La pandemia funciona como una señal de los límites de la globalización mercantil, al mismo tiempo que pone en cuestión del populismo nacionalista que insiste en la soberanía absoluta del Estado y del comunismo a la china.

A medida que se extiende el pánico al coronavirus, tenemos que tomar una decisión definitiva: o bien promulgamos la lógica brutal de la supervivencia del más apto, o bien alguna forma reinventada de comunismo con coordinación y colaboración global.

Los medios de comunicación no paran de repetir la fórmula “¡Que no cunda el pánico!”, para luego mostrar toda clase de informes que no hacen otra cosa más que generar pánico. La situación se parece a la que recuerdo de mi juventud en un país comunista. Cuando los oficiales del gobierno aseguraban al público que no había ninguna razón para entrar en pánico, todos nos tomábamos tales afirmaciones como claros signos de que ellos mismos estaban en estado de pánico.

Esto es demasiado serio

El pánico tiene su propia lógica. El hecho de que, en el  Reino Unido, debido al pánico por el coronavirus, incluso los rollos de papel higiénico hayan desaparecido de las tiendas me recuerda también a un extraño incidente ocurrido en mi juventud en la Yugoslavia comunista. De repente comenzó un rumor de que no había suficiente papel higiénico en las tiendas. Las autoridades aseguraron rápidamente que había suficiente papel sanitario para el consumo normal y, sorprendentemente, no solo esto era verdad, sino que la mayoría de la gente creyó que era verdad.

En cualquier caso, el consumidor medio razonó de esta manera: “Sé que hay suficiente papel higiénico y que el rumor es falso, pero ¿qué ocurre si alguna gente se toma el rumor en serio y, por el pánico, empieza a comprar reservas excesivas de papel higiénico, causando así una falta real de papel higiénico? Así que mejor voy y compro reservas para mí también”.

La extraña contrapartida de esta clase de pánico excesivo es la falta total de pánico en los momentos en los que hubiese estado plenamente justificado.

No es necesario creer que otros se tomarán en serio el rumor, es suficiente presuponer que otros creerán que hay gente que se tomará seriamente tal rumor; el efecto es el mismo, a saber, la falta real de papel higiénico en las tiendas. ¿No es algo similar lo que está sucediendo hoy en Reino Unido (y también en California)?

La extraña contrapartida de esta clase de pánico excesivo es la falta total de pánico en los momentos en los que hubiese estado plenamente justificado. En los últimos años, tras las epidemias de SARS y ébola, nos decían una y otra vez que una epidemia mucho más fuerte era solo cuestión de tiempo, que la pregunta no era ‘si’ sino ‘cuándo’ ocurrirá. A pesar de que estábamos racionalmente convencidos de la veracidad de estas predicciones, por alguna razón no nos las tomamos en serio y fuimos reacios a actuar y a prepararnos seriamente. El único lugar en el que lo hicimos fue en películas apocalípticas como Contagio.

Lo que nos enseña semejante contraste es que el pánico no es la manera adecuada de enfrentarse a una amenaza real. Cuando reaccionamos entrando en pánico no nos tomamos la amenaza lo suficientemente en serio. Más bien al contrario, la trivializamos. Pensemos simplemente en lo ridícula que es la compra excesiva de papel higiénico; como si importase tener suficiente papel higiénico en medio de una epidemia letal. Así que, ¿cuál sería una reacción apropiada a la epidemia de coronavirus? ¿Qué debemos aprender y qué debemos hacer para confrontarla seriamente?

A lo que me refiero con comunismo

Cuando sugerí que la epidemia de coronavirus puede dar una nueva dosis de vitalidad al comunismo, mi reivindicación fue, como era de esperar, ridiculizada. Parece que el duro enfoque del Estado chino ha funcionado, al menos ha funcionado mucho mejor que las medidas que se están tomando ahora mismo en Italia; sin embargo, la vieja lógica autoritaria de los comunistas en el poder ha demostrado también sus claras limitaciones. Una de ellas es que el miedo a llevar malas noticias a aquellos en el poder (y también al público) importa más que los resultados efectivos. Esta es aparentemente la razón por la cual aquellos que compartieron inicialmente información sobre un nuevo virus fueron, según se cuenta, arrestados, y hay informes que indican que algo parecido está sucediendo ahora.

“La presión para hacer que China regrese al trabajo tras el paro por el coronavirus está resucitando una vieja tentación: manipular los datos para que enseñe a los altos cargos lo que quieren ver”, relata Bloomberg. “Este fenómeno se está dando al respecto del uso de la electricidad en la provincia de Zhejiang, un centro de actividad industrial en la costa este. Según informaciones cercanas, al menos tres ciudades de la zona han marcado objetivos de consumo de energía a alcanzar por las fábricas locales, ya que están usando los datos para mostrar un resurgimiento de la producción. Se informa de que eso ha llevado a algunas empresas a hacer funcionar la maquinaria incluso cuando sus plantas de producción se mantienen vacías”.

Podemos, a su vez, adivinar lo que ocurrirá cuando aquellos en el poder se den cuenta de tal engaño: los gerentes locales serán acusados de sabotaje y severamente castigados por ello, reproduciendo así el círculo vicioso de la desconfianza… Se necesitaría un Julian Assange chino para mostrar al público este lado oscuro de cómo China está lidiando con la epidemia. Así que, si este no es el comunismo que tengo en mente, ¿a qué me refiero con comunismo? Para saberlo, es suficiente con leer las declaraciones públicas de la Organización Mundial de la Salud. Esta es una reciente:

El presidente de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo la semana pasada que, a pesar de que las autoridades sanitarias en todo el mundo tienen la capacidad de combatir con éxito la propagación del virus, la OMS está preocupada por el hecho de que en algunos países el nivel de preocupación sea inferior al nivel de amenaza. “Esto no es un simulacro. Este no es el momento de rendirse. Este no es un momento para excusas. Este es un momento para hacer lo que sea necesario. Los países llevan preparándose durante décadas para escenarios como este. Ahora es momento de actuar según esos planes”, dice Tedros. “Esta epidemia puede ser frenada, pero solo con un acercamiento colectivo, coordinado y comprehensivo que articule la completa maquinaria de los gobiernos”.

Se podría añadir que dicho acercamiento exhaustivo debería llegar mucho más allá de los meros mecanismos de los gobiernos. Debería abarcar la movilización local de la gente más allá del control del Estado, así como una coordinación y colaboración internacional fuerte y eficiente.

Si miles serán hospitalizados por problemas respiratorios, será necesario un número cada vez mayor de máquinas respiratorias, y, para conseguirlas, el Estado deberá intervenir de la misma manera que interviene en condiciones de guerra cuando son necesarias miles de armas, así como deberá depender de la cooperación con otros Estados. Igual que en una campaña militar, la información tiene que ser compartida y los planes coordinados. ESTO es a lo que me refiero con el “comunismo” que hoy se necesita. O, como dice Will Hutton: “En este momento está muriendo una forma de globalización no regulada basada en el libre mercado, con su propensión a las crisis y las pandemias. Pero está naciendo una nueva forma que reconoce la interdependencia y la primacía de la acción colectiva basada en la evidencia”.

La necesaria coordinación y colaboración global

Lo que sigue predominando hoy en día es la postura de “cada país por y para sí mismo”. “Hay barreras nacionales a la exportación de productos clave como los suministros médicos, con países recurriendo a sus propios análisis de la crisis en medio de desabastecimientos puntuales y azarosos y primitivos enfoques sobre la contención”, escribe Will Hutton en The Guardian.

La epidemia del coronavirus no es solo una señal de los límites de la globalización mercantil, también señala el límite, aún más fatal, del populismo nacionalista que insiste en la soberanía absoluta del Estado. Se acabó el “¡América (o quien sea) primero!”, puesto que América solo podrá ser salvada desde la coordinación y colaboración global.

No estoy siendo un utopista. No apelo a una idealizada solidaridad entre la gente, más bien al contrario, la actual crisis demuestra claramente cómo la solidaridad y la cooperación global actúa en interés de la supervivencia de todos y cada uno de nosotros; cómo es lo único que, racional y egoístamente, podemos hacer. Y no es solo el coronavirus, la propia China sufrió una desmedida gripe porcina hace unos meses y está siendo amenazada por la posibilidad de una plaga de langostas. Además, como Owen Jones ha señalado, la crisis climática mata mucha más gente en todo el mundo que el coronavirus, aunque este tema no genere ninguna ola de pánico.

Desde una perspectiva cínica y vitalista, uno estaría tentado de ver el coronavirus como una infección beneficiosa que permite a la humanidad librarse de los viejos, los débiles y los enfermos, como si de arrancar las malas hierbas se tratase, contribuyendo así a la salud global.

Este enfoque comunista amplio que defiendo es la única manera de que dejemos atrás un punto de vista vitalista tan primitivo. Ya pueden distinguirse en los debates actuales signos de este cercenamiento de la solidaridad incondicional. Como puede verse en este texto sobre el papel que tomaría el protocolo llamado “los tres Reyes Magos” si la epidemia tomase un rumbo más catastrófico en Reino Unido. “Médicos experimentados avisan de que los pacientes del Servicio Nacional de Salud podrían ver negado su acceso a atenciones de urgencia vital durante un brote severo de coronavirus si las unidades de cuidados intensivos tuviesen grandes dificultades para lidiar con la situación. Siguiendo un protocolo denominado ‘los tres Reyes Magos’, tres especialistas cualificados en cada hospital se verán forzados a elegir cómo organizar el racionamiento de cuidados, como los ventiladores médicos o las camas, en caso de saturación de pacientes”.

¿En qué criterios se basarán “los tres Reyes Magos”? ¿Sacrificar a los débiles y a los ancianos? ¿Y acaso no abrirá esta situación un espacio para una incalculable corrupción? ¿No indican tales procedimientos que nos estamos preparando para promulgar la lógica brutal de la supervivencia del más apto? Así que, de nuevo, la decisión definitiva es: esto, o alguna clase de comunismo reinventado.

Fuente: CTXT

Traducción:  Marco Silvano.

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