Entre Leuco, Majul, Longobardi y otros, venimos aprendiendo una serie de lecciones acerca de cómo hacer del periodismo un oficio más noble. Si hasta Daniel Hadad aparece, en versión Majul, como un santo varón de la moderna democracia.

Vamos a dejar de lado lo más rápido que se pueda estas riñas pequeñas entre periodistas estelares recordando lo obvio: que una muy buena parte de lo que sucede entre ellos es puro narcisismo. Vale aplicar la vieja y útil imagen de la guerra de vedettes, muy pero muy maquilladas y soplándose las uñas recién pintadas. Guerra de vedettes con algún componente sórdido, siempre. Como que a lo largo del tiempo el Pequeño Majul Desilustrado se haya dejado humillar más de una vez por Jorge Lanata, con tal de recibir su bendita radiación. O como que Marcelo Longobardi, a fines de los 90, me haya dicho por una pelea episódica que Daniel Hadad era “un loco, un nazi” (y él, un caballero liberal). No recuerdo si me pidió que esa frase no la publicara. Pero sí que se prestó muy solicito, en su beneficio, para una nota bien crítica contra Hadad que salió publicada en portada de la revista 3Puntos. El plus de lo asquerosito es el hecho de que se sabe cómo suelen seguir estas cosas, Majul vs Lanata; Longobardi vs Hadad; Rial contra quien sea: pelea y reconciliación, pelea y reconciliación, morbo, ñami-ñami, rating.

Hace unos años, yendo a no recuerdo cuál de las piojosas redacciones por las que nos hacía circular Sergio Szpolsky, me encontré al pequeño Majul en Córdoba y Serrano. Nos conocíamos de sus años (juajuajua) progres. Sin que le preguntara nada –quería cualquier cosa menos hablar con él- se puso a defender su antikirchnerismo apelando al sambenito de la información chequeada. No me importaba un pomo la defensa de Majul, ni él tenía por qué contarme nada. Pero sí me llamó la atención que necesitara defenderse. ¿Tenía por entonces algún complejo de culpa al ver una cara del pasado? No lo sé.

Parecido fue un día en que me llamó Gabriel Levinas rogándome que le creyera que su información contra Horacio Verbitsky era buenísima, que fuera corriendo a su casa, que la viera con mis propios ojos y concluyera. Me sentí incómodo, o más bien despavorido, y lo que sí hice fue alertar al Perro, que por supuesto se mantuvo mucho más calmo (al Perro le encanta mostrarse imperturbable y reposado, un brillo de ironía en los ojos). Entiendo que el libro de Levinas sobre Verbitsky pasó sin pena ni gloria. Doble agente, se llama, y ahora que gugleo veo que por Mercado Libre te lo venden entre los 19,75 y los 500 y pico de pesos (el mercado libre está chapa mal). Al otro que conocí en “nuestros años progres” fue a Alfredo Leuco. Solía visitar la redacción inicial de Página/12, bonachón cordobés, con un cierto cholulismo pero más con una cosa de vieja camaradería y guitarreada. Me caía bien. Me hizo la gauchada de llevarme a su programa de cable para presentar mi primera novela y ese día fue el único en que saludé a Cristina Fernández, entonces legisladora, a través de Miguel Núñez, su vocero de entonces. Cuando le agradecí a Leuco por invitarme me dijo picarón: “Y, si no nos ayudamos entre nosotros…”.

No me gustó el tonito, me sentí avergonzado.

El tiempo pasa, nos vamos poniendo…

Se sabe que el bonachón cordobés (y su hijo y el Espíritu Santo) armó hace varios días el típico despelote en la –ajjjj- velada del Martín Fierro. Lo hizo contestándole a otro colega al que estimo y respeto, Reynaldo Sietecase, a quien el kirchnerista cuadrado promedio le exige DEFINICIONES y de qué lado estás, forro. Dio a entender Leuco el Grande que los miles de periodistas despedidos desde que asumió Macri (se maneja la cifra de 2500, otros hablan ya de 3000, como lo hizo el colega Jorge Búsico en la ceremonia de los premios TEA) se la tienen que comer doblada por elegir al patrón equivocado. Consiguió así comprimir varias bestialidades y falacias en una idea chiquita, oportunista y paupérrima.

Los periodistas (no hay mercado para tantos, dirían los liberales) no elijen un pomo a sus patrones. Es una maravilla de inversión el razonamiento de Leuco. Los periodistas no se ponen a mirar con gesto CEO y corbata al tono un desfile de eventuales patrones asustados por la posibilidad de no ser nominados, mientras (los periodistas) fuman un habano en una silla de diseño, los pies sobre escritorio imponente, el vaso de whisky a medio beber, junto a la hielera. Los periodistas –la enorme mayoría, los del montón, los anónimos o no- no suelen tener nada que ver ni con los negocios truchos de sus patrones, ni con sus eventuales grados de hijoputez. No es que eso nos convierta en mártires ni que seamos maravillosos, no. Lo que sí nos debemos los periodistas es una mejor discusión (mucho mejor si fuera una práctica establecida y reglamentada) acerca de cómo evitar persecuciones, humillaciones, manipulaciones y censuras (además de precarización y despidos). A veces nos callamos, hacemos mal, aunque no es fácil. A veces vemos pasar por sobre nuestras cabezas operaciones espantosas que aceptan los cargos jerárquicos, con o sin peleas a los gritos con los patrones. Vi de eso en mis anteúltimas dos redacciones: Crítica de Lanata (donde hasta los más antikirchneristas se horrorizaban por las portadas chantas y forzadas que mandaba el director) y vi eso mismo también en Miradas al Sur.

A los fracasados, ni justicia

Ante el razonamiento leucociano respondió muy bien el colega Sebastián Lacunza en una nota escrita para La letra P: “Es la hora de los exitosos, no de los subsidiados”.

El asunto es que este asunto de qué hacer con los miles de periodistas dudosos, cómplices, medio truchos, desempleados, fue continuado por las peores plumas. Pero particularmente por uno que se está quedando medio solari. ¿Quién? El pequeño Majul. El jueves pasado este chiquito continuó la discusión en las (ex) severas páginas de La Nación. Para entonces ya había creado una expresión que quizá le sopló algún funcionario o experto comunicacional macrista porque es demasiado ingeniosa para ser de Majul: “Corea del Centro”. Corea del Centro es, para Majul, el lugar que pretenden ocupar periodistas que no tienen sus huevos ni su lucidez. Tan a la mierda se fue con eso de Corea del Centro que Marcelo Longobardi editorializó en su programa de radio contra Majul y se mostró harto preocupado por el avance de un nuevo macartismo que dijo entrever, para mal de la Argentina. Grande ahí, Longobardi. No sabemos si se cree lo que dijo (entendemos que sí pero con ayuda de Freud), si quiere preservar el aura de independiente, o de liberal posta, no de liberal conservador, ni autoritario, ni medio racistón. No, nadie se cree malo. Nadie se cree malo ni ríe su maldad –mbuajajajá- como el Profesor Neurus, restregándose las manos.

Veamos qué escribió este pibe. Aquí vamos a tomar la nota de Majul por el final:

“Los seguidores de Corea del Centro están haciendo hincapié sobre el peligro de un sistema de medios desequilibrado y con tendencia a apoyar al oficialismo de manera incondicional. Es más: muchos lo comparan con el sistema de medios K, que, por cierto, antes no denunciaban. ¿Estarán en lo cierto? No aparecieron todavía estudios ni estadísticas que lo corroboren”.

Interrupción necesaria para decir: ¿qué estudios necesitás, man (donde dice man, originalmente había escrito pelotudo)? ¿Sos periodista y no escuchaste hablar de la concentración de medios que, como concepto, aceptaban hasta los políticos más hipócritas cuando se discutió la ley de medios, aunque votaran en contra? ¿Sos periodista y sabés que cerraron todos los medios kirchneristas y eso no te hace razonar que solo por ese lado surge un desequilibrio? ¿Sabés que además Clarín se vio recontra beneficiado con los nuevos repartos de pauta publicitaria y se empodera aun más, tal como lo benefició Macri cuando era Jefe de Gobierno? ¿Te enteraste del despido de Navarro (luego fue el de Víctor Hugo) y de los despidos en radio Nacional y sus emisores de las provincias? ¿Te acordás que antes fue el fin de 6,7,8, que ya suena natural y remoto?

También alude Majul a que todo está en orden en términos de equidad, diversidad y pluralismo porque las “investigaciones que aparecen en diarios como La Nación o Perfil, o informaciones y denuncias de las que se hacen eco programas de televisión, incluido el que conduzco desde hace años, parecen desmentirlo”. Primero: ¿parecen desmentir o desmienten? Segundo: ¿qué denunciaste, vida, últimamente?

Al igual que Leuco, al que muchos periodistas del establishment bancaron en relación a lo que dijo sobre los desempleados bobos “porque es un tipo calentón”, Majul escribió en su columna que lo que llama “la inescrupulosidad” es solo un asunto que afecta a Cristóbal López y a Sergio Szpolsky. No a la empresa de La Nación, que, como para ir veloces al asunto, se apoderó de Papel Prensa junto con Clarín de la manito del Estado Terrorista. No hay que ser zurdo para hablar de estas cosas. Julio Ramos, Héctor Ricardo García, Jorge Fontevechia de modo espasmódico, han hablado mucho de los manejos mafiosos de Héctor Magnetto y Clarín. Pero sucede lo de siempre: acá –en Majulandia- las mafias son solo kirchneristas. Es más, Majul invoca el (de pronto) santísimo nombre de Daniel Hadad, que según él recibió “amenazas y atentados” en tiempos K. La mención a Hadad amerita un brevísimo viaje en el tiempo. Hadad, se acuerdan, se hizo de la frecuencia de radio que escuchan tantos taxistas, de manera mil veces denunciada. Consiguió hacerla fortísima no solo porque es un buen profesional, aunque muy facho, sino porque instaló una antena potentísima en un predio de la Policía Federal. Qué suerte encontrar ese terrenito. Hay mucho más sobre Hadad que se parece más a un prontuario que a un Curriculum Vitae. Como tengo pésima memoria rescato algunos datos de un viejo documento Word guardado en mi compu. Año del Señor: 1999.

*Hadad como empresario y periodista sospechado de haber obtenido buen provecho de sus relaciones con Alfredo Yabrán, con el servicio de inteligencia del Ejército y con el menemismo.

*Hadad investigado en el marco de 439 adjudicaciones de frecuencias radiales apuradas entre gallos y medianoches por el Comfer menemista pocas horas antes y después de que Carlos Saúl se despidiera del poder.

*Hadad sospechado de ser empresario oculto detrás de tres sociedades que ganaron licencias de FM clase A en Capital, Rosario, Mar del Plata, Córdoba y otras ciudades.

*Ah, el viejo amigo Hadad, aquel que célebremente fotoshopeó la portada de su revista La Primera para sacarle los dientes a un tipo y hablar de los inmigrantes en términos de “La invasión silenciosa”. Inmigrantes desdentados que “delinquen para no ser deportados”.

Claro, el tiempo pasa, la memoria se disuelve en un vaso de agua, y hoy Hadad es para Majul modelo de empresario exitoso, moderno y democrático.

Recordemos, hermanos, a aquel Hadad, viejo y peludo, que decía “Sueño con un estado intervencionista, progre, zurdo. También sueño con que se abran nuestras fronteras para que entren chicos de Nigeria y Zambia y prostitutas dominicanas. Quiero a Zaffaroni como presidente”.

Buchonazo, ortiva, vigilante

Volvamos al presente siguiendo con lo que escribió Majul en La Nación, ese diario liberal y valiente que se opuso a todos los golpes militares. Sin nombrar a Reynaldo Sietecase, pequeño acto de miserabilidad del pequeño Majul, le cuestionó que reclamara por los desempleados del gremio de los periodistas. Sietecase, dijo Majul sin darle apellido, “no hizo la más mínima mención sobre el origen del desastre ni nombró a los verdaderos responsables. Ese, quizá, es uno de los tics más repetidos de quienes se golpean el pecho diciendo que pertenecen a Corea del Centro: dejar de hacer hincapié en la herencia kirchnerista y sus actuales consecuencias para pasar rápidamente a endilgarle la responsabilidad a la administración que encabeza Mauricio Macri. O para decirlo de otra manera: ignorar los hechos, con el falso argumento de que hay que empezar a hacer ‘periodismo independiente’”.

Dos preguntas, pequeño Majul:

  • ¿Quién dijo, qué Biblia o Manual de Ética Periodística, que el primer mandamiento del oficio es hacer hincapié en la herencia kirchnerista? ¿No me estarás operando? ¿No amorcito?
  • Me perdí: ¿ahora dicen que es un falso argumento hacer “periodismo independiente”?

Luego se pone más enojado nuestro Pequeño (vieron que él es muy de fruncir el ceño y la nariz, lo cual lo hace apenas desagradable). Anuncia Majul: “He empezado a notar (N. de R.: ¡Upa! ¡Danger!), en el último tiempo, en algunos periodistas una necesidad de posicionarse en determinado lugar para hacerse más visibles. Y de hacerlo con cierto aire de superioridad moral, que, por supuesto, no parece estar justificado ni en la trayectoria ni en la honestidad intelectual, sino en el marketing (…) Nos colocan a quienes fuimos perseguidos con todo el peso del aparato del Estado como profesionales con cierto afán de venganza. Sin embargo, no mencionan que muchos de ellos callaron cuando esta persecución se ejecutó”.

Ah, no, Luis, me tenés harto. Patidifuso me ponés. Me sacás hasta las ganas de escribir sobre vos en joda. ¿Cómo es que pudiste ejercer en los ominosos años kirchneristas libremente el periodismo, y acrecentar tu patrimonio, y apapacharte finalmente con Mauricio, siendo que fuiste un heroico perseguido por todo el peso del aparato del Estado?

Luego de golpearse el pecho y ponerse la medalla al Valor en Combate, vuelve Majul al tema de los pequeños periodistas medio turbios, sospechosos, o acaso giles, que se quedaron sin trabajo. Y pregunta: “¿El Estado debe salir en su auxilio? ¿Debe el Gobierno entregar algún tipo de subsidio para evitar que cientos de trabajadores queden en la calle?”.

Bien, en principio, Luisito, algo parecido sucedió en tiempos kirchneristas. Aunque el diario Crítica de Lanata era absolutamente gorilón, los compañeros le rompieron los huevos al ministro Carlos Tomada, quien tuvo la gentileza de pagarles durante unos cuantos meses unos mangos, en el marco del programa Repro. No era una fortuna, pero ayudó.

Pero Majul estaría en desacuerdo con esto. “Mi opinión –escribió en La Nación– es que el Estado no debe poner ni un peso más que el que le correspondería al medio según los niveles de audiencia, influencia o relevancia del servicio que presta”.

O sea que en resumen el Estado le debería poner (más) plata a eventuales despedidos del Grupo Clarín (que viene achicando personal, al igual que La Nación, pues no todos los despedidos son cómplices K) que a La voz del Rioba. Si Majul estuviera al frente de la Oficina de la Distribución de Pauta Publicitaria (que de hecho lo beneficia y mucho, así como benefició a Fernando Niembro), fortalecería a aquellos medios, holdings, corporaciones, oligopolios, a los que les sobran recursos y sinergias para potenciarse y no a Hay un viento que pela, FM comunitaria de Maquinchao. O a Socompa. No, para que el escenario democrático sea más plural y diverso, hay que ponerle guita a los poderosos.

Me cansaste, Majul. Iba a hacer una referencia sobre esas líneas de tu artículo en las que das por hecho que a Nisman lo mataron y que Santiago Maldonado se ahogó (tema que aun hay que dilucidar). Y a lo que escribiste sobre los hijos de Ernestina, respecto de los cuales muchísimos periodistas –mucho antes que el kirchnerismo- sospechaban como hijos de desaparecidos, asunto tampoco zanjado enteramente por razones que acá no vienen a cuento.

Es más sano citar el artículo de Lacunza ya mencionado, allí donde dice “las mismas tribunas que dan lugar a estas voces admonitorias contra los ‘K’ han vivido reducciones draconianas de su plantilla, al tiempo que históricos medios asociados, como la agencia Diarios y Noticias, cerraron sus puertas, mientras La Nueva Provincia, de la familia bahiense Massot (derecha dura), fue vendida y transformada en trisemanario. Todos ellos engrosaron las filas de los 2.500 despedidos contabilizados por sindicatos de prensa”.

Pero de esto, Leuco y Majul, nada. Ni del hecho de que muchos medios K o cercanos andaban más que bien en términos de audiencia, que es lo que pedía también Majul. Eso incluye a C5N, claro. Que ahora cambia de manos… ¡de nuevo a favor de la diversidad! Es decir a manos de OP Investments. Allí el encargado de generar pluralismo será Jorge Rosner, de profesión financista. Un amigo de la democracia que desempeñó tareas durante muchos años en el Grupo Clarín, que hizo lo mismo en la Sideco Americana del Grupo Macri y que salió bien planchado y peinado del colegio Cardenal Newman, apenas un año antes que lo hiciera Mauricio Macri.

Puta, Majul, pareciera que a tus heroicas investigaciones se le está traspapelando alguna data. Nos vemos en Córdoba y Serrano, con información chequeada.