Convocados por el Centro de Opinión Pública de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, los politólogos Roberto Bacman (CEOP), Luis Romero (SINOPSIS), Hilario Moreno (DICEN), Pablo Romá (Circuitos) y Ricardo Rouvier (Rouvier & Asociados) analizaron el panorama actual y las perspectivas para el año próximo. Algunos números y el rescate de una tesis del sociólogo Juan Carlos Torre: el debate ideológico en el PJ como efecto retardado de la crisis de 2001.

Alcanzan unos meses para superar la grieta? ¿Moyano suma o resta? ¿Dará Cristina un paso al costado? ¿Pueden convivir en un mismo espacio La Cámpora y los gobernadores peronistas? Estas y otras muchas preguntas no solo valen para el peronismo o panperonismo, según se prefiera. También interpelan a Cambiemos. Por lo pronto, las inconsistencias del oficialismo, el desmoronamiento de la cuestionable meritocracia prometida y una economía que anda de mal en peor deshilacharon el sueño hegemónico de Cambiemos.

Se sabe: el peronismo deberá construir una oferta electoral. La puja ideológica entre sus posibles candidatos se resolvería, según la hipótesis del sociólogo Juan Carlos Torre, sobre un terreno que sería la expresión retardada -por las políticas sociales del kirchnerismo- de la crisis de 2001. Una crisis que amenaza con retornar impulsada por el ajuste sin final a la vista que ejecuta Cambiemos. Dos cimbronazos que terminaron por fracturar la columna vertebral del peronismo y delinearon la frontera que separa a los trabajadores sindicalizados de los sectores hundidos en la informalidad.

¿Massa y Cristina reflejan esa fractura social? ¿Podrá Macri capturar votos de esos sectores? En síntesis: para el peronismo, el desafío pasaría por amalgamar los fragmentos dispersos de su tradicional base social. Con ese escenario de fondo, el Centro de Opinión Pública y Estudios Sociales que coordina Carlos De Ángelis, convocó a Roberto Bacman (CEOP), Luis Romero (SINOPSIS), Hilario Moreno (DICEN), Pablo Romá (Circuitos) y Ricardo Rouvier (Rouvier & Asociados) para analizar el panorama político y las perspectivas electorales para el año próximo.

Preocupación, enojo e insatisfacción

Tal es el camino transitado por la mayoría de los votantes de Cambiemos en los últimos diez meses. Los consultores coinciden en que el declive del oficialismo comenzó en diciembre pasado con la reforma previsional. “Con la vieja no te metás”, diría Pappo. Hoy, la mirada de la sociedad está puesta en la economía. La corrupción devino en abstracta frente a la caída del salario real, la precarización laboral y el aumento del desempleo. Sintetizando: los cuadernos de Centeno solo tienen oportunidad si la economía lo permite.

Según Roberto Bacman, poco más del 45 por ciento de la sociedad desaprueba la gestión de Cambiemos y apenas el 26 por ciento tiene confianza en el Gobierno nacional. Dos datos más: hoy, la imagen de Macri tiene una valoración positiva de solo el 35 por ciento. La lectura negativa trepa al 60 por ciento. “Para que el gobierno gane en 2019 tiene que darse la mejor de las hipótesis económicas; sin vueltas, que haya una mejora sustancial del poder adquisitivo”, afirma Bacman.

Luis Romero agrega al análisis otro factor. La unidad, o el nivel de unidad, que pueda alcanzar la oferta opositora. Puede haberla en el futuro, pero hoy no la hay. “De allí que nadie pueda aglutinar al 51 por ciento que se define como opositor a Cambiemos”, puntualiza. En su hipótesis, “kirchnerismo versus anti kirchnerismo” y “calidad de vida” serán los ejes organizadores del debate 2019. En este supuesto, el gobierno alentará una vez más la polarización. “Le conviene –dice Romero-. El 28 por ciento de los que no votaron a Cambiemos afirma que nunca votaría por Cristina”. Su interpretación señala que hoy por hoy en la mentada avenida del centro Cristina pianta votos.

Las encuestas que manejan en Sinopsis hablan de un empate técnico entre las intenciones de voto de Macri y Cristina. Paridad que se mantiene entre Cambiemos y un hipotético peronismo unificado. Un 40 contra 40 con un 20 por ciento de indecisos. ¿Por qué no sacaría el peronismo una ventaja clara si hay tanto descontento con Macri? “Porque la unidad de los candidatos no es la unidad del voto opositor”, responde Romero. En boca de Ricardo Rouvier, “el polo K crece en la superestructura, pero no en votos”. Su mirada advierte sobre la elitización de la política. “Las cúpulas toman decisiones, pero son escasamente representativas. Nadie las elige, se perpetúan. Un signo de época que no es privativo de la Argentina”, agrega.

En la zona de la grieta

Para Hilario Moreno, la grieta exista. El resto del panel la pone en duda. “Llamémosla como quieran, pero existe y se intensificó con la Resolución 125. El conflicto produjo una fuerte polarización que, a su vez, redibujó identidades partidarias que, aunque aggiornadas, todavía influyen”, dice Moreno. Una estructura que define como bimodal y que confirma un escenario polarizado donde, para un sector, kirchnerismo y peronismo son sinónimos. Moreno le pone números: el 47 por ciento dice que nunca votaría por Cristina y el 51 por ciento asegura que jamás lo haría por Macri.

Su análisis hace foco en el anti kirchnerismo. Lo define como muy fuerte y constante, pero muy difícil de describir. “Estamos hablando de los independientes, un sector no ideologizado, pero para nada homogéneo. Algo así como un sub grupo pragmático”, afirma Moreno. El 30 por ciento del electorado, según Bacman. Una franja con muchos grises. Los sondeos de DICEN señalan que hacia el interior de este sub grupo operó en los últimos tiempos una resignificación del kirchnerismo. ¿El disparador…? Para sintetizar: “con los K se vivía mejor”, sería la respuesta. La prueba: entre el 12 y el 14 por ciento del voto de Cambiemos afirma que no reincidirá. Son los decepcionados con Macri que podrían volver. Según Moreno, “los que vuelcan la balanza”.

¿En dónde están esos votos? Pablo Moreno afirma que en una avenida del centro que “carece de sustentabilidad”. Su lectura se concentra en el territorio bonaerense. La madre de todas las batallas, que le dicen. El 46 por ciento del electorado nacional. Allí, medidos como espacios representativos, las encuestas de Circuitos apuntan que las preferencias se ordenan: Cristina (31,8); Cambiemos (28,8); Peronismo Federal (10); e izquierda (5,8). Algunos puntos más, algunos puntos menos, queda claro que ya no se puede escribir sobre la hegemonía macrista sin el riesgo de terminar en la mesa de saldos.

Bromas al margen, la “brutal eficacia de la nueva derecha”, como la describió José Natanson, se deshilachó. Para Pablo Romá, la respuesta hay que buscarla en “una estrategia judicial empantanada” y “en la impericia de Cambiemos para ensanchar su base de sustentación”. En otras palabras: no sumó a los más vulnerables. Tampoco a los sectores económicos donde predominan empresarios pequeños y medianos. “Cambiemos quedó encorsetado –dice Romá-. Una diferencia sustancial con Unidad Ciudadana, que sí puede sumar espacios, como asociaciones profesionales, sindicatos, movimientos sociales y al peronismo federal”.

Su visión contradice la postura de Rouvier y Romero, para quienes la suma de dirigentes no se traduce necesariamente en más votos. “Cristina funciona como un imán. Los intendentes se ponen bajo su paraguas. No hay amor, hay conveniencia. Intuyen que el peronismo federal carece de un candidato competitivo que pueda romper la polarización”, precisa Rouvier. Romá agrega otro factor: que la recomposición de Cristina comenzó con la caída de Macri. En términos electorales: se volvió competitiva por el derrumbe de Cambiemos. No por méritos propios.

¿La interesa a Cristina el peronismo federal? “Le interesa, pero lo quiere adentro de Unidad Ciudadana, y eso incomoda a muchos gobernadores”, dice Rouvier. Su interpretación, que tiene consenso entre el resto de los expositores, afirma que Cristrina es la mejor candidata en primera vuelta. No para la segunda. “El balotaje se gana con el otro, el talón de Aquiles del kirchnerismo. Un problema serio, profundo”, concluye Rouvier.

De la lealtad a las preferencias

Torre, autor de varios libros que indagan en el peronismo, en especial en su primera etapa, aporta ideas a la discusión. El autor afirma que “el que se vayan todos” no afectó a todos por igual. Tras la crisis de 2001, el peronismo fue el que menos caudal perdió. Muchos menos que la UCR, el ya extinto Frepaso y la derecha representada en aquellos años por Acción por la República de Cavallo. La crisis pulverizó el polo no peronista -el mismo que terminó constituyendo el núcleo de Cambiemos-, al tiempo que diluyó la identificaciones partidarias.

El kirchnerismo en el gobierno no alumbró un post peronismo. La cruzada contra el pejotismo solo sirvió de refugio para el electorado huérfano del Frepaso. En las palabras descarnadas de Torre, Cristina terminó su segundo mandato gobernando atrincherada con delfines y protegidos. Se dijo mil veces: restó en vez de sumar. La misma cuestión surge en la coyuntura actual. Hoy, siguiendo a Torre, el peronismo vuelve a expresar en su interior el mismo conflicto ideológico que albergó inmediatamente después del estallido de la convertibilidad.

No es extraño, entonces, que los peronismos provinciales -porque no hay uno, sino muchos- sigan desde lejos las tribulaciones de la cúpula partidaria. Cada cual atiende su juego y se concentra en negociar con el poder central. Se diría que despojado de la simbología y la hermenéutica tradicionales, los peronismos están en busca de un autor que los unifique. Las ideas y los números que manejan las consultoras, expresadas en la mesa convocada por Centro de Opinión Pública de la facultad de Sociales, parecen confirmar la hipótesis de Torre. El discurso que pueda imponerse a la heterogeneidad prevalecerá. Es obvio. Nada fácil es definir el denominador común.