Posteos y tuiteos que destilan bronca y poco o nulo respeto por las diferencias entre quienes están del mismo lado de la mesa del país en ajuste. Tal vez todo motivado en la idea, dicha o no, más no dicha que sí, de que solo hay una manera de entender las cosas y que es la propia. Los demás que se equivoquen si quieren, pero después no se quejen de las puteadas.

Lamento, pero no lo lamento mucho, que estas líneas serán escritas de manera muy personal. Ya saben ustedes de todos modos tres cosas:

  • Que la objetividad tiene mucho de mito (no estaría mal, sin embargo, apostar como meta de un mayor profesionalismo a algún tipo de objetividad aspiracional. Este no es el caso).
  • Que en Socompa nos damos la gozosísima libertad de escribir como se nos cante el orto.
  • Que, como escribimos un par de veces, Socompa es un refugio político-existencial tanto para quienes la hacemos como para quienes leen nuestros textos.

Dicho esto explico otra cosas Que el disparador de estas líneas fueron ciertos posteos en Facebook que me entristecieron y que la tristeza/ odio macriana también echa su oscuridad en lo que sigue.

Un tercio de bronca, dos de tristeza, he de comenzar diciendo así: me saca, y acá empieza la nota esta que se llama “discutir política (o fulbo) en las redes”, la puteada fácil, ciega, fanática, automática, contra todo aquel que no piense como piensa el que putea. Me duele, me hace descreer no tanto en la política sino en la condición humana. Cada vez más creo –y lamento coincidir con Durán Barba- que en política nos movemos mucho más en términos emocionales, o irracionales, que en términos de argumentación racional. Como para colmo queda en mí un rastro de viejo hippie, le tengo cariño a la irracionalidad y me pongo esquizo. Me gusta y me aterra pensar que en el fondo somos animalitos mal hechos, mal terminados y por ende confundidos. Eso está bueno para la literatura pero no para esta nota, o como se pueda llamar este texto.

En algún momento pensé en dar los nombres propios de gente a la que se putea –o con la que yo mismo puedo enojarme, pero se trata de gente a la que respeto como mínimo por su inteligencia-. Después me dije no, es al pedo. No ayuda. De modo que no voy a dar nombres propios salvo el de dos colegas que no participan de mi pequeño mundo Facebook y que son “polémicos” para muchos, por decir poco. Eso será un poco más adelante.

No habrá otros nombres propios ni puteadas; no me pidan que cabecee.

Trosco, liberal, peroncho

Sin ser peronista, saben ustedes que mi último cariño fue por el lado del kirchnerismo. Lo cual no significa que no me pongan de la nuca ciertos rasgos kirchneristas y peronistas, incluyendo a una parte del pueblo posteador K, el más gritón. Es un poco absurdo este texto (voy escribiendo a vuela pluma) porque siendo kirchnerista resulta que este texto será una especie de presunto espacio de protección al no kirchnerista, enojándome más con mis parientes cercanos que con mis parientes lejanos. O no, creo que me voy a enojar con el conjunto de la parentela. O más bien me voy a doler con todos.

¿Se entiende algo hasta acá? Ustedes son lectores avezados, imaginarán los nombres propios. Estoy hablando de periodistas o “gente de la intelectualidad” que fueron críticos del kirchnerismo pero que no son el enemigo y tampoco son, necesariamente, “funcionales a la derecha”, aunque a veces lo fueron o estuvieron al borde. No hablo de Lanatas, Wiñazkys, Morales Solaces. Hablo de tipos sensibles con los que no comparto todo pero con los que comparto ciertas críticas al kirchnerismo y que sí, me rayan un poco cuando se ponen puristas (calificativo harto complejo de usar). Tipos que opinan como si la política o el arte de gobernar se desarrollaran –y vuelvo a citar la frase de Alfonsín- en condiciones puras de laboratorio. Se les puede llamar plateístas. Pero plateístas, opinadores fáciles, somos todos. Plateístas amargos. Onda River, Racing, Vélez.

Estoy hablando de personas que se consideran de izquierda, o profundamente progresistas y democráticos, o que se han definido públicamente como profesantes de un liberalismo político del piola, con toques estatistas en cuanto a la cuestión económica y social. Puede suceder incluso que alguno de estos tipos anide en Socompa, el enemigo interno, ¡¡¡danger!!!

Puto, pecho frío, morite

Bien. Decíamos: “me sacan”. Me saca que a gentes entiendo que buenas o bien intencionadas se las califique en las redes con simplezas y a balazos, como cowboy o Goebbels que pela el revólver a la primera de cambio.

Se les dice, a esos tipos o tipas (una María O’Donnell, pongamos): liberal del orto, cómplice, tibio, se hacen los equilibrados, son revolucionarios de café o de las redes, troskos, funcionales, moderados del culo. Más pior: se opone contra la visión de esos colegas y otros más o menos conocidos o famosuelos categorías que a mi gusto no funcionan: peronismo, el pueblo peronista, el pueblo a secas, los trabajadores. Nada de eso funciona ni es real, porque no son categorías en absoluto homogéneas sino casi inasibles por lo complejas y fragmentadas. ¿Peronismo? Ya rompí las pelotas con esto: ¿qué peronismo? ¿modelo Triple A/ López Rega? ¿Perón de qué año? ¿Isabel? ¿Vandor, Rucci, Ubaldini o Abdala? ¿Menem, Rodríguez Sáa, Cristina o Pichetto? Largo etcétera, pero los compañeros que se llenan la boca con la palabra peronismo, no aprenden, no quieren afrontar el dolor de la duda, ni el de la incertidumbre, ni de las macanas que vinieron (o pueden seguir viniendo) del lado de, seamos buenos, ciertos peronismos.

Sin dar su nombre porque en esto quedamos y porque me vino –con mucho dolor- por mensajito de chat, cito las palabras de un amigo y colega que es más peronista y kirchnerista que yo (lo creía más anarco o contestatario o abierto o zurdo y rockero y margineta). El flaco –como todos, como yo- necesitaba contención y me mandó, tras un posteo suyo contra los llamados tibios o cómplices, estas palabras que expresan un imaginario muy presente de este lado de la grieta (los nombres propios también fueron borrados):

“Breve adelanto: Fulano, Mengano, sociólogo Sutano, en menor medida Equis Periodista Mexicana, me parecen unos boludazos, y unos boludazos a menudo peligrosos. Gente que tiene miedo de ensuciarse y que por lo tanto no se anima a denunciar la barbarie por sí misma sin apuntar que lo anterior era más o menos lo mismo. El tipo de denuncistas que requieren un contrapeso para hacer sus críticas me parece básicamente deshonesto”.

Y luego:

“Querido: Fulano es un pelotudo. Vos estabas arrepentido de lo que le dijiste porque sos buena gente, pero vos sabés que no es momento para pelotudos. A mí, confieso, me desespera un poco que haya gente que vea las cosas de una manera tan… ¿té con leche?… en un momento tan tremendo. Y cuando son periodistas, claro está, me jode mucho más. Yo no les pido que sean peronistas, sólo que no sean boludos”.

Le tengo cariño al tipo que me escribió el mensajito, aunque más no sea porque lo conozco desde que era de los primeros becarios de TEA, curtió lo contracultural, viene del conurba sur y es básicamente muy buena gente y buen colega.

“Yo no les pido que sean peronistas, sólo que no sean boludos” es una bella frase. Incluso un buen título de novela. La macana es que yo no coincido con mi colega casi amigo del conurba sur en que los mencionados por él sean unos boludos. Más bien al contrario, me parecen tipos inteligentes y hasta valiosos. Pero escribo estas líneas, estas exactas y últimas palabras y me pregunto: ¿qué es inteligencia? ¿Y qué es inteligencia política? Porque en alguna medida tiene razón el amigo cuando sostiene que son unos boludos los que no entienden que las cosas están demasiado dramáticas para pararse en purismos, pequeñas diferenciaciones narcisistas y cierta tendencia no necesariamente al “son lo mismo”… pero con riesgo de “sonlomismismo” (neologismo que justamente acuñó mi mensajero del conurba sur).

Que no me aclaro, dicen en España. A ver si lo intento otra vez y queda más comprensible mediante la repetición: lo que me saca es que se trate de pelotudo a quien sea cuando quien sea no coincide con nosotros. Me saca que no se considere una sola y puta crítica que nos duela. Y sobre todo me saca y me angustia la violencia y el odio que nos atraviesa, que puede que emane de la grieta y los tiempos macristas y del rasgo expulsivo del kirchnerismo… pero que no viene solo de ahí.

No. Viene de nosotros mismos, también. Viene de nosotros que nos callamos en su momento las cagadas de algunos cuadros del kirchnerismo a los que luego, corajudos, cuando se pasaron al otro lado calificamos como traidores. Tal como hacía 6,78: Tinelli un día era el bueno de Marce y al otro era Tinelli, un pelotudo.

Zloto garca, Berco banana

Ahora sí voy a citar dos nombres propios de periodistas que cobran de lo lindo por el lado del kirchnerismo de base que se cree más duro. Marcelo Zloto y Alejandro Berco. Laburé con ambos, hace mucho. A Zloto lo traté desde la revista El Porteño y Página/12 y la revista 21-23, o XXIII, ya no me acuerdo. Tipo enigmático, Zloto. No lo saco. Lo que es seguro: para mí es un muy buen periodista y un conductor televisivo agradable, relajado, sereno. Cualidades que justamente sacan de quicio al kirchnerismo duro y acaso a la gente de las izquierdas, que no sé qué carajo pensarán sobre Zloto. Zloto, en las asambleas de Página, era un tipo solidario. Claro: tiene en sus espaldas la marca del espantoso pecado de haber laburado con Tenembaum en TN. Y ahora ustedes me putearán por tibio porque ese programa, sí, en alguna medida puede que fuera funcional a TN (lo producía un simpatizante del kircherismo, caramba) pero era la centroizquierda de TN, lo cual, cierto, era fácil. Pero no eran lo mismo Zloto que Tenembaum. Y ambos se cansaron de invitar a compañeros de Carta Abierta, a los que trataron con respeto. Conozco troskos que fueron mucho más irrespetuosos con la gente de Carta Abierta.

Hace pocos días Zloto mandó un tuit que según cómo se mire puede ser tildado de garca, justo, equilibrado o provocador. Dijo que a pedido del sindicato de periodistas, SIPREBA (al otro lo seguimos buscando pero no aparece) adhirió a la solicitada de apoyo a los despedidos de Télam pero que de todos modos el número de trabajadores de la agencia estatal le parecía una barbaridad, un número insostenible. Por ese lado lo llenaron de puteadas en las redes. Lo hablé con mi novia el tema (hablen los temas con sus novies, socompes) y quedamos en que es al pedo o provocador o narcisista ese toque de opinión personalísimo en medio del dolor del conflicto: “pero 800 laburantes son mucho”. Yo mismo pude y puedo incurrir en ese error desde el narcisismo o lo que sea. ¿Ustedes?

Ejercicio: yo mismo podría decir que 800 laburantes es mucho y sé –porque laburé en el Estado en tres oportunidades- cómo se llena de gente el Estado, no siempre de manera virtuosa. Más interesante que eso es pensar cuál demonios debería ser el parámetro para sostener o impugnar que Télam tenga (tuviera) más de 800 trabajadores. Una explicación es que Télam no es solo una agencia informativa como pudo serlo DYN o DPA. Télam tiene parte de su estructura administrativa (mal) dedicada, por ejemplo, al asunto de la distribución de la pauta publicitaria, y sus corresponsalías en las provincias hoy desguazadas. Acá mismo, además, en Socompa, Rubén Furman, un sufrido de Télam, escribió una muy buena nota que explica en buena medida por qué en Télam trabaja(ba) “tanta gente”: http://socompa.info/medios/cinicos-mentirosos-brutos/.

En Facebook circularon cuadros que mostraron que en otras agencias internacionales labura más gente que en Télam. Pero no hay parámetros, no. Todo depende de qué política de comunicación se dé un Estado, entre otras cosas, acaso, para dar la “batalla cultural”. Si por mí fuera, y mientras sea un modelo de agencia pluralista, podrían trabajar dos mil tipos en Télam, considerándola no como una agencia de noticias a la antigua (tirar cables secos) sino como una plataforma múltiple y federal a tope, una que nos defienda del modo espantoso en que circula la información en el mundo, que nos proteja de los grupos mediáticos concentrados y que nos proteja del porteño-centrismo.

El otro colega muy puteado con el que laburé un añito, decía más arriba, es Alejandro Bercovich, o Berco. Eso fue en el horrible diario Crítica de la Argentina. Me caía muy bien, a mi gusto se ufanaba demasiado de correr al gobierno kirchnerista –desde la sección Economía- por izquierda. Ahora que lo pienso, lo que no me gustaba de ese orgullo de Berco es que lo hacía desde el chancho diario opositor/ populista que dirigía Jorge Lanata. De modo que, confieso, mi pequeño malestar con Berco es que… ¿terminaba siendo funcional a la derecha? No lo tengo del todo claro.

En Facebook vengo haciendo de (provocador, yo también) hincha de Berco desde que estaba con el Gato Sylvestre. Dos cosas: fíjense cómo cayó en calidad el programa del Gato desde que Berco se fue (aportaba mejor discurso e información propia compleja, sin perder gracia) y miren qué simpático, dinámico y con buena data que es el programa Brotes verdes. Aun cuando, okey, sí, de tanto en tanto Berco necesite sacar lustre de no kirchnerista o de zurdo independiente (¿no tiene derecho?). Berco, además, fue un activo militante de SIPREBA. O sea: no puteen tan fácil, muchachos.

Ahora me pongo en peronista

¿Sirve de algo esto que estoy escribiendo? ¿Le sirve a Socompa y a ustedes? ¿Está mal que haga estas preguntas, que son un modo de sincerar los límites que tenemos al “hacer periodismo” o las incertidumbres que nos rodean?

Ahora viene la parte peronista o puteadora (sí, ya sé que los otros también putean y no te digo los macristas). Es la parte en que reconozco que efectivamente, de vez en cuando o muy a menudo, ciertos puteados se lo merecen un poco. Porque les complace provocar –a mí también, somos todos infantiles en eso- o porque es parcialmente cierto que suelen dedicar más tiempo a diferenciarse del kirchnerismo que a diferenciarse del horror absoluto del macrismo, al que se supone que detestamos todos, al menos todos los lectores de Socompa, que no necesariamente están unidos por el amor a una identidad política (y qué queda de eso, me preguntarán) sino unidos ante el espanto.

¡Pero aun así me sacan los puteadores! Porque apuntan –a veces con razón- contra el narcisismo que late en los posteos de los que son puteados, pero en el fondo reaccionan con un narcisismo idéntico. Después, claro, de cara a la unidad opositora o lo que mongo sea (vamos Mongo, nos pusimos modernos) exigimos a los políticos que no sean pajeros, que “depongan egos e intereses personales”. Cuando todos tenemos un eguito que te la voglio dire.

Última puteada mía contra los puteadores virtuales. Desde los tiempos kirchneristas sucedió una inversión peligrosa con la palabra “progre”, que hasta fines de los 90 gozaba de buena prensa. Pues bien: hoy decirle progre a alguien, desde el kirchnerismo (¿y la izquierda?) que se cree lo más grande que hay, es un insulto. Propongo no digo reinventar pero revisar la palabra progre usada como adjetivo desdeñoso o demonizante. Aun cuando sea cierto que el progresismo argentino tuvo algo o mucho de tibio –en el barrio decíamos de maricón, sepan disculpar- y que eso queda demostrado mediante el ejercicio de comparar el seudo progresismo de la Alianza/ Frepaso (o el mejor alfonsinismo), versus ciertas políticas centrales y unos cuantos corajes que sí sostuvo el kirchnerismo, a veces pasándose de la raya de macho golpeador, o de autoritario.

Eso lo dejamos para otro día. Solo recuerden que para ganarle a Macri necesitamos a los progresistas cagones.

Como pueden ver, camarades, este es un texto blando, mariconazo, a favor del respeto y la tolerancia y el pluralismo y todas esas porquerías. Al respecto –sin lamentarlo- voy a pasar un chivo, y no un Chivo Rossi, a favor de algo que conseguimos en Socompa aunque seamos chiquititos, una partícula, en el mapa comunicacional. Al menos a mí me enorgullece mucho que Socompa no tenga una identidad política o periodística híper definida. O me gusta que se haya autoinventado una identidad propia que no sé cómo se llama. Me encanta que seamos variopintos, que seamos fieles a lo que se propuso cuando hicimos las primeras reuniones: somos un espacio pluralista contra el macrismo, pero pluralista en serio, no de chamullo ni de sonrisa PRO.

Ojalá les parezca algo parecido. O les llenamos la cara de dedos.