Un taller que enseña a quitar un implante extraterrestre podría ser menos extraño de lo que parece. Al punto que hay mucha gente dispuesta a pagar 15.000 pesos para que la española Ahimsa le enseñe la técnica para evitar el control extraplanetario. Una idea con muchos antecedentes y muy poca realidad.
Para hacerme el simpático podría decir que tropecé con este anuncio mientras buscaba precios de implantes dentales, pero la novedad estaba en el siempre instructivo muro de Facebook de la investigadora Débora Goldstern, editora del blog Crónica Subterránea.
El anuncio parece un fake, y no lo es. Menos lo parece en ciertos ambientes, o lo parecerá dentro de algunos años en círculos más amplios.
“Taller de detección y extracción de implantes a terceros”, es el título de una de las charlas que dará en Buenos Aires la española Sol Ahimsa desde el 19 de agosto al 2 de septiembre. Aulas Pandora, la web que auspicia la presentación, anuncia cinco talleres a 475 euros (unos 15 mil pesos argentinos). “Este taller está enfocado para aquellos que quieran aprender a hacer la extracción a terceros. Es una técnica sencilla de trabajo con el campo energético de la persona a tratar y que posibilita poder extraer no solo los implantes, sino larvas o cualquier otro tipo de objeto plásmico que se haya adherido al mismo”, sigue.
El año pasado Ahimsa visitó Buenos Aires. Al parecer le fue bien: en las entrevistas donde anuncia su regreso a la Argentina les pone garra: “Hay personas que se quitan los implantes y éstos vuelven otra vez. Hay una estructura implantaria que no se quita, nadie os la quita, y yo voy a enseñar a quitárosla. Vamos a trabajar con esta tecnología extraterrestre. Es muy importante para una buena salud aprender a liberarnos de esos programas que traemos de nacimiento”.
Ahimsa se presenta como investigadora, orientadora y practicante de varias técnicas para la salud (a veces dice “sanación energética”, otras “bienestar”), astróloga kármica, especialista en técnicas de desarrollo personal, apertura de conciencia, teosofía “y otros temas de desarrollo espiritual”. En otro párrafo leemos que dice ser “Pedagoga, Profesora de Educación Especial y Logopeda”. Las comillas son necesarias: si sus experiencias y servicios están relacionados con sus canalizaciones y encuentros con reptilianos e insectoides, como le confió a David Parcerisa, no debería hacer falta ostentar presuntas titulaciones académicas. Pero el prestigio social fronterizo del esoterismo parece justificar esta clase de licencias. En la entrevista dice que ve transformaciones en personas que terminan revelándose no humanas, al modo de V, Invasión extraterrestre. “Les he visto desde los 80. Cuando los vi por la calle pensé que se me había ido la cabeza. Se les retira la piel y se les ve debajo”. Otros confirmaron sus percepciones, que incluyó seres con cara de dinosaurios. “Han intentado sacarme del cuerpo, he tenido sueños lúcidos. Al principio tuve miedo pero luego aprendí a controlar esas situaciones. He debido enfrentarme con algunos de ellos”.
A los interesados en participar del taller Ahimsa les pide que lleven una barrita de Antimonita o Stibnita (Estibina), un mineral tardíamente asociado a la terapia orgónica (desaprobada por reichianos ortodoxos como James De Meo, autor de Orgone Accumulator Handbook, 1989). “Los implantes, explica Ahimsa, son estructuras distorsionantes de los campos electromagnéticos corporales. Son como los microchips, actúan haciendo modificaciones, borrando información codificada en el ADN, desprogramando y reprogramando los campos electromagnéticos y bloqueando determinada información traída en el alma. De esta forma, todo implante debería ser detectado y extraído para que no pueda actuar de alguna de esas formas.” Al abordar los diversos tipos de implantes, agrega: “(El implante larvario) es un tipo de implante vivo que genera el mismo tipo de alteraciones pero con la diferencia de que es un ser vivo quien controla a la persona y no una tecnología que a su vez está siendo guiada por otras mentes, sean éstas alienígenas o terrenas”.
Si pudiera participar del taller de Ahimsa me gustaría conocer las inquietudes, los conocimientos y expectativas de los asistentes. ¿Son new agers o personas que han recibido una formación post-teosófica avanzada en grupos platillistas o similares? ¿Van por problemas de salud o afirman haber sufrido experiencias de abducción extraterrestre y necesitan saber cómo remover los implantes que creen tener en sus cuerpos?
Cuando ufólogos como Roger Leir y Derrel Sims, en los EE.UU., el psiquiatra Mario Dussuel en Chile y Claudeir Covo en Brasil batallaron la idea del implante alienígena, el concepto era minoritario, aún no había sido reinterpretado ni muchísimo menos incorporado por el público que milita en la idea de contactos extraterrestres. Si bien el control mental está presente en el relato de los contactados históricos, no parecía haber llegado el momento de que la sospecha de poseer implantes alienígenas justificase un servicio con un alto arancel. Evidentemente, un sector del público interesado parece dispuesto a dar una oportunidad a terapias espirituales asociadas con creencias que parecen “extremas”, pero que, si hilamos fino, no son tan distintas a otras representaciones del mainstream mágico, como el concepto de daño en la brujería tradicional o el “bajo astral” que postuló Madame Blavatsky y sus sucesores.
La teoría de alienígenas que manejan el control mental está extendida en novelas y cuentos de la primera mitad del siglo XX.
En El Llamado de Cthulhu (1928) H.P. Lovecraft los Antiguos moldeaban el sueño de los hombres para comunicarse con ellos.
En “Shambleau” (1933), Catherine L. Moore, una de las primeras mujeres en escribir ciencia ficción, creó otra medusa lovecraftiana, una especie de alienígena felina con ojos hipnóticos capaces de controlar la mente y el alma mientras extrae la fuerza vital de su víctima.
En “Black Thirst” (1934), la misma Moore imagina un alienígena que le roba el alma a través de los ojos a su víctima, sumergiéndola en una pesadilla ambulante.
En “A Valley of Dreams” (1934) Stanley Weinbaum presenta a Tweel, un marciano parecido a un avestruz que trata de impedir que los terrestres entren en un valle paradisíaco pero que, en realidad, es una ilusión generada por unas plantas carnívoras con poderes telepáticos.
En “The Camford Visitation” (1937), H.G. Wells escribió sobre una persona acosada por una voz que escribe un libro titulado Perturbaciones extraterrestres de la mentalidad humana. Esa presencia pretende demostrar la existencia de “un salto del subconsciente causado por algún tipo de fractura espacio-temporal”.
El ensayista Martin Kottmeyer, recopilador de estos ejemplos (1), sostiene que la manipulación mental alienígena se superpone con las sociedades secretas con conocimientos especiales y fuerzas espirituales que ocupan el cuerpo de las personas. En cada uno de estos casos, es el libre albedrío el que aparece jaqueado. “Ese hombre marioneta sujeto a los hilos que mueven los poderes superiores del universo ha fascinado a todos los pensadores a lo largo de la historia. Las creencias en lo sobrenatural, en especial sobre las posesiones demoníacas y las maldiciones, invocan a menudo la premisa de que la mente puede estar indefensa ante el control de fuerzas externas al alma humana”, escribió (2).
En “I Remember Lemuria”, un relato publicado en mayo de 1945 por la revista de Amazing Stories, Richard Shaver comenzó a desgranar la cosmología de una civilización subterránea que concentraba sus esfuerzos en dirigir el destino de la Tierra tratando de controlar las mentes de sus habitantes. Entre conspiraciones, fragmentos de sabidurías ancestrales y continentes sumergidos procedentes directamente del acervo teosófico, Shaver afirmaba que los Deros habían desplegado bajo el planeta una tecnología de vigilancia electrónica capaz de manipular las voluntades. Funcionaba como una “radio teléfono mental” que impulsaba a los referentes de la humanidad a su autodestrucción.
El relato de Shaver está encuadrado en el primer realismo fantástico: si bien fue publicado en una revista de ciencia ficción, él y el editor, Ray Palmer, juraban describir sucesos reales (aunque luego Palmer revelara detalles que pusieron en duda su convicción, como el hecho de que Shaver enviara sus notas desde un manicomio).
En otros cuentos de ciencia ficción aparecieron los primeros implantes alienígenas propiamente dichos. Qué argentino no conoce, por ejemplo, a los teledirectores que incrustaban los Manos en la nuca de los “hombres-robot”, según Héctor Germán Oesterheld en El Eternauta (1957). Ya estaban presentes en películas como Invaders from Mars (William C. Menzies, 1953), donde los marcianos adosaban estos dispositivos en la base del cráneo de sus abducidos, bajo la amenaza de causarles una hemorragia cerebral fatal, o en relatos populares como el que presentó en su programa de radio Long John Nebel, quizá el primer periodista que condujo un show paranormal para una audiencia masiva.
En marzo de 1957, Nebel entrevistó a John Robinson, quien refirió una espeluznante abducción supuestamente ocurrida en New York, en 1938. Allá por los años 40 un vecino suyo, Steve Brodie, le contó que dos misteriosos encapuchados lo paralizaron con una vara y le insertaron unos pequeños auriculares detrás de sus orejas, antes de perder el conocimiento. Brodie le confió a Robinson su historia cuando encontró en casa de éste un ejemplar de Amazing Stories que traía una nota sobre el fabuloso mundo subterráneo de Shaver. Le mostró las cicatrices que le quedaron tras aquel calvario y le confesó que nunca más pudo comer carne (en un curioso precedente de la experiencia de la cantante Patricia Sosa). El final del caso es de cuento: Robinson quiso reencontrar a Brodie en Manhattan, pero había dejado su departamento sin dejar rastros. Un vecino le juró que lo vio deambulando como un zombi en Arizona, tal vez bajo control Dero (3).
Los hombres van, vienen y la Tierra permanece: Sol Ahimsa también asegura recibir mensajes de sus hermanos intraterrenos. “Hace eones decidimos venir aquí para compartir y colaborar con la evolución de este planeta”, no interferir con el destino de la Humanidad (introduciendo la paradoja de la interacción de la propia Ahimsa, que proceden de otros mundos) y contribuir en la lucha contra las “vibraciones de baja frecuencia”, equivalente contemporáneo al bajo astral, si los hubiese.
Referencias
1) Kottmeyer, Martin S. Mind control by aliens en The Encyclopedia of Extraterrestrial Encounters, Ronald Story (Editor). Sept. 2001
2) Kottmeyer, Martin S “Alienating Fancies: The Influencing Machine Fantasy in Ufology and the Extraterrestrial Mythos”. En Magonia nº 49 y 50. Junio y septiembre 1994.
3) Rogerson, Peter. “Fairyland hunters”. Magonia 46, junio 1993.