Cuando trascendió la noticia de que se iba a desalojar a los padres de chicos con enfermedades oncológicas del hotel en el que se hospedaban por falta de pago, el gobierno se apuró en atribuir todo a un “error administrativo”. Una supuesta equivocación que está costando ocho meses de penurias a gente obligada a sufrir por partida doble.

[É]l tiene barbijo, ella no tiene pelo en la cabeza.

Él anda en silla de ruedas, a ella no le sale sonreír.

Mateo cumplió cinco años, padece hidrocefalia y tiene un tumor que se quedó a dormir –por ahora, no sea que despierte-  cerca de su columna vertebral a las cuarenta y ocho horas de haber nacido. Vicky tiene tres años, espera otro trasplante de médula porque el primero no le frenó la leucemia.

Los dos se atienden en el Hospital Garrahan, los dos están con sus padres sobre la puerta del centro de salud que da a Combate de los Pozos. Es sábado a la noche. Hay otras familias. Vienen a contar que el miércoles, en medio de la tormenta que mal bendijo a la ciudad, un rayo le partió al medio sus vidas.

“Llovía, llovía un montón y era tarde, yo recién llegaba al hotel después de atender a Mateo”, cuenta Natalia. Roberto, su esposo, la mira, hamaca un poco al chico en la silla de ruedas, como si ese vaivén pudiera regresarlos al hijo y a él del largo apagón que se les ve en los ojos. Natalia también querría descansar del temporal que le tocó pero cuando dice “a la intemperie estábamos” no pretende hacer poesía.

“A la intemperie estábamos, y la dueña del hotel me dijo que teníamos que irnos, que la cosa no daba para más, que ella nos entendía, claro que nos entendía, pero que no podía seguir esperando”, agrega. El hotel es un edificio sin gracia ni consuelo, de paredes quejosas, sobre la calle Rondeau, a unas cuadras del hospital. Es uno de los lugares donde paran las familias del interior que vienen a tratar a sus hijos en el Garrahan. No cualquier familia: sus chicos son pacientes oncológicos o que esperan o han recibido trasplantes. Natalia lleva allí dos años, desde que dejó San Juan para parar en una habitación con baño privado que comparten los tres. Explica que “el Gobierno dejó de pagar en septiembre el alquiler, y la pobre señora del hotel tiene razón, no es su culpa, no puede hacerse cargo ella de los gastos”.

Se suma otra de las desalojadas, Norma, la mamá de Vicky. “El Ministerio de Desarrollo Social de la Nación tiene un programa para cubrir nuestros gastos de alojamiento, en el hotel nos dicen que hace ocho meses no les giran la plata”, cuenta, y pide por favor que se aclare que “la dueña es un amor, nos tiene un montón de paciencia”. Ella se contactó con el gobierno de Misiones, su provincia, para contarles de la situación. Le dijeron que no podían ayudarla.

 

Una habitación, promedio, cuesta 600 pesos por día. Sí, como dicen las madres, hay 60 familias que sufren la misma amenaza de desalojo, la deuda rondaría los ocho millones y medio de pesos. Desde hace dos meses, Natalia, Norma y otras como ellas tiene un problema extra: no cobran los 800 pesos por quincena que se les brinda como paliativo para solventar los gastos de estadía. “Con eso comprábamos algo de carne y pañales”, se lamenta la mamá de Mateo. A tres cuadras del Garrahan, una carnicería tiene en pizarra el precio de la cuadrada. Sacando rápido las cuentas, el presupuesto le alcanza para dos kilos y medio de milanesas por semana. Y un pollo. Eso sí: pollo y milanesas si no compran pañales. O una cosa o la otra.

 

“Yo no me voy a ir”, dice Norma que le dijo a la dueña. Tampoco es que tenga demasiados destinos posibles. Y de todos los rumbos, el más dramático, el irreparable: “Si nos tenemos que volver nuestros guerreros se mueren”.

Dice “guerreros”, lo dice sin épica y sin mentir.

“Contale Mateo al señor, contale que sos de Boca”, intenta despedirse Roberto. Pero Mateo no se baja el barbijo y, si algo dice, no se entiende. Vicky sigue corriendo en círculos y solo ella sabe a quién o qué persigue. Mateo es un silencio como puñal, Vicky dibuja remolinos en el aire. Se van a su casa que no es su casa. ¿Tendrán miedo? ¿Qué soñarán esta noche?