Le escapa a los lugares comunes, reivindica el debate y cree que las elecciones son sobre todo una manera de que se conozcan sus posiciones y sus ideas. Bregman desmiente que el Frente de Izquierda sostuviera aquello de que Macri y Scioli eran lo mismo mientras piensa que en  esta campaña hay  más slogans que ideas.

Myriam Bregman llega un poco tarde a la cita en el anexo del Congreso. Había salido a acompañar una marcha de trabajadores de Vialidad que protestaban contra una privatización encubierta del sistema de rutas y caminos. De alguna manera, esa circunstancia es parte del trasfondo de la primera pregunta: si son tantos los despidos, si hay caída del poder adquisitivo, ajuste, tarifazos, ¿cómo se explica la adhesión que recibe Cambiemos?

Bregman se toma un rato y sonríe antes de responder:

-En una campaña electoral tan vacía de contenido, en la que todos copan el mismo modelo de comunicación –el duranbarbismo que le dicen- el original siempre va a ganarle a la copia.

Con el tiempo, la izquierda empieza a tomar un lugar en los medios y la propia Bregman suele participar de programas como los de Sylvestre. Ella lo minimiza un poco:

-No es tan fácil que nos den un lugar. Hay temas en los que podrían invitarnos y no lo hacen. Tampoco estamos tan seguido como se piensa. De todas maneras, interpreto nuestra presencia en los medios como una conquista, un reconocimiento, en mi caso a muchos años de militancia en causas de lesa humanidad y en  defensa  de los derechos humanos. Un reconocimiento a lo que venimos luchando, denunciando. No llegamos hasta ahí por estar envueltos en denuncias de corrupción ni nada por el estilo. Y aprovechamos ese espacio para difundir nuestras ideas, para que se nos conozca. Aparte de tener nuestro propio canal de información, La izquierda diario.

-¿Realmente creen que de haber ganado Scioli hubiera hecho lo mismo que Macri?

-No, categóricamente no, Scioli y Macri  representan proyectos  diferentes aunque sí iban a lugares parecidos. Scioli no iba a hacer un gobierno nacional y popular como pensaban muchos sino que sus economistas preanunciaban que iba a ser un gobierno de ajuste. Era como una nueva etapa. El mejor ejemplo de esto es  lo que pasó con Lenín Moreno en Ecuador o con Dilma Rouseff, gobiernos que significaron un claro retroceso respecto de lo que se venía haciendo. Aunque Dilma haya caído víctima de un golpe de la derecha, ya las cosas no estaban bien. Aparte,  un gabinete como el que se anunciaba,  con Berni, Casal, Granados no permitía presagiar  nada bueno, y difícilmente un gobierno popular. Como el kirchnerismo ni tampoco los otros gobiernos de la región  se plantearon cuestionar las bases del capitalismo comenzaron etapas de ajuste en todo el continente. Dejaron en pie los poderes económicos y cuando cambian las condiciones se encuentran con un límite. No es casual que aparezca la figura de alguien como Berni, quien ya había reprimido con Cristina, sobre todo a partir de 2014 cuando las condiciones económicas ya no eran tan favorables. Pero de ningún modo decimos que son lo mismo. Nunca dijimos:  son lo mismo. Adjudicarnos eso fue una manera de blindar la figura de Scioli, que era un mal candidato, que tenía pasado menemista, de derecha.

Uno de los grandes temas de estos tiempos es la corrupción. ¿Qué análisis hacen ustedes?

El tema de la corrupción amerita un debate menos mediático y más analítico que el que se está dando. Siempre hay corrupción en la gestión del Estado  capitalista. Cambian los nombres pero no se  puede desligar a la corrupción  de los intereses económicos que defienden los gobiernos. Por eso el tema va más allá de las personas, el Lázaro Báez de Macri es Calcaterra. Y cuando se ha querido vincular a organismos de derechos humanos con la gestión del Estado quedaron manchados con la sospecha de la corrupción. Hay algo de inevitable en la corrupción al menos en este sistema.

Pareciera que hay como un encono mayor de tu parte hacia el kirchnerismo que hacia el macrismo..

(Se ríe) Me han dicho siempre lo contrario.

Pero se te ve en la tele y si te toca estar en un panel con un kirchnerista enseguida traés a colación lo que haya hecho de malo el FPV.

-Es que hay que denunciar que si Cambiemos hizo todo lo que hizo en la CABA es porque el Frente para la Victoria les votaba los proyectos. Como el remate de todos los terrenos de la ciudad sin tener votos propios. Y hay que decirlo para que se sepa a quién se vota. De todos modos, hay un diálogo posible con ciertos sectores del kirchnerismo siempre referidos a temas puntuales: si alguien presenta un proyecto de aborto legal y gratuito para que no sigan muriendo mujeres en la Argentina, me alío con quien sea. Con la gente de base del kirchnerismo se pueden compartir algunos valores, no con De Vido.

-Ustedes no creen en las instituciones burguesas, ¿cómo es eso de participar en una elección?

-En un sentido, la elección es una táctica, porque nuestra estrategia es luchar por una sociedad distinta, sin explotados, sin oprimidos donde no haya estos debates miserables si los pobres son un 28 o un 30 por ciento. Debates que ocupan mucho tiempo y que son muy crueles. No tenemos una visión electoral evolutiva, eso sería  integrarse a la lógica del sistema tratando de meter cada vez más diputados. De últimas eso nos sirve para difundir nuestra voz, para poder  usar la banca y así  apoyar las luchas que suceden en el país. Es bastante más complicado que una campaña electoral. No hay confluencia en lo estratégico. Más de allá de un sistema electoral que tiene muchas trampas, con los porcentajes. Hemos peleado más por la libertad de Milagro Sala que muchos de los que se dicen sus compañeros.