayudar a la industria, para abrir la caja y volver a empezar. En el caso del Foncyt hay que decidir qué vamos a hacer con los PICT (3). ¿El Banco Interamericano de Desarrollo va a seguir financiando la línea PICT…? No lo sabemos. Hay que sentarse de nuevo con ellos. Hay que ver qué fondos han quedado disponibles. Todas estas cosas las vamos a ir viendo en los próximos días.
-¿Qué le dejó su experiencia como diputado?
-El haber representado a la ciencia en el terreno de la política. Fue una etapa en la que legislativamente se pudo hacer muy poco. El Congreso estuvo parado. Eso fue lo que me decidió a tomar otro rol, a involucrarme en la defensa del sistema de ciencia y tecnología para denunciar lo que pasaba en muchas instituciones. Tuve muy buenos compañeros, con mucha militancia y decisión.
-¿La actividad en el laboratorio ya quedó de lado?
-Alguna cosa haré, pero cada vez menos. Siento un compromiso mayor. Hasta hace poco representaba a un bloque en el Congreso, pero ahora cargo con una estructura ministerial, soy una de las caras de las políticas del Poder Ejecutivo. Tendré que convivir con la soledad de tener que estar ahí, con todas las tensiones que va a haber y también con todas las ganas de hacerlo. Tengo la sensación de que no habrá tiempo para otra cosa. Igual, me voy a quedar en el barrio, en Ringuelet, en las afueras de La Plata, y viajaré todos los días a Buenos Aires. No dejaré de visitar institutos, organismos y universidades para acompañarlos y explicar lo que quiero hacer.
Notas
(1) Consiste en créditos y subsidios destinados a la compra de tecnología, la incorporación de profesionales en empresas y a la innovación en gestión de políticas.
(2) Es un instrumento del Fondo Tecnológico Argentino destinado a financiar proyectos de desarrollo tecnológico presentados por empresas PyMEs. El objetivo es mejorar las estructuras productivas y la capacidad innovadora de las empresas.
(3) Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT). Tienen por objeto la generación de nuevos conocimientos en todas las áreas de la ciencia y la tecnología. Los resultados están destinados a priori al dominio público y no están sujetos a condiciones de confidencialidad comercial.
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