En Estados Unidos y Europa varias empresas plantearon cambiar su funcionamiento por uno que atienda más a las necesidades de los consumidores y a la protección del medio ambiente. Eso implica resignar ganancias, cambiar la dinámica de las industrias y asumir que forman parte de una sociedad. No parece nada simple.

Con una nueva oleada de consumidores en países desarrollados que prefieren productos menos contaminantes y cuyo proceso de producción respete los derechos humanos y laborales, las grandes corporaciones han comenzado a reaccionar.

La organización Business Roundatable, que reúne a unas 200 de las mayores compañías estadounidenses, lanzó en agosto del año pasado una declaración en la que insta a las empresas a dejar atrás la “primacía de los accionistas” y reemplazarla por el llamado “stake holder capitalism“, o capitalismo que considera a todos los afectados por el negocio.

El concepto, que básicamente se refiere a un capitalismo responsable con el medioambiente, los accionistas, los trabajadores, las comunidades donde opera y los proveedores, ha ganado fuerza en el discurso de las corporaciones.

Incluidos los directores ejecutivos de Amazon, Apple, Walmart o General Motors, los firmantes de la declaración aseguran que las empresas no deberían servir exclusivamente a los intereses de sus dueños.

“El sueño americano está vivo pero se está deshilachando. Los grandes empleadores están invirtiendo en sus trabajadores y en sus comunidades porque saben que esa es la única vía para ser exitoso en el largo plazo”, dijo Jamie Dimon, presidente ejecutivo del banco JP Morgan Chase y jefe de la organización Business Roundatable.

El tema fue discutido en el Foro de Davos, que reúne cada año a la élite empresarial y política del mundo. Existe incluso un Manifiesto de Davos 2020, que llama a las empresas a trabajar en favor de la sociedad y no solo en favor de los accionistas.

Las protestas de los activistas climáticos

Todas estas declaraciones han generado críticas de los escépticos, particularmente los activistas contra el cambio climático.

Hace unos días, por ejemplo, un grupo de manifestantes en París entró a las oficinas de BlackRock -el administrador de fondos más grande del mundo- para protestar contra sus inversiones en empresas que destruyen el medioambiente.

Y no es la primera vez que la firma es señalada por manifestantes.

Lo que llama la atención es que justamente el director ejecutivo de BlackRock, Larry Fink, anunció a mediados de enero que solo haría negocios con empresas que beneficiaran a la sociedad de alguna manera.

“Sin un sentido de propósito, ninguna compañía, ya sea pública o privada, puede alcanzar su máximo potencial”, escribió Fink en su carta anual dirigida a los accionistas.

Pero los activistas no le creen.

“Es fácil de decir pero muy difícil de hacer”

En medio de las protestas y “declaraciones de buenas intenciones”, los académicos Vijay Govindarajan y Anup Srivastava publicaron un artículo en la revista Harvard Business Review en el que analizan qué está ocurriendo en la práctica con esta idea del “capitalismo responsable”.

La razón, explica, es que no existen muchos ejemplos documentados de empresas que busquen maximizar su rentabilidad y que al mismo tengan prácticas de capitalismo responsable.

“Optimizar las ganancias y hacer el bien al mismo tiempo… es fácil de decir pero muy difícil de hacer”, apunta el experto.

Sin embargo, Govindarajan dice que de acuerdo a sus estudios no todo el panorama es sombrío.

Cita como ejemplo a la empresa Pepsi, que “transformó su filosofía operativa para servir a todas las partes interesadas” (y no solo a los accionistas), y que al mismo tiempo tuvo un desempeño financiero sobresaliente entre 2006 y 2018.

Pero más allá de lo que han hecho determinadas empresas, ¿por qué el capitalismo responsable es todavía una ilusión?

Según el análisis de Govindarajan y Srivastava, hay varios obstáculos que impiden llevar el discurso a la práctica.

  1. La medida del éxito

Una de las razones que muestran por qué el capitalismo responsable es todavía una ilusión tiene que ver con la manera en que se mide el éxito de una empresa.

El objetivo principal en la mayor parte de las grandes firmas sigue siendo crear riqueza para los accionistas.

.Por lo pronto, no hay un marco consensuado que defina el éxito combinando medidas financieras y no financieras.

Casi cada movimiento se evalúa en función de su impacto en los ingresos, utilizando métricas como la eficiencia, el retorno del capital y las ganancias.

Mientras no existan otros parámetros que incluyan una evaluación del desempeño ambiental y social de una empresa, dicen los autores, será muy difícil que se produzca un cambio.

  1. Directivos despedidos

Vinculado a lo anterior, los directivos de las grandes corporaciones siguen siendo contratados, despedidos o recompensados según las metas financieras.

Así, factores como las ganancias y el precio de las acciones definen la carrera de una persona.ciendo contratados, despedidos o recompensados según las metas financieras.

Para avanzar hacia un capitalismo responsable, los directivos deberían ser evaluados por sus logros financieros en un marco de respeto a los valores que la compañía dice respetar.

Por otro lado, el directorio de una empresa sigue siendo elegido por los accionistas, quienes están preocupados de maximizar sus ganancias y no por promover la responsabilidad empresarial.

Y los grandes inversionistas que administran fondos para entregar dividendos a muchos clientes dispersos siguen siendo evaluados por el rendimiento de su inversión y no precisamente por el tipo de empresa donde esa inversión generó riqueza.

  1. El financiamiento y la presión social

Otra razón que impide que el capitalismo responsable se lleve a la práctica es la manera en que se financian las empresas.

Los emprendedores requieren inversionistas para echar a andar su proyecto. Cuando la firma comienza a desarrollarse, aparecen los inversores de segunda etapa, que quieren ver sus retornos financieros lo antes posible y, sin duda, los bancos están a la espera de recibir el pago de su capital y los intereses de los préstamos.

El engranaje de financiamiento se puede tornar complejo y suele ocurrir que las firmas privilegien el rendimiento para satisfacer a quienes aportaron capital -a través de distintos mecanismos- antes que apegarse a los valores de una empresa responsable social y ambientalmente.

Por último, hay una fuerte presión social que le asigna valor a la gente según su riqueza acumulada.

Entonces, destacan aquellas personas que crean grandes fortunas, pero muchas veces la gente no se pregunta cómo lograron esa riqueza y qué valores pudieron haber sido sacrificados en el camino.

 

Fuente: BBC Mundo

 

 

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