Muy bien: caen las posibilidades de Cambiemos para el 2019. ¿Pero qué se viene? ¿Con cuánta destrucción a cuestas? ¿Volverá el Qué se Vayan Todos? ¿El peronismo? ¿Qué peronismo? ¿Con qué candidatos?

Según cómo se vea, el dato más preocupante del presente político y del futuro electoral no es tanto que Cambiemos aun conserve una posibilidad de triunfo en un cuadro eventual de peronismo dividido –operado o no desde el Gobierno-, ni que un posible triunfo peronista pueda tener–diría Palito Ortega- sabor a nada o a naftalinas, ni que la oposición, todavía, siga medio sumergida en un estanque, como mil fragmentos flotantes que se miran de modo más o menos miserable. Lo más embromado es ese dato duro en el que, según cuándo y cómo, las encuestas coinciden o suelen señalar: que la baja de Cambiemos no siempre redunda en votos para la oposición sino en caída de todos. Se suma otro dato siempre cambiante y ambiguo: una suba de la imagen de CFK, que no alcanza a definir nada.

La caída –no siempre verificada en los estudios de opinión pública- de “todo el mundo” indica ya no solo la “ausencia de capitalización” de la otra caída aun mayor de Cambiemos sino cosas peores. Comenzando por el hecho de que la expresión “capitalización” no solo que huele a capitalismo del peor sino a pura traslación mecánica y cansina de votos, a arreo triste de voluntades pesadas y atontadas, a cero mérito del que capitaliza, a vacío y desierto. O sobre todo: a la ausencia de proyectos políticos creíbles, consistentes y ni qué hablar de candidatos que a su vez encarnen esos proyectos. Lo preocupante –de persistir la caída de todos, aunque el dato es movedizo- es la mera suba de una bronca popular antipolítica, torpe, ciega.

Foto: Enrique García Medina.

Esa es la lectura que ya alimentan los discursos alanatados (a lo Lanata): la culpa de que estemos “siempre mal” no se concreta en razones, en argumentación, en diseccionar el proyecto elegido por el Gobierno y sus medidas, en lo que nosotros llamamos neoliberalismo. No, la culpa de nuestros males es indefinida pero omnipotente. O lo es vagamente de los políticos –“todos son iguales”- o lo es metafísicamente de “los argentinos”, que no tenemos remedio (ver nota de Marcos Mayer).

Un sondeo publicado por Clarín que dado el vértigo ya tiene algo de viejito por ser anterior a lo peor de las corridas cambiarias, hecho por la consultora M&R-Query Argentina, planteó la pregunta siguiente: “Si las elecciones fueran hoy ¿A quién votaría?”. Respuestas: el oficialismo arañaría el 33% versus el 40 de la oposición. Los indecisos aparecían como poderoso 27%. Cambiemos ya perdía en ese trabajo nueve puntos solo entre octubre de 2017 y abril de 2018. Pero buena parte de los votos se van… a los indecisos. Por esos mismos días (otra encuesta hecha a fines de abril, envejecida) por el Grupo de Opinión Pública, indicaba que en Capital y Gran Buenos Aires, zonas fuertes del voto cambiemista, un eventual candidato oficialista obtendría el 35,1%, contra 48,4% de un opositor. Alarma para el Gobierno, ya andaban titulando los diarios opositores, que hoy buscan el inevitable modo de distanciarse del macrismo sin hacer tampoco desastres.

Mauricio, el Octavo Pasajero

Todavía antes de las corridas los trabajos del Grupo de Opinión Pública decían que sobre un total de once posibles candidatos a la presidencia, Mauricio Macri aparecía en un triste octavo lugar, tomando en consideración el parámetro de la imagen positiva (lo cual no es exactamente riguroso). Hasta hacía pocos meses aparecía subido a un podio de tres ganadores posibles. Imagen del Presidente: 59,2% entre “mala y muy mala”. El trabajo, reiteramos, corresponde a las geografías de Capital y GBA, y terminó de hacerse el 2 de mayo pasado. En él reapareció un clásico, la maldición de Cambiemos: un 64% de los encuestados diciendo “el Gobierno beneficia a los ricos” (contra 48,3 en octubre de 2017, guau). Último dato de ese trabajo: María Eugenia Vidal todavía no había recibido el efecto rechazo de la corrida cambiaria, la discusión sobre los tarifazos, el acuerdo con el Fondo. La gobernadora aun aparecía como eventual triunfadora en escenario de segunda vuelta, en reemplazo urgido de Macri.

El dato sobre la caída de Macri en las encuestas es cada vez menos cambiante y viene de lejos. Hoy, titulan los diarios de derecha pura, está en su piso, “en su peor momento”. Confirmado esto por consultoras cercanas a al oficialismo como Managment & Fit o Poliarquía, que para paliar un poco las malas noticias subrayó que Macri ya tuvo tres caídas que más o menos revirtió y que la actual no es “un hecho definitivo ni excepcional”.

De acuerdo, no hay sorpresa, Macri viene cayendo parejito (hasta hace poco recuerden, qué bronca nos daba que un 40% aun lo apoyara). La pregunta es entonces, amén de Vidal, qué onda con la oposición, qué perspectivas electorales tiene. Entonces, de nuevo, otro dato que se sostiene en el último tiempo: Cristina Fernández de Kirchner es la opositora con más porcentaje de posibles votantes de cara al 2019. Ese estudio de Poliarquía sí fue realizado en medio del bolonqui cambiario que nos llevó (nos llevaron) al Fondo Monetario.

A ver esos números, obtenidos entre el 4 y el 14 de mayo pasado. Cristina, con el 24% de los votos. María Eugenia Vidal ahora con un corto 19%. Macri con el 16. Ya más lejitos: Sergio Massa con el 14%; Juan Manuel Urtubey con el 4%; Florencio Randazzo, sólido, con su 3%, jugá callado. Dato maravilloso con el que nos agasajó Poliaqrquía: el de Elisa Carrió con un 1% si fuera candidata presidencial.

Ojo al piojo. Según la consultora Cambiemos, entendido literalmente como espacio político consolidado, todavía junta el 36% de las intenciones de voto, contra el 25% del kirchnerismo y –convenientemente separado- el 21% del PJ. Por supuesto, el modo de presentar los números, practicando esa división, es algo artificioso.

Divididos/ Las pelotas

Volvemos al punto de esa separación deseada, factible o inevitable de kirchnerismo y peronismo. La practica otra consultora, Marketing & Estadísticas, en un trabajo con solo 1275 entrevistas. La pregunta fue esta: “¿Quién puede conducir mejor al país en 2019?”. Las respuestas: Cambiemos el 29,2% (muuuuy por debajo de los datos de Poliarquía), 23,6% para el kirchnerismo y el “peronismo” con apenas 10,9%. Ese casi 11% para “peronismo” es una porquería. Aunque si nos ponemos optimistas sería la confirmación por la positiva del desdén con que Cristina –hace añares- hablaba de “pejotismo”, además de una muestra de su fortaleza relativa en el gomoso campo del “peronismo”. Lo interesante del trabajo es que en la encuesta no ganan ni Cambiemos, ni CFK, ni el pejotismo o peronismo. No. Gana, de manera pírrica, la invocación o conjuro mágico a “otra oposición”, con solo el 24%.

Tema 1: tal armado opositor puro, blanco y radiante difícilmente vaya a existir en 2019. Houston, problemas, etc.

Tema 2: interesantísmo, o triste, o quizá desolador: la división de votantes en miserables cuartitos recuerda los resultados generales que llevaron a la presidencia a Néstor Kirchner, con más desocupados que votos.

Pinchame el tema Que se Vayan Todos.

O no. Porque cuando en la misma encuesta CFK es vuelta a ser presentada como “peronista” (lo cual no cierra mucho con la división anterior en un mismo estudio), se lleva el máximo caudal de votos peronistas con el 44,4%, contra el flojísimo 11,8% de Massa, 9,4 para Alberto Rodríguez Saá,  6,7 para Florencio Randazzo (vamos todavía) y premio consuelo de 5,2 % para el salteño Juan Manuel Urtubey.

En esa misma encuesta la imagen positiva de Mauricio Macri aparece caída al 32%. Por ahí anda, en un promedio del 35 positivo con mucha suerte. Importante: más del 51%, de encuestados salidos de todos los rincones del ring democrático dicen que económicamente estaban mejor con Cristina.

Entonces, lo de siempre. La pregunta del millón: sea por crisis económica, huída odiosa al FMI (resistida por entre el 58 y el 75% de la población, según sea la encuesta, pero siempre incluyendo a votantes macristas), o por vía comparativa entre dos gestiones de gobierno, ¿todo eso puede proyectarse a una reconciliación significativa de parte de la sociedad con CFK? La respuesta de quien escribe es meramente intuitiva y ya fue formulada: difícil, pero no imposible. Le han pegado tanto, la construyeron tan fieramente como perra, y es tan fácil para los humanos quedarse con el resentimiento y la exculpación, que parece altamente improbable un mea culpa de quienes votaron a Cambiemos, más el hecho de que suele votarse a la novedad presunta (como ocurrió con la astucia de Cambiemos). Por la otra banda, hasta ahora sabemos que Cris no quiere ser candidata. O lo sería –según las usinas de la derecha- solo si Máximo es candidato, cosa de “blindarlo judicialmente”, dicen esas usinas o en el presunto caso de que surja un operativo clamor desde el vasto, invertebrado y miope peronismo.

El que escribe ve difícil que CFK sea candidata. Sea por los datos ya expuestos y conocidos (piso fuerte, techo bajo, alto nivel de rechazo todavía), o porque no pinta tener ganas de querer volver a matarse en la presidencia, o porque muchos la detestan en el peronismo y lo del operativo clamor, hoy, suena lejano. Aun así otra encuesta más, en este caso hecha por la consultora Synopsis, dice que la  positiva de Cristina creció siete  puntos en comparación con un mes que queda bien cerca: noviembre pasado. Claro que con una imagen negativa  de 58%.

Situación complicadísima, con rechazo o no, con mucha imagen negativa todavía, CFK le sigue llevando varios cuerpos a otros seudo presidenciables seudo peronistas, se llamen Massa o Urtubey, como ejemplos. Peronistas: salgan corriendo a buscar un candidato en Mercado Libre.

Cuanto peor, mejor. Pero peor

Dato duro que enfurece a la derecha. Lo que se viene, el escenario económico inmediato y mediato, “favorece” a la oposición y perjudica al oficialismo. Las comillas puestas en el verbo favorece pretenden decir “favorece sufrimiento social mediante”, o “favorece destrucción económica mediante”, que será ardua de revertir a quien le toque gobernar. Parece dificilísimo que con acuerdo con el Fondo (y si no lo hubiera, el abismo para el Gobierno) las cosas se vayan a poner bonitas. En los medios, todos apuestan con parecido pesimismo a una especie de juego que se llama “adiviná dónde va a recortar o apretar el Fondo/ el Gobierno”, aun cuando hablemos del nuevo Fondo buenazo, que sí, acaso sea una pizca más gradualista que en los 90 para no perjudicar a un gobierno latinoamericano neoliberal. No sabemos todavía si será (un poco) más benevolente. Si podará jubilaciones, si habrá despidos masivos de estatales, si eso traerá quilombo, si drástica disminución de la inversión pública en infraestructura –en escala nacional, provincial y municipal-, si gozaremos a lo pavo de más tarifazos que de hecho se siguen y seguirán sumando.

Decíamos: la derecha se enfurece cuando habla de una oposición que piensa que cuanto peor le vaya al gobierno mejores serán sus chances electorales. Pero no, acá cuanto peor, peor para todos, incluido el escenario posible del nuevo Que se Vayan Todos. O de nuevas y peores represiones (estas líneas se escriben en plena represión a los trabajadores del subte).

¿Regreso de un peronismo insondable en 2019? Puede que exageremos o estemos ayunos de memoria pero nunca el peronismo estuvo tan mal ante la perspectiva hoy posible de ganar una elección. Está mal en su propia y tremenda fragmentación, en el poder territorial y legislativo que tienen sus sectores conservadores y hasta feudales, en la mirada de eso que se llama opinión pública y que votó a Cambiemos desde todos los estratos sociales, en la ausencia de proyecto. Puede –como escribió Horacio Verbitsky- que quede algo de ADN peronista en un sentido anti liberal, un restito de ADN más sensible o contenedor de los sectores más vulnerables. Pero aun así grita el problema de lo mal que está el peronismo desde la nada estrecha perspectiva de la ausencia de un candidato que unifique el caos, o que supere la propia degradación, ya no digamos la institucional sino la identitaria.

Puede que pueda Cristina Fernández ayudar paliar esa degradación, no necesariamente como candidata. De hecho parece ser eso lo que se propone en el presente, no lo hace tan mal, se vuelven a acercar o acovachar relativamente cerca de ella unas cuantas figuras significativas que se abrieron en el pasado. Acertadamente, para nuestro gusto, mantiene un perfil bajo, cosa de que el oficialismo y sus aliados no kirchnericen-demonicen a lo que sea que se pueda consolidar como oposición.

Foto: Claudia Conteris.

A la vez Cristina, además de dirigente excepcional en el mapa de lo que hay, fue la más lúcida (y corajuda) de todo el peronismo cuando desde aquel ya lejano discurso en las puertas de los tribunales de Comodoro Py llamó a conformar un frente ciudadano de identidad plural, que se convirtiera en un freno a las políticas neoliberales. Eso no sucedió. El massismo (Sergio Massa más particularmente) y el grueso del peronismo conservador tardaron dos años en intentar ser oposición. En cambio, con la cancha inclinada, ella fue la primera en denunciar el desastre del  endeudamiento o el de los tarifazos, entre otras catástrofes.

Escenario difícil y triste para todos nosotros. Cuanto peor, peor. Apartemos a CFK del escenario, dejémosla armando, acaso ayudando a hilar la trama de un peronismo menos impresentable. ¿Y qué candidatos a presidente? Sergio Massa no parece que pueda serlo del peronismo global, sí una cuña, un espacio construido a la medida de las necesidades del macrismo. Más claro, pero más difícil, es hacer eso mismo –la cuña divisoria- en el caso de Urtubey, cuya trascendencia nacional es sin embargo escasa. ¿Entonces?

Hoy, mientras se escribe esto, las noticias de la represión a los trabajadores del subte, o la de las negociaciones con el Fondo (con la Iglesia en contra, menudo dato), o lo que vaya a hacer el ministro Dujovne, medio esconden lo que sucedió con la discusión en el Senado por el tema tarifas. El macrismo allí apretó todo lo que pudo. Pero no logró sin embargo (hasta que se escribe esto) sumar del todo ni a Urtubey, ni a Pichetto, ni a Schiaretti. Pista conjeturable de que acaso no le sea tan fácil operar una división del peronismo a largo plazo.

¿Candidatos? ¿El Chivo Rossi? Tiende a sonar bonito pero muy K en la relación de fuerzas. ¿Felipe Solá, que habla bonito, bancó hasta donde pudo a León Arslanián cuando fue gobernador, y sostiene un aura como de peronista renovador?

Tiren nombres, os lo rogamos. Juguemos a eso, nos divierte a todos. Lo llamativo es que la lista de candidateables es lastimosamente breve.