La iniciativa se lanzó en 2014 para estudiar en forma interdisciplinaria los recursos del mar argentino y elevar su aporte el PIB nacional. Del programa participan siete ministerios, varias universidades y diversos institutos. Tras varios años de desfinanciamiento, los objetivos 2020-2023 incluyen la puesta a punto de los barcos oceanográficos, la expansión de la flota y la implementación de la Red de Observación y Monitoreo del Mar Argentino.

La idea de poner en valor a la “pampa azul” argentina tuvo su germen en la provincia de Chubut. El 2 de abril de 2013, la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner viajó a Puerto Madryn para conmemorar el Día del Veterano de Malvinas. Antes de comenzar el acto, el entonces gobernador Martín Buzzi le comentó que la provincia estaba trabajando en una iniciativa para capitalizar mejor la investigación científica marítima que se realizaba en esa y otras ciudades costeras. Lo llamaban “el proyecto azul”.

El Gobierno nacional hizo suya la iniciativa y la amplió a todo el territorio nacional. “Ahí se condensó la iniciativa chubutense con la capacidad del Estado nacional”, recuerda el biólogo Juan Emilio Sala, investigador del Centro Nacional Patagónico y coordinador del Consejo Asesor Científico del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación en el marco de la iniciativa Pampa Azul que, tras un período de paralización, se relanzó este año.

 

La iniciativa articula la participación de diferentes ministerios, entre ellos los de Ciencia, Agricultura, Relaciones Exteriores, Turismo, Defensa y Medio Ambiente. En julio de 2015, se sancionó la Ley PROMAR, que estableció un financiamiento inicial de 250 millones de pesos para Pampa Azul. La ley recién se reglamentó en 2016 y los fondos nunca llegaron.

En 2018, por ejemplo, solo se ejecutaron 7 millones de pesos para la iniciativa. De las dieciocho campañas oceanográficas pautadas, solo se hicieron tres. Los investigadores que trabajaban en la iniciativa tuvieron que suspender sus proyectos, o tratar de sumarse a campañas realizadas por barcos de otras instituciones. Mientras tanto, los buques que se usaban para esas expediciones, como el Puerto Deseado y el Austral, no recibieron mantenimiento.

“Estamos reconstruyendo los buques porque así como están no pueden salir al mar – explica Sala -. La primera vez que se va a cumplir con la aplicación de la ley será en el presupuesto del año que viene, ya que el MINCYT solicitó 285 millones de pesos para esta iniciativa. Eso se va a completar con los fondos que provea cada ministerio y los subsidios internacionales que vayamos consiguiendo”.

En la Argentina, hay una tradición importante en investigación marítima, aunque es menor en comparación con otros sectores que siempre fueron considerados estratégicos. Una de las razones es el costo. “Investigar en el mar es mucho más caro que investigar en tierra por la infraestructura que requiere. De todos modos, son varios los institutos que sostuvieron la investigación a través de los cambios de gobierno. El Pampa Azul, además de inyectar fondos, vino a articularlos y fijar un rumbo”, indica Sala. Algunos de esos centros son el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero, el Instituto Argentino de Oceanografía, el Centro Austral de Investigaciones Científicas y el CENPAT.

Los cimientos sobre los que se construyó la iniciativa fueron tres: generar conocimiento científico interdisciplinario sobre el mar argentino que aporte a su preservación y manejo sustentable; impulsar desarrollos tecnológicos para fortalecer las industrias vinculadas al mar; y promover en la sociedad argentina una mayor conciencia sobre el patrimonio marítimo. A través de esos ejes, se busca incrementar el porcentaje del PBI proveniente del mar, que actualmente es del 1,5 por ciento, para llevarlo a un 10 por ciento en 2035. “El cambio cultural también implica consumir más lo que pescamos y darle un valor agregado porque hoy el 90 por ciento se exporta sin procesar”, sostiene Sala.

Para esta nueva etapa del Pampa Azul, los integrantes del Consejo Asesor Científico consultaron a los ministerios qué necesitaban y armaron un plan de fortalecimiento para empezar a organizar las próximas campañas. “No queremos que la iniciativa se limite a buques que investigan el mar – enfatiza Sala -. También apuntamos a otros sectores que antes no estaban contemplados, como el de los pescadores artesanales, que forman parte de la vinculación con el sector productivo. Así que mientras reconstruimos lo material, también modificamos lo simbólico. Es un Pampa Azul 2.0”.

Por eso, sobre los tres ejes iniciales, trazaron los objetivos para el periodo 2020-2023. Entre ellos, se destaca la puesta a punto de los barcos, la expansión de la flota y la implementación de la Red de Observación y Monitoreo del Mar Argentino, que tendrá el objetivo de medir parámetros como temperatura, salinidad y pH a lo largo de toda la costa, para obtener datos que aporten información sobre procesos como el cambio climático.

Uno de los desafíos es lograr que las acciones propuestas impacten en las políticas públicas teniendo en cuenta diversas perspectivas, entre ellas, federal, ambiental, productiva, de género e inclusión social. Como son varias cuestiones a tener en cuenta y a veces los intereses pueden cruzarse, el espacio donde se debaten y resuelven es en el Comité Interministerial, integrado por representantes de las siete carteras involucradas.

Además, en las reuniones surgió la idea de invitar a un octavo ministerio, el de Educación. “La formación de recursos humanos es clave y nos faltan oceanógrafos, ingenieros pesqueros y abogados en derecho marítimo. Por eso, vamos a lanzar un sistema de becas de grado para estudiantes de carreras estratégicas para el Pampa Azul, con el objetivo de formarlos específicamente para que trabajen en la iniciativa”, explica Sala.

Mientras comienzan a organizar los arreglos en los buques para volver a salir al mar, ya se definió cuál será el destino inicial. “La primera campaña va a ser al Agujero Azul, en el límite del Talud Continental. La Argentina tiene un fuerte interés en trabajar ahí porque es donde hoy está el candelero de la pesca ilegal del calamar. Estaba planificado para 2018, pero no se hizo. Así que estamos reflotando eso mientras trabajamos en las articulaciones necesarias para lograr un rápido impacto en el desarrollo productivo del país”, dice el investigador.

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