El Pejerrey Empedernido embate contra el mito de la combinación letal de la sandía con el vino, y como si con eso no fuera suficiente ofrece combinaciones de frutas y bebidas como para ir probando.

Soy consciente de la burrada cometida, pues escribí fake cuando debí haber golpeado las teclas hasta que apareciesen en pantalla las palabras mentira o noticias falsas, pero así estamos. Los cosos del poder, de todo el poder, el de las bombas, el de la tarasca, el de las tecnologías y el de la palabras, imágenes y sonidos, que son monopolios, y ahora el de las vacunas también, aunque la palmemos millones de los que somos de a pie, que para el garcaje jamás contaremos como estratégicos porque los que producen somos reemplazables y más aún, descartables, debido a la malaria generaliza que padecemos; los cosos del poder en serio, les decía, la parlan in english y nosotros, como palurdos, repetimos y nos sometemos… En fin, lo de las noticias falsas, que no son creación divina ni de la era digitaliza en redes dizque sociales sino que tienen tantos años como la propia disputa por el poder, que siempre necesitó, necesita y necesitará de discursos, venía a cuento de una de las sandeces más notorias de la macanería al menos argenta, aunque la he oído por otras latitudes lejanas – sabrán ustedes que la boludez es como el virus que nos maltrata, que rápido se propaga por el orbe-,  y que no deja de trinar desde hace no sé cuántas generaciones; hasta si me acuerdo lo que cierta tarde de tecitos me contara el amigo Ducrot, acerca de una especie de tío que le dicen y un abuelo que, sabio él y marinero, le daba a las copas sin remilgos… Ambos aposentaron sus culos sobre mecedoras en cierta siesta de estío porteño y bajo una parra de tintas de la Costa, para darle al vino refrescado con trozos de roja bien roja sandía, entre semillitas que partían de lado y como escupida de músico… Resultó que al sonar de Verdi en el viejo combinado que se hacía oír desde la zapie, se entonaron por demás, hasta gritar vivas a destajo al querido anarquismo y al mismísimo Severino, para horror de la vecindad… Claro, pasada la esbornia, no trepidaron en cargarle la romana a cualquiera otra de las posibles circunstancias que fuese e goce exagerado, y dijeron al unísono: los que nos hizo mal fue la mezcla de vinardo con sandía… Y ese día ahí mismo fueron bautizados  los burladores de Palermo, barriada porteña de aquellos encuentros, en  homenaje a Juan Tenorio, Gonzalo de Ulloa y al Duque Octavio, por sólo citar a algunos de los personajes del gran Tirso… La cuestión es la siguiente: durante el transcurso del XXXI Congreso Científico Total, del cual este Peje tuvo información qué les digo, exclusivísima, realizado en  la Universidad de Arvejópolis, en Grecia, y presidido por el emérito doctor don Óvolo Frenchfries, acaban de certificar que la sandía en compañía de generosas copas con vino tinto, blanco o rosado de modo ninguno estropea la salud ni mucho menos provoca la muerte; todo lo contrario, a contramano de la tali hebetudine circundante, gratifica el paladar, estimula el alma y provoca los más hermosos y lúbricos pensamientos, porque tan sólo basta ver los colores y los tornasoles de la fruta y las copas… Y ni qué hablar de un Torrontés con melón dulce, o de un Malbec de los gruesos con fresas que son frutillas maceradas en sus entrañas de jarrón al frío; al fin de cuentas todas variaciones esas del clericó y la sangría a nuestro estilo cocoliche… Las sanas costumbres indicarían que ha llegado el momento de despedirse, al menos por esta semana; sin embargo sucumbo ante la tentación de  extenderme un tantillo, ya que estamos con beberes y frutales, para comentarles acerca de uno sin vino pero con té, todo por culpa de Ducrot ya que el otro día me prestó ciertos libros del escritor gitano Jorge Nedich, entre ellos “El aliento negro de los romaníes”… ¡Léanlo…! Y con vuestro permiso paso a compartir un comentario que hace un tiempo ya – perdón, no encontré la fecha exacta – ese autor hizo para una nota que publicara Página 12: “Yo creo en el principio de la unidad en la diversidad (…). Me baso en una anécdota de Lévi-Strauss que leí en un texto de Susan Sontag: resulta que lo llevaron a Puerto Rico y le mostraron una destilería de ron muy limpia, que tenía toda la grifería cromada y brillante. Pero cuando probó el ron que hacían allí, lo encontró vulgar y grosero. Después lo llevaron a una destilería del siglo XVIII en la isla Martinica, donde encontró un ron que le pareció perfumado y meloso. Lévi-Strauss terminaba diciendo que eso es lo que ocurre con las sociedades modernas: tratan de borrar el perfume y el sabor de las sociedades antiguas. Creo que en esta misma encrucijada se encuentran los gitanos: ¿cómo integrarse y mantener esas virtudes perfumadas y melosas que supo apreciar Lévi-Strauss?”… ¡Qué tal…! Pues bien, ahora un té a lo gitano porque es bien de ese pueblo, con frutas: para tal acometida prefiero uno fuerte, el English Breakfast que le dicen, por ejemplo, pero por supuesto y como siempre, es una cuestión de gustos… Lo azucaran apenas… Tienen cortadas como para ensalada las frutas frescas de estación de vuestras especiales preferencias… En verano frutillas y duraznos, y naranjas siempre me parecen imprescindibles… En un vaso grande, un cuarto de agua muy caliente, el resto té, también que humee y en él entonces las frutas… Que reposen… Y una rodaja de limón… Después me cuentan…Otra vez… ¡Salud!

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