El ex juez de la Corte cerró la “Jornada de organización popular contra el Estado gendarme por la construcción de un Estado fraterno”, organizada por cooperativas de trabajo de ex presos en uno de los barrios más estigmatizados del Conurbano bonaerense.

Estamos viviendo en una sociedad de exclusión, no de explotación. El explotado necesitaba del explotador y el explotador necesitaba que estuviera el explotado, lo incluía de alguna manera. En cambio, este sistema no aguanta que todos los excluidos se le incluyan. Vivimos una situación verdaderamente regresiva, un momento en que todo el esfuerzo del Estado se orienta a concentrar la riqueza en manos de unos pocos. Pero este va a llegar a un límite y ahí se va a armar el gran despelote”. La tarde del sábado empezaba a refrescar en el enorme patio del viejo Centro de Jubilados del Barrio Pepsi, en Florencio Varela, cuando Raúl Eugenio Zaffaroni se paró delante del micrófono para cerrar el trabajo de la “Jornada de organización popular contra el Estado gendarme por la construcción de un Estado fraterno”, organizada por la Cooperativa de Trabajo Reciclando Vidas, el Colectivo La Cantora y el Frente Nacional de Liberados.

Frente al ex juez de la Corte, dos centenares de personas ubicadas en ronda lo escuchaban con atención. “Parece que esta sociedad, contra el derecho a la igualdad necesita fabricar parias. Tengamos mucho cuidado con el mensaje que nos trasmite la televisión, con eso que en su momento, en el siglo pasado, Jauretche llamó el medio pelo. Cuidado porque por ahí ascendemos socialmente y pensamos a considerarnos superiores a otros. Por eso tenemos que lograr que nuestros pibes sueñen, que tengan aspiraciones, que tengan proyectos. Y para lograrlo necesitamos que se apoderen del saber.  Y se puede, aún en estas condiciones adversas. Lo único que tenemos que evitar es que el día que tengan ese saber no desarrollen medio pelo”, dijo también Zaffaroni y arrancó una explosión de aplausos.

Azucena Racosta, de La Cantora, redondea las conclusiones y presenta a Zaffaroni.

Había vecinos del barrio, uno de los históricamente más abandonados del tercer cordón del Conurbano Bonaerense; había integrantes de Reciclando Vidas, una cooperativa que recicla basura creada por ex presos que ofrece una alternativa del trabajo a los pibes del barrio, casi siempre condenados a una desocupación que lleva al delito; estaba la gente de La Cantora, una radio realizada por personas privadas de la libertad que lleva años proponiendo “comunicación popular para el cambio social”; había representantes de otras cooperativas de trabajo, algunas de otros lugares del Conurbano e incluso de lugares lejanos, ligadas al Frente Nacional de Liberados.

Un rato antes de que hablara Zaffaroni, uno de los integrantes del Frente, Mariano Bocacci –periodista y docente secundario – se había referido con crudeza al papel de las cárceles en la generación de delincuentes. “Te imponen la violencia. Los pibes llegan, por un delito menor y tienen que agarrarse a las piñas para no ser avasallados, tienen que pelear por la cama, por defender sus pocas cosas, por hacerse un lugar en el grupo. Todo eso con violencia. Esa violencia se les mete adentro y cuando salen la reproducen, en sus casas y en la calle… y ante la falta de alternativas ya no pueden salir de la delincuencia”, dijo. Y agregó: “Esto lo vi yo en la cárcel. Cuando llegan pibes jóvenes te dicen que ya conocen tal o cual penal, porque ahí visitaban a sus padres cuando estaban presos. La cárcel termina siendo una fábrica de delincuentes”.

En el cierre, Zafaroni retomó sus palabras. “La cárcel es una máquina de fijar roles desviados, porque la sociedad los necesita. Imagínense lo que sería una huelga general de delincuentes, que nadie le robe la plata a nadie.  Se para la sociedad. Se va al diablo el seguro, se van al diablo los bancos. Se necesitan los delincuentes, y entonces los fabrican. ¿Y cómo los fabrican? Desde el momento que uno llega, empiezan a reafirmar el rol. Te tenés que integrar a un grupo, tenés que asumir las pautas del grupo, porque si no lo hacés  te van a dar una puñalada. Y así te entrenan y así logran que alguien no diga ‘yo robé, sino ‘soy ladrón’. Y el día que asumiste eso, que asumiste ese rol, lograron su objetivo”, explicó.

Proyectos, reclamos y sueños

Los preparativos del día habían empezado temprano, cuando los jóvenes de las cooperativas comenzaron a colgar banderas alrededor de todo el patio y a acomodar mesas y sillas para los diferentes  talleres. Mientras tanto, la gente iba llegando, se saludaba, ayudaba en la tarea y elegía entre las cinco propuestas de debate: Cultura solidaria, Formas colectivas de organización del trabajo, Educación para la liberación, Construcción comunitaria del derecho a la salud y Defensa de los derechos ante la criminalización de la pobreza.

Exclusión, criminalización, ausencia del Estado y represión fueron temas centrales en los talleres.

Los organizadores no ocultaban su entusiasmo. En una pausa del armado, Azucena Racosta sintetizó para Socompa el contenido y los objetivos de la Jornada: “La Cantora es una organización histórica en la construcción de cuadros políticos al interior de las cárceles o de las cárceles a cielo abierto como son estos barrios. En esta jornada queremos plantear que nosotros somos víctimas cotidianas y primarias del Estado Gendarme. Desde hace muchísimos años nuestros barrios han sido altamente militarizados porque se los ha criminalizado. Para nosotros es moneda corriente la matanza de nuestros niños y jóvenes en nuestras barriadas. Lo que buscamos es nuclearnos con ellos y que ellos se empoderen, se conviertan en hombres y mujeres libres, aún en un contexto de capitalismo salvaje como el que vivimos, a partir del conocimiento que libera, para así comprometernos todos en la lucha por la liberación de nuestros pueblos. El objetivo es empoderar a la clase y salir a enfrentar a este gobierno que para nosotros significa represión hambre y muerte”, explicó.

El trabajo cooperativo como alternativa ante la exclusión, la marginalidad y la reincidencia era el leit motiv de las explicaciones. “Somos veinte chicos de entre 18 y 28 años. somos todos jóvenes y queremos cambiar la vida esta que llevamos. Para un barrio tan marginado como este, la idea de los pibes siempre era robar un banco y llenarse de plata, ahora  pensamos trabajar con nuestro propio esfuerzo y vivir tranquilos”, dijo a Socompa Emir Longarini, el joven presidente de Reciclando Vidas.

Para ellos, sin embargo, la inclusión no pasa solamente por el acceso al trabajo. Por eso, además de armar la cooperativa para reciclar basura también organizan actividades sociales para los más chicos. “Pintamos un paredón con los chicos del barrio. Sino estarían robando y haciendo maldades, Nosotros los tratamos de contener acá adentro. Nos cambiamos a nosotros mismos, porque antes éramos los mismos chicos que robábamos, que hacíamos maldades, por eso el nombre de reciclando vidas. Es como volver a empezar, pero no solo nosotros sino también los pibes más chicos”, explicó Emir.

Claro que las dificultades son muchas y el Estado brilla por su ausencia. “Pedimos que el Estado pueda apoyar estos procesos porque somos cooperativas, no somos empresas, No tenemos capital. El único capital que hay es el capital social, el capital humano. Además nos ponen obstáculos. Por ejemplo, los liberados no pueden integrar los consejos directivos de una cooperativa hasta 15 años después de haber salido de la cárcel. Es decir, cumplimos nuestras condenas, pero seguimos condenados cuando se trata de trabajar. Lo mismo pasa con el certificado de antecedentes, que hace casi imposible que te den laburo”, resumió Claudio Castaño, de la Cooperativa de Trabajo Hombres y Mujeres Libres, que realiza actividades de reciclado, construcción y textiles, entre otras.

Talleres con debate

Los debates empezaron a eso de las dos de la tarde, luego de que un grupo de chicos de las cooperativas repartieran choripanes a todos los asistentes. Un tentempié para poder seguir. El agua hubo que llevarla, porque la del barrio está contaminada y no se puede consumir. Otra deuda del Estado con el Barrio Pepsi.

Guitarreada después de los talleres. A la izquierda de Zaffaroni, Azucena Racosta y Sergio López Mandri, dos impulsores de la Jornada.

Unas cien personas participaron de los talleres. Los más concurridos fueron los de Educación para la liberación y de Defensa de los derechos ante la criminalización de la pobreza. En el primero los ejes pasaron por el empoderamiento a través del saber y los obstáculos que el propio Estado pone para que pueda lograrse. A la hora de las conclusiones, fue interesante la comparación entre las dificultades que tienen los presos para estudiar con las que encuentran los pibes libres de los barrios marginados. En ese sentido, “son todas cárceles; unas con rejas, otras a cielo abierto”, dijo uno de los participantes.

En el resto de los debates también se plantearon carencias y reivindicaciones: policías y gendarmes que violan hasta los derechos más básicos de los vecinos – sobre todo de los pibes -, ambulancias de servicios estatales que se niegan a entrar en los barrios, vacunas que no llegan nunca, escuelas sin recursos. Pero también se habló –y mucho – de organización vecinal, de trabajo cooperativo como herramienta contra la exclusión, de que sin lucha al Estado ausente no se le arranca nada.

De ese Estado y del que hay que construir habló también al final Raúl Zaffaroni. “Repensar el Estado no es una cuestión de juristas. Repensar el Estado es como fabricar vino. Uno fabrica vino de buena calidad y después tiene que llamar a alguien para que lo embotelle porque si no se avinagra. Esa tarea la hace el jurista, el embotellamiento; pero el vino no. El vino tiene que salir del pueblo”, dijo.

Los aplausos cerraron el discurso y, apenas después, se fueron transformaron en abrazos y más abrazos.