Cuando no se quiere discutir el fondo, es bueno poner el ojo en las formas. Esa parece ser la razón de tanto entredicho por una cruz retirada del recinto legislativo salteño para la presentación del libro “Vida de Perro”, con Horacio Verbitsky y Diego Sztulwark.

A pedido de la Cooperativa Coyuyo y de la Mesa de Comunicación Popular de Salta y Jujuy la Cámara de Diputados de Salta prestó el recinto legislativo para la presentación del libro “Vida de Perro”. Y ese parece ser un crimen que los sectores reaccionarios de la derecha salteña tratan de hacer pagar caro a su presidente, Manuel Santiago Godoy. A falta de razones valederas, aprovecharon que alguien retiró el crucifijo que preside la sala de sesiones para atacar por ese lado. ¿Es que ya no hay buenos argumentos para defender la injerencia de la Iglesia Católica en los asuntos del Estado?

El diputado Andrés Suriani fue uno de los que comenzó el revuelo por el gran tema: acusó a Verbitsky de haber hecho retirar el crucifijo “con la anuencia” de Godoy. Luego siguió el cura Oscar Ossola, que nos trató de “locos desaforados”, lo que no le impidió luego reclamar “respeto”. Nos parece bien, cuando quiera nos acerca sus disculpas, quizás sea el comienzo para un intercambio adulto y respetuoso sobre separación de la Iglesia Católica de las cosas del Estado.

Ossola llegó incluso a exigir a Godoy el repudio por esta acción y que dé garantías de que eso no volverá a repetirse. Está reaccionando tarde, señor. Ya en 2016 se retiró el crucifijo y usted no reclamó nada. ¿Será porque entonces no se discutía tan abiertamente sobre el aborto y tampoco estaba en discusión la separación de la Iglesia Católica del Estado? ¿Será porque no había un movimiento público de apostasía de la Iglesia Católica? ¿Porque no se había presentado un proyecto (como el del PO) para que la Iglesia pague impuestos por sus muchas propiedades? Inmuebles, hay que decirlo, que si bien se presentaron como graciosas concesiones de los gobiernos (democráticos y dictatoriales), fueron en realidad hechas por todxs los habitantes de este suelo, católicxs, protestantes, luteranos (de cualquier otra religión), atexs y agnósticxs.

En la lista de los que ven en la exaltación de los sentimientos religiosos una posibilidad para competir en elecciones futuras se anotó el intendente Gustavo Sáenz, que también salió a disparar sin preguntar antes. Su objetivo fue, claro está, su rival, el presidente de la Cámara. En tiempos de macrismo, ya sabemos, poco importa si se habla con datos certeros, solo importa hablar. Cuanto menos verdad se diga, mejor.

Para los Surianis y Sáenz: ya se dijo, pero aquí es necesario repetirlo, que Godoy ni siquiera se reunió con Verbitsky y tampoco tuvo nada que ver con la organización.

¡Hasta el arzobispo Mario Cargnello le dedicó parte de su homilía a lo del crucifijo! “Aprendamos a defender la dignidad de nuestro pueblo que por ser creyente es un pueblo de pie. Por ser creyente sabe recibir con elegancia a la gente y tratarla, pero espera ser tratado de la misma manera”, dijo en la misa del domingo.

Está claro también, pero hay que decirlo: retirar el crucifijo de un lugar que, como dijo Godoy, no es religioso sino la sede de una institución de la República, no es un crimen, y mucho menos un pecado. También hay que decir esto, aunque ya se sabe: no hay ataque hacia la Iglesia y mucho menos hacia sus creyentes, con muchxs de lxs cuales compartimos luchas y convicciones. En todo caso, se critica y se denuncia a quienes utilizan la fe para sus propios beneficios que nada tienen que ver con la piedad católica. Y se critica la pretensión de imponer una creencia sobre otras. Respeto, de eso hablamos.

Y también hay que insistir: la discusión sobre quién sacó y puso de nuevo el crucifijo es una nimiedad que en realidad encubre los verdaderos temas sobre los que hay que discutir. Hay un punteo de ellos en las preguntas de arriba. Celebramos que esta actividad de Coyuyo y de la Mesa haya expuesto, una vez más, la necesidad de debatir sobre estas cuestiones que hacen al estado de derecho.

 

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