El nivel de bolonqui nacional es tal que todo vaticinio puede fallar. Pero de aprobarse ya sea el Presupuesto 2019 como el acuerdo con el FMI, vamos a tener que recurrir a la entera Legión de Súper Héroes.

En una todavía fresca columna de opinión que publicó en la web El Canciller, el colega Diego Genoud escribió que Cristina Fernández de Kirchner viene haciendo una misma pregunta a quienes se postulan como candidatos presidenciales de eso que llamamos peronismo. Seguramente CFK –que cuando quiere puede ponerse enojosa- la hace con un tono socarrón. La pregunta es muy parecida a la que planteamos al final de una nota que publicamos el 31 de agosto pasado en Socompa: “¿A quién carajo se le ocurre ser candidato a presidente, justo para los años en que sobrevendrá el Apocalipsis?”.

Para recordar el pánico: el Gobierno de Cambiemos se las está ingeniando en su discusión con el FMI para dejar la bomba justo cuando Macri haya dejado la presidencia. Es decir: los primeros o más espantosos vencimientos de deuda de la Argentina estallarán no este año, ni el próximo, sino en 2020.

Escribe Genoud una frase afortunada: “dicen los incondicionales de Cristina que no todos saben responder para qué competir por la silla eléctrica que Macri pondrá en juego cuando se agote su mandato”.

Estremecedora definición. Sin embargo hay peronistas (¿?) que quieren ser presidentes y un Congreso que –en principio- aprobará el Presupuesto suicida que Dujovne presentó ayer, siempre breve, escaso, cortito y al pie.

La pregunta de CFK merece hacerse extensiva a cualquier legislador que participe en la discusión del Presupuesto, y es que ese Presupuesto viene con generosas cargas de TNT.

¿Por qué seguramente muchos lo votarán? Por razones que a este cronista se le escapan y por otras muchas muy variadas que dependen no sólo de lo que le quede de convicción o ideas a cada cual sino de cada realidad provincial. Hay provincias con déficit, las hay sin déficit. Hay provincias que entrarían en estado de incendio si el país se incendia un poquito más. Habrá algunas que se incendiarán con o sin extorsiones financieras, recorte o no recorte de fondos, remesas, traspasos, deudas del Estado nacional o participación en la recaudación de impuestos.

Otras respuestas posibles: la cortedad de miras de nuestros políticos (legisladores, gobernadores, políticos varios, amén del Presidente y sus ministros). La falta de convicciones. La imposibilidad de proyectar las cosas a futuro en un país que volvió a mirar cada minuto a cuánto está el dólar, si sube el riesgo país, si el FMI levanta o no el pulgar, cuántas más raciones de comida necesitan los salvajes (tomo una expresión usada por Marcos Mayer acerca de los pobres no buenitos que detestan el macrismo y el establishment) para no salir a quemar todo. El escenario cambia cada tres días y cada negociación o extorsión en particular con cada provincia es también distinta.

Dibujos, versos y fantasías

En esta discusión –tanto la de la negociación con el Fondo como la del Presupuesto- la mayor parte de la oposición mira para otro lado o habla bajito. El kirchnerismo y la izquierda son la excepción. Pero –noticia de cierta importancia- también miembros destacados massistas (¿o ex massistas?) dicen que no votarán el Presupuesto. Felipe Solá y Daniel Aroyo serían de esa partida. De Massa no lo sabemos y del futuro del massismo tampoco.

Poca cosa o nada dicen los opositores –racionales o no- sobre el hecho de que los dibujos de otros presupuestos del gobierno de Cambiemos se convirtieron en evidentísimos papelones o versos sucesivos. Claro que los números también fueron avalados en silencio por los gurúes económicos, siempre avaros o muy defectuosos a la hora de pronosticar la inflación real y las brutas devaluaciones del dólar. Provoca una severa irritación que cada vez que sube el dólar los diarios titulen como maestritas “¿Por qué sube el dólar?”, cediendo o no la opinión a esos gurúes. La pregunta debería ser “¿Por qué sube el dólar particular o excepcionalmente en Argentina?”.

No fue acá en Socompa ni en Página/12 si no en Clarín, en una nota firmada por Eduardo Paladini, que se repasaron datos elementales de las pifias del Gobierno a la hora de fallar en el cumplimiento de los Presupuestos y los pronósticos (síndrome de los segundos semestres). La nota comienza con un augurio de Macri de acá nomás, 31 de julio pasado: tendremos una inflación del 30%. Hoy se calcula, incluyendo bancos privados, que podría pasar largamente el 45%.

Para el Presupuesto 2016 el Gobierno planteó –anotó el periodista de Clarín– “un crecimiento de 3%, una inflación de 14,5% y un dólar promedio de $ 10,60”. El dólar terminó en $ 16,30, la inflación en 24,8%, el crecimiento fue solo del 2,3%.

Mucho peor fue lo sucedido con el Presupuesto de este año. Proyecciones: crecimiento de 3,5%, inflación de 10 a 12% y a los escasos días de 15%. Dólar a 19,30 pesos. En el antepenúltimo anuncio oficial, cuando comenzaron a arreciar las corridas cambiarias, Dujovne, con aval del FMI (cursivas para mayor vehemencia), dijo que algún cachito creceríamos y que el dólar ya dejaría de galopar y que para el último trimestre de este año o el primero del próximo la economía volvería a crecer.

Macanas. Vamos a terminar en recesión, la recesión será larga y machaza, el PBI caerá 2%, la inflación puede pasar de 45% y el dólar –si Zeus lo permite-… no sabemos qué permitirá Zeus. Pero pongamos que arribita de 40 pesos con suerte y viento a favor. De nuevo: dólar a 40 contra pronóstico oficial 2018 de 19,30 del mejor equipo de la última media centuria. Mucho peor aún: el Presupuesto 2019 habla de ¡¡¡dólar a 40,10!! Y así sucesivamente. Muchas preguntas pueden hacerse que rozan lo pelotudo y será por eso que los opositores racionales no las plantean en voz alta.

Necesito garante

Se supo hace pocos días que la guita del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES (oprobiosa creación kirchnerista) bajó de manera dramática: se esfumaron más de 17 mil millones de dólares (replay: los racionales no dicen nada). La alusión a esto de las garantías es solo una modo tosco de entrar en otras preguntas: ¿qué seguridades pueden tener legisladores provinciales y gobernadores de que un Ejecutivo que ya los viene cagando finito, recortando o suspendiendo fondos –a menudo sin la menor consulta previa- no solo vuelva dibujar el Presupuesto, como lo hizo con los anteriores, sino que además incumpla las promesas que se hagan en las mil negociaciones de estos días?

No tienen ninguna, mucho menos dada la altísima imprevisibilidad económica de lo que se viene, mucho menos dado el ajustazo que traerá más recesión.

Uno tiende a suponer que diputados, senadores y gobernadores saben todo esto. Y tiende a interpretar que se refugian de la bomba atómica en la palmerita más cercana, temblando. Lo que uno tiende a pensar que sucederá con la atómica no deviene solamente de lecciones de Ética Social e Ideología. Es pura experiencia histórica, matemáticas, racionalidad y un toque de análisis político. Si lo dice incluso la Universidad Católica Argentina, vía Observatorio de la Deuda Social. Su director, Agustín Salvia, habla sencillamente de una inminente situación social “catastrófica desde lo económico”. Por el lado del FMI, ya fracasado el primer acuerdo con el Gobierno (lo cual debería implicar un bochorno político y académico no solo para el Gobierno sino para el FMI, si el mundo fuera un lugar sensato), las cosas se discuten ahora en un marco mucho menos confiable aun. Porque desde aquel primer acuerdo se disparó mucho más el dólar, porque cayó la confianza de la población en el Gobierno, porque la oposición puede que se haga la boluda pero tampoco es que sale a inmolarse por ese Gobierno (¿o sí?), porque subió el riesgo país, porque la relación deuda/PBI saltó a lo bestia (87% del PBI, para fin de año, cuando a fines de 2017 era del 57,1%, para no decir lo que representaba hacia el final de la Monarquía) , porque al Toto Caputo le cuesta un Perú renovar la totalidad de los títulos de corto plazo, Lebac, Letes, etc.

Vivimos con el corazón en la boca mientras Dujovne anuncia el presupuesto como quien lee el pronóstico meteorológico de mañana. Hasta hace 48 horas existían serias dudas de que el FMI firmara un segundo acuerdo con el Gobierno. No solo por el dato de que no se entregaban los 3.000 millones de verdes prometidos por el Fondo sino por un endurecimiento nítido en el lenguaje de sus comunicados, que –traducidos al idioma draculiano- hablan de “vamos a pedir más sangre”. Cuando se escriben estas líneas, oh, bendita calma, el FMI anuncia “avances significativos” o algo parecido.

Pero claro, pese al vértigo y al cagazo pánico, es obvio que el Gobierno puede volver a dibujar y a incumplir las metas (¿se acuerdan del “no vamos a dar metas de inflación”?). Tiene una enorme ventaja para hacerlo y es que las provincias apenas tienen voz (y no se juntan, o lo hacen con enorme esfuerzo, como en el caso de la defensa del Fondo Solidario de la Soja). No, las provincias no tienen voz o no saben crearla. El Dios mediático, para colmo y su desgracia, tiene su trono en la ciudad de Buenos Aires.

Así estamos. En estos días se están discutiendo entre Nación y provincias, en modo vértigo, mil cosas: transferencias o no de subsidios al transporte, tarifa social bancada o no por el Estado nacional, rebaja o no de Ingresos Brutos. Acá en Socompa, como pispeando con amargura cómo puede darse la discusión en el Congreso, Gabriel Bencivengo tiró una muy buena frase: “Difícil la tendrán los diputados y senadores que alinean en la Corriente Racional. ¿Correrán por izquierda y votarán por derecha?”.

Qué será de racionales y dementes

Para más bolonqui económico e institucional (porque se sabe que “la causa de los cuadernos” generó esos bolonquis) el amigo Bonadío dictó el pedido de prisión de Cristina Fernández de Kirchner. Con lo cual, hermanos del FMI, se resta más previsibilidad política a la Argentina, aunque los foristas de La Nación se emocionen a tope.

Es también complicado saber qué pasara con el pedido de Bonadío, con la posibilidad de desafuero de CFK. Miguel Ángel Pichetto –si es que estuvo atrás de Bonadío, o se alió con Macri, o la conspiración que el lector desee- volvió a decir que los “racionales” no bancarán el desafuero de Cristina, aun cuando muchos siglos después de haber sido encanado José López se haya acordado de que la plata de los bolsos del convento “era para Cristina”. Aun cuando los pozos de las retroexcavadoras tenían la llamativa “forma de caja fuerte”. Reiteró Pichetto (tercera vez que lo hace): “El principio de inocencia se rompe únicamente con la sentencia definitiva”.

Mamma mia, ¿qué será de este país y qué de la presunta alternativa del peronismo?

Volvamos al inicio de esta nota: la pregunta de CFK: ¿por qué demonios querés ser candidato? Según Diego Genoud, Cristina incluso le hizo la pregunta a Sergio Massa. Pero el periodista no da precisiones acerca de un encuentro entre ambos. Sí hubo trascendidos de acercamientos, incluyendo la presunta posibilidad de que Massa acepte una interna total, con kirchnerismo incluido.

Hasta hace cosa de dos años o un poco menos el que escribe creía que –tras el desastre macrista- la posibilidad de que el massismo sucediera a Macri era un escenario futuro muy probable. El que escribe, hoy, no se anima a vaticinar nadita. Pero ponele que Massa fuera el próximo presidente, ¿qué haría con la herencia recibida y los vencimientos letales de deuda? ¿Tendría la fuerza política suficiente como para convocar a un nuevo “Diálogo Argentino”? ¿Tendría el pragmatismo de un peronista de adaptarse a la época y, para zafar, zafaría de los acuerdos con el FMI y los vencimientos de la deuda? La pregunta corre para el que sea. La otra pregunta, si Massa es “peronista”, no debe hacerse porque queda feo y de todos modos el peronismo es generoso, no hace esa pregunta.

Para más incertezas murió José Manuel de la Sota, de quien se venía diciendo que también venía silbando bajito para conseguir la unidad del… del… del peronismo. Hay quienes dicen u operan o afirman que venía postulándose como presidente de la transición del quilombo, acaso en acuerdo con el kirchnerismo. Vaya a saber.

Se nos vienen los dos años menos pronosticables de los últimos tiempos. Del 2001 nacieron macrismo y kirchnerismo, suele decirse, y uno grosso modo acuerda con eso. Nuestras dotes de videntes apenas si llegan a la semana que viene. Preparen las katanas que el Congreso puede que se haga el harakiri.

Trancas: podemos equivocarnos de acá al Japón.

 

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