Macri entregó al “Messi de las finanzas”. Duró menos de noventa días. El organismo conducido por Lagarde se hará  cargo del BCRA. El objetivo, garantizar el repago de la deuda. Nada de desvíos. Ajuste puro y duro coordinado por expertos. El anuncio del nuevo acuerdo, en Nueva York. Todo un símbolo.

Sorpresa o no, el portazo de Luis Caputo sumó otra mala noticia a Cambiemos en un contexto donde la incertidumbre manda y la tormenta no termina. El hombre que llegó de la mano de Prat Gay, que negoció con los fondos buitre, que piloteó el regreso a los mercados y que encandiló a Macri con pases de prestidigitador cuando consiguió crédito de bancos globales y fondos especulativos, se quedó sin margen de maniobra. De ahora en más, el BCRA será atendido por el propio FMI.

La salida de Caputo no es una más. La razón central hay que buscarla en las diferencias que mantenía con Dujovne y con el staff técnico del FMI sobre la política monetaria y un posible esquema de bandas cambiarias. También por el nivel del tipo de cambio. Otras menores anidan en los pocos claros negocios que anudó con los fondos Frankil Templeton y Black Rock.

En las filas del gobierno, Caputo era considerado tropa propia. Era hasta hace unas semanas uno de los más escuchados por Macri. En sus antecedentes pesaban tanto las habilidades adquiridas como jefe de la mesa de dinero del JP Morgan para América latina como ser primo de “Nicky” Caputo, el hermano del alma presidencial.

Su renuncia marcará un nuevo punto de inflexión. Una profundización del ajuste. Si Caputo representaba una cierta autonomía, Dujovne es un ejecutor. Al igual que Sandleris, se alimenta del FMI. Mal trago para la ortodoxia. La proclamada autonomía del BCRA quedó en la nada. Su sede se trasladará Washington D.C. Por si hubiera dudas, el anuncio del nuevo acuerdo lo harán Dujovne y Largarde en Nueva York. Un símbolo de los tiempos que corren. Los detalles estarían a cargo de Sandleris, en Buenos Aires.

De Messi a Sandleris

El destino de “Toto” Caputo comenzó a jugarse hace un par de semanas, cuando Lagarde sentenció en una entrevista al Financial Times que la Argentina necesitaba una política monetaria clara y transparente. “Que entregue información adecuada a los operadores del mercado”, redondeó. Un mazazo para el “Messi de las finanzas”, como lo calificó en su momento Marcos Peña. También para Macri, que verá reducido aún más su ya escasa libertad de acción.

Lo que está en juego es el uso de los dólares que atesora el BCRA y el rumbo que adoptará de ahora en más la política monetaria. En apenas noventa días, Cambiemos quemó la casi totalidad de los 15 mil millones del primer desembolso y las reservas quedaron por debajo del piso que exigía el FMI en el acuerdo de junio. “Prefiero pedir perdón y no permiso”, dicen que dijo Caputo con tono heroico en una última y acalorada discusión con Dujovne. Su suerte ya estaba echada.

Folclore al margen, la estrategia de contener la trepada del dólar vendiendo de contado, desinflando expectativas con contratos a futuro y subastando reservas sobre el cierre del mercado fue objetada por el FMI. También por los fondos de inversión y los bancos que se subieron a los Botes. La oscura operación, que sacó las papas del fuego y lo posicionó como sucesor del desgastado Sturzenegger, dejó un tendal de disconformes por la posterior disparada del dólar. La ganancia no fue la esperada.

Lagarde, en última instancia, definió la pulseada. Sandleris, que se sumó al equipo negociador cuando lo bajaron a Caputo, no tuvo tiempo ni espacio para prepararse. Apenas si consiguió sumar a su equipo a Verónica Rappoport, una economista casi desconocida especializada en finanzas que viene del mundo académico y reside en el exterior. Tendrá un rol menor: vicepresidenta segunda de la entidad.

Hasta el momento, las reacciones fueron negativas. Sandleris no entusiasma. En líneas generales, y según las declaraciones de los analistas de los bancos globales a las agencias de noticias financieras, solo contribuye a aumentar la incertidumbre y nada hace presagiar que el peso haya encontrado un piso. Casi todos dan por descontado que el nuevo programa del FMI estará por debajo de las expectativas pregonadas por el gobierno.

Custodiado por expertos

Para evitar desvíos, Alejandro Werner, director del Departamento Occidental, será el encargado de desarrollar la política monetaria. Roberto Cardarelli, el jefe de la misión para Argentina, monitoreará casi in situ su cumplimiento. Nada de despilfarros. Para aventar los fantasmas del desgobierno, desde la Casa Rosada dejaron trascender que Sandleris, quien carece de experiencia en materia monetaria, sería asesorado por tres viejos conocidos del FMI. Para tomar con pinzas.

Uno de los que suenan es Miguel Calvo. Entre sus antecedentes se cuenta haber anticipado la crisis mexicana del ‘94 que disparó el Efecto tequila. Además, trabajó como asesor principal del Departamento de Investigaciones del FMI y es un frecuente promotor de la dolarización. Los otros serían Miguel Kieguel y Pablo Guidotti. Ambos colaboradores de Roque Fernández y Domingo Cavallo durante la convertibilidad, además de habituales profesores y consultores de usinas neoliberales como FIEL y UCEMA.

Se supone que sus nombres traerán calma. La visión que han expresado en diversas intervenciones es conocida. Todos abrevan en la ortodoxia. Sintonizan con el FMI. El dólar debe flotar libremente y los fondos que aporta el FMI son para garantizar el repago de la deuda.

Qué tipo de flotación es un misterio. ¿Será en el marco de una banda cambiaria? ¿Habrá un piso y un techo explícitos? No hay certezas. Algunos no descartan que el margen del BCRA para intervenir sea menor. Aun así, el gobierno procurará presentar el acuerdo como un triunfo. Se verá si lo consigue. Por el momento, las versiones se multiplican. Una sola cuestión queda clara: cualquiera sea el esquema, la intensidad y la frecuencia de las intervenciones del BCRA dependerán de la presión que ejerzan los acreedores. También de la inflación: si los precios se comen al dólar, la divisa se deberá mover; ergo: retroalimentará el círculo vicioso.

Por lo pronto, el portazo de Caputo llegó en el peor momento de Cambiemos. Macri pasó la gorra en Nueva York y todo parece indicar que consiguió muy poco. Más allá de sus esfuerzos por generar confianza, el anuncio del remixado acuerdo con el FMI llegará devaluado y en un contexto de creciente fragilidad. De los 20 mil millones de dólares adicionales, las expectativas se redujeron a 5 mil millones.

¿Qué nuevas concesiones ofreció Macri a Lagarde? ¿Hasta dónde llega el apoyo de Trump? Más allá de los interrogantes y de la letra chica del segundo acuerdo, todo apunta a ratificar que el gobierno tiene un único objetivo: el déficit cero. El supuesto pecado original. Caputo, el hombre que aconsejó ir en busca de Largarde, se quedó afuera y ninguno de los nombres en danza tiene anclaje en la economía real. Lo de ellos es el mercado de capitales. El FMI ya no solo manejará la política fiscal, también la política monetaria. Macri, casi sin equipo propio, volvió a devaluarse.