El autor plantea que el imaginario social parece estar manejado desde una consola por los espíritus de los grandes ideólogos del racismo, del darwinismo social, de los dones y privilegios naturales, del orden inmutable.

Suele decirse que, para que la perversión quede establecida, hacen falta uno que haga pasar lo malo por bueno, otro que haga pasar lo bueno por malo y un tercero que observe. Esos tres pueden bien ser uno solo o tres millones.

Los que claman por el linchamiento de los ladrones de bicicletas y los que lo hacen por el indulto a los violadores de niñas no se ubican en perspectivas opuestas sino que comparten idéntica demagogia punitiva.

Clamarán venganza siempre que el victimario pertenezca a una clase social más baja que la de la víctima, indiferencia o regocijo morboso cuando ambos sean pobres, y silencio mezclado con melodrama cuando ambos sean de clase media para arriba.

Accesoriamente, siempre considerarán al delito económico como iniciativa creativa, a menos que sean víctimas, en cuyo caso le reclamarán al Estado por falta de regulación, al mismo Estado cuyos impuestos repudian por tiránicos y confiscatorios.

El imaginario social parece estar manejado desde una consola por los espíritus de los grandes ideólogos del racismo, del darwinismo social, de los dones y privilegios naturales, del orden inmutable (1).

Es casi seguro que, de la legión de linchadores silenciosos y voyeuristas, ninguno ha leído ni conoce siquiera el nombre de la mayoría de los ideólogos.

Más bien parece construirse una ficción inversa, una trampa del tiempo, en la que los iluminados leyeron ayer la mente de los miserables de hoy.

  • Algunos inspiradores:

Juan Ginés de Sepúlveda, abanderado de la “inferioridad natural” de los aborígenes americanos, enfrentado con Bartolomé de las Casas.

Herbert Spencer. De demócrata radical en su juventud a ultraconservador en su madurez, sucumbió a su propio concepto sobre la “supervivencia del más apto” y lo aplicó a lo social y político.

Wilfredo Pareto. De liberal a proto fascista típico y arrepentido tardío, uno de los precursores del fundamentalismo de mercado.

John D. Rockefeller. Fundador del mayor y más cerrado monopolio de la Historia, y acumulador de la mayor fortuna personal. Escribió: “La bella rosa estadounidense sólo puede lograr… su esplendor y perfume … si sacrificamos a los capullos que crecen en su alrededor. Esto no es una tendencia maligna en los negocios. Es más bien solo la elaboración de una ley de la naturaleza y de una ley de Dios.”

Ayn Rand. Escribió que los derechos positivos – trabajo, salario justo, salud, vivienda – significan “conceder a los incompetentes, los estúpidos, los vagos el derecho al disfrute de bienes que no podrían producir, no podrían imaginar y ni siquiera sabrían qué hacer con ellos”

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