Sebastiano De Filippi descorre el velo que cubrió desde 1983 la ciudad intra/extraterrestre que algunos afirman haber visto en algún lugar de las sierras de Córdoba. El libro “La Ciudad de la Llama Azul” es también la biografía nunca antes escrita sobre el mentor de aquella aldea metafísica: el falso médico griego Angel Cristo Acoglanis.
Casi nadie que haya ingresado por curiosidad en las historias sobre la ciudad intraterrena de Erks y, por añadidura, en los enigmas que rodean a Capilla del Monte y el cerro Uritorco, escucharon hablar de Sebastiano De Filippi. Él es licenciado en dirección musical de orquesta sinfónica por la Real Academia de Música de Londres, celebrado y multipremiado en Buenos Aires e Italia, donde, en 2017, el Presidente de Italia lo nombró Caballero en la Orden al Mérito de la República. Cultivó su prestigio interpretando los grandes clásicos, una zona de la cultura exquisita pero poco visible para oídos profanos.
Prácticamente desconocido en círculos platillistas, solo es conocido y apreciado por un puñado de personas del ambiente, todas ellas coprotagonistas de este libro. Lo conocen porque lo recibieron en sus casas, lo acompañaron a ciertos lugares, le sugirieron con quienes conversar sobre ciertos temas o lo orientaron en una búsqueda cuyo destino final quizás ignoraban. De Filippi conversó con cada una de estas personas. Grabó testimonios, leyó bibliografía especializada, revisó archivos y exploró geografías. Con frecuencia entrevistó a personas que no se conocían entre sí. El común denominador de estas conversaciones fue una figura notable. Alguien que había dejado una huella enérgica en sus vidas: Ángel Cristo Acoglanis, el quiropráctico, místico y mentor de Erks, la Ciudad de la Llama Azul. Esposas, amantes, hijos, discípulos, alumnos, consultantes, compañeros de estudios, socios, asistentes, mecenas, escribas… Cada uno conocía una parte de la vida de Acoglanis, algunos de ellos sus secretos, pero nadie antes había realizado el esfuerzo de hablar con cada una de las partes. Con todos los que estaban disponibles para ser contactados (por medios ortodoxos, claro) y no tuviesen reparos a la hora de relatar su versión de los acontecimientos por ellos vividos.
Nadie más, tampoco, había leído los mismos libros que Acoglanis leyó, la casi totalidad de los textos que él escribió, ni la lógica transversal por la cual terminó siendo guionista fantasma de los libros de Trigueirinho, el autor más leído sobre Erks. Nadie más sabía cómo ese hombre de origen humilde, que en su juventud había sido chofer y electricista, se enriqueció y llegó a atender en consultorios médicos a funcionarios de gobierno y a gente famosa. Nadie más averiguó por qué el segundo esoterista más conocido relacionado con el asunto, Guillermo Alfredo Terrera, ninguneó a Acoglanis y puso en su lugar a un tal Saruma, una entidad que, descubrirá el lector, es más sustanciosa en significados que si fuera un mero individuo. Nadie más había determinado mediante qué procesos e influencias un buscavidas rosarino, con una personalidad y trayectoria diferentes al estereotipo de santón encarnado por Alberto Olmedo, terminó presentándose como un osteópata griego iniciado en el Tíbet y muchos de sus consultantes le creyeron, o no les importó si sus credenciales eran legítimas, una vez resuelta la dolencia que les aquejaba.
Llegó el día en que Sebastiano De Filippi se transformó en alguien que, tal vez, él no se había propuesto ser conscientemente: el único, aparte de Acoglanis, que conoció casi todo lo que valía la pena aprender para contar su vida pública y privada; o, si se quiere, en convertirse en el único capacitado para narrar la historia de un tipo que nadie conocía mejor que él.
De Filippi le dedicó a esta tarea titánica un tiempo de maduración que solo explica su pasión por descubrir la verdad: veinticinco años.
Si el autor hubiese trabajado este libro con una fecha límite, las cosas se le hubieran puesto difíciles. Por muchas razones. Dos de ellas: la compleja personalidad del protagonista, un hombre cuya astucia para el engaño solo fue comparable con la habilidad de un ilusionista, y los controvertidos pormenores de los sucesos que esta obra describe con profusión de fechas, nombres y situaciones: los sinuosos caminos que Acoglanis recorrió para reinventar su vida, las lecturas formativas que forjaron su teología teosófico-espacial, los desvíos forzados por sus romances clandestinos, las ventajas y amenazas derivadas de cultivar amistades peligrosas.
El autor acomodó cada pieza laboriosamente reunida con el cariño que un escritor de ficciones le prodigaría a su primera novela. No era para menos: estaba ante una vida real de fábula. Se trataba, además, de la vida del hombre que proyectó el nombre de Capilla del Monte y su famoso cerro, el Uritorco, más allá de nuestras fronteras. De Filippi hilvana los hilos de una madeja de nervios donde causas sentimentales ceden paso a misiones proféticas, representaciones simbólicas propias y ajenas conducen a negocios formidables y revelaciones apocalípticas, que solo parecían tener una dimensión espiritual, de pronto encajan con guerras de egos o golpean el punto débil de algunos poderosos. Y un final donde esa mezcla –esa amalgama de creencias, corrupciones e infidelidades- estalla en un crimen brutal cuya explicación llega con treinta años de demora.
En La Ciudad de la Llama Azul Sebastiano De Filippi articula una trama de historias de vida que necesitaban ser ensambladas por un investigador meticuloso, dotado de una prosa amena, animada por una mente perspicaz, para cautivar lectores hartos de tergiversaciones, mentiras y exageraciones. Su pluma rigurosa deslumbra al lector con ironías afiladas y un estilo sin artificios, desplegando en forma cronológica las asombrosas aventuras del fundador del mito de Erks y sus compañeros de ruta, que unas veces parecen el elenco de una comedia de enredos y otras veces actores de una puesta dramática.
En tiempos de atención huidiza, miles de interesados en el esoterismo, la ufología y las religiones contemporáneas tienen, para leer de una sentada, una historia documentada y argumentos sólidos que responden a los grandes misterios sobre Ángel Cristo Acoglanis, la verdad sobre las energías cósmicas y otros enigmas del cerro Uritorco; de yapa, hacia el final, el autor revela un dato fascinante: las coordenadas exactas de la ciudad perdida de Erks.
Los descubrimientos que hizo De Filippi destronan a miles de páginas sin sentido que, paradójicamente, le dan un sentido a este libro erudito y divertido, es decir, doblemente extraordinario.
Pido permiso para dedicar el último párrafo a una digresión personal. Hace diez años escribí el libro Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina. Algunos me reprocharon haber eludido el expediente que ahora esta obra aborda frontalmente. Explicar las razones de la omisión fue difícil. Hoy tengo la coartada perfecta: hubiese necesitado veinticinco años de investigación y una virtud que el autor tiene y yo no sé, que es la paciencia del monje renunciante que vive su retiro en silencio, sin pensar en el día que va a escribir sobre su dios o lo que mejor conozca.
Sus lectores somos afortunados: Sebastiano lo hizo.
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