No será un mayo cualquiera en Francia. El próximo  domingo 7, la opción será entre un ambicioso centrista y una astuta representante de la extrema derecha. La balanza de las encuestas parece inclinarse por Macron, pero Le Pen quiere encontrarle la vuelta y sale a la busca de un electorado que todavía le teme.

Y si…

Si las cosas ocurren tal como está previsto, Emmanuel Macron saldrá ganador en  segunda vuelta.

Si las encuestas no se equivocan, obtendrá una ventaja de 20 puntos sobre Marine Le Pen y su partido de extrema derecha.

Si Francia no sufre otros atentados terroristas, los resultados no deberían ser distintos a lo que pronostican las encuestas.

Si el joven candidato centrista logra armar una campaña convincente y agresiva para el ballotage, se debería mantener este margen.

Hace 15 años, en ocasión de las elecciones presidenciales de 2002,  Le Pen padre había llegado al ballotage con un 16,86% de votos. Fue un tremendo sacudón. La República no toleraba la idea de que un Le Pen en el Palacio Elíseo y Francia ocupó las calles para decirle  no a la extrema derecha. De manera  casi  unánime, todos los líderes políticos que habían quedado rezagados  en primera vuelta llamaron a sus votantes a oponerse al candidato fascista. Jacques Chirac se impuso con un contundente 82,21% de los votos y la ciudadanía hizo escuchar un profundo respiro de alivio.

En 2017, el mismo partido, pero con el liderazgo más eficaz de  Marine Le Pen,  puede llegar a un resultado en torno al 40%. Y sin gente que salga a ocupar  las calles. La presidente del movimiento se rodea de personajes “respetables” y “presentables” con la finalidad de lograr que un segmento de la población, que aún se muestran recelosa frente a su figura, pierda la sensación de estar votando por una opción derechista. No se vota al Frente Nacional, se vota a Marine. No somos de extrema derecha, somos patriotas  e incluso gaullistas. No somos xenófobos, somos anti-europeos. No somos racistas, somos laicos. Luego de una elección tras otra, surfeando crisis en la  economía  y las cuestiones de la  inmigración y de la seguridad, el discurso del Frente Nacional se fue perfeccionado, para terminar atrayendo a una parte de las capas populares que había sido en otros tiempos comunistas, a la pequeña burguesía, las a franjas más derechistas de los partidos republicanos y antieuropeos y, más sorprendentemente, a los jóvenes (un  21%).

 

Techo de cristal

Muchos cientístas políticos se valen de la expresión “techo de cristal” para plantear la existencia de  un límite que el Frente Nacional nunca podrá traspasar cada vez que se presente a elecciones. La idea resulta tranquilizadora para muchos, pero también es un arma muy eficaz para la comunicación del FN que se victimiza frente a un sistema político al que califica de corrupto.

Este techo de cristal, subraya Serge Galam, físico, investigador en el CNRS (famoso por predecir el triunfo de Donald Trump mucho antes que el resto de los analistas) obedece a dos razones: la reticencia de otros sectores a aliarse con el Frente nacional y el rechazo al FN de los votantes que integran  un “frente republicano” en su contra. Hasta el presente, esto ha funcionado así. La vieja máquina política francesa conoce bien sus fallas, pero las ruedas aún son sólidas aunque chirríen un poco. Desgraciadamente,  la tarde del 23 de abril de 2017, frente al anuncio de los resultados de la primera vuelta electoral, la máquina entró en estado de ebullición.

Ninguno de los dos grandes partidos (socialistas y republicanos) competirá en  la segunda vuelta Una novedad absoluta  para la Quinta República. Si bien los dos principales perdedores llamaron a votar por Emmanuel Macron, la actitud del quien saliera cuarto en la elección, Jean-Luc Mélenchon y su movimiento político “Francia rebelde,” una especie de “Podemos” galo es distinta. Mélenchon, orador incomparable, que exhibe convicciones eco-trotskistas, se ve a sí mismo como alguien capaz de sacudir el panorama  de la segunda ronda y propone una sexta República. Eliminado con el 19% de los sufragios, se abstuvo de cualquier instrucción de voto para la segunda ronda, dejando a sus electores en libertad de acción. Una posición extraña para un ex ministro y senador socialista y que se había puesto a  la vanguardia de las manifestaciones anti-Le Pen de 2002. Sin embargo, su actitud es bastante representativa del escepticismo del electorado francés.

Cansados de los acontecimientos ocurridos durante una campaña detestable,  campaña de odio marcada por traiciones y numerosos escándalos (François Fillon y el caso “Pénélopegate” con sospechas de empleos falsos de su esposa y sus dos hijos, igual sospecha de asistentes ficticios de parlamentarios de Marine Le Pen), los votantes parecen menos dispuestos a unirse contra el FN. Aun cuando muchos anuncian  estar en pie de  guerra contra el partido extremista, muchos otros abogan por un “ni-ni” e incluso consideran la posibilidad de votar en blanco o de abstenerse, lo que favorecería a  la candidata del  FN

Emmanuel Macron  parece por el momento  demasiado confiado. Con 39 años,  se convirtió en banquero y luego en ministro de  Finanzas de François Hollande, antes de presentar  su renuncia y dedicarse de lleno a la creación de “En Marcha”  el movimiento con el que aspira a sumar lo mejor de la izquierda y la derecha. Esa trayectoria lo convierte en una especie de OVNI en materia política. Era un desconocido hace tres años, muchos lo consideran un aficionado, que se ha valido de  una muy buena estrategia de comunicación, lo que le permitió   poder convocar a transitar otra vía, centrista, liberal y racional con una tonalidad europea. Hay opiniones favorables a su persona, pero hay quienes lo consideran  como un títere de su antiguo mentor del Elíseo, o como un empleado al servicio de los  grandes grupos financieros. Macron depende en gran medida del rechazo a la política del Frente Nacional para reunir votos .

Y después…

Si la segunda vuelta de las elecciones se muestra como complicada, esto no es nada en comparación con las próximas elecciones parlamentarias de junio de este mismo año. No se puede gobernar sin mayoría en la Asamblea Nacional y parece muy claro que ni Le Pen ni Emmanuel Macron van a conseguir esa necesaria mayoría. La primera, que hasta ahora tiene sólo dos diputados en el parlamento,  se verá obligada a negociar con  otros grupos que tratarán maliciosamente  de poner obstáculos a casi todos sus proyectos y a rechazar cualquier participación suya en el gobierno.

Extrañamente, para Emmanuel Macron, la situación parece  más complicada aún. Obtendrá probablemente un número interesante de parlamentarios, pero se enfrentará a varios obstáculos. No por parte de los socialistas, que sin duda verán reducidos sus miembros, pero sí de la derecha que tiene cómo marcar la agenda política. Persuadida  de que obtendrá la mayoría de los 290 escaños, no bloqueará necesariamente todas las reformas del joven e inexperto presidente, pero le marcará el terreno y hasta podría exigirle una cohabitación. Emmanuel Macron será así presidente, pero el funcionamiento del Estado será responsabilidad de un Primer Ministro republicano.

Francia, que suele presentarse como un país ingobernable, se prepara para días de incertidumbre.