Este relato, subtitulado “Instantáneas sobre Roberto Arlt” muestra que el autor de El juguete rabioso es, entre tantas cosas, una conversación posible. Una manera en que diálogos ficticios pueden seguir sumando a la lectura de un escritor que aún tiene mucho qué decir.  (Ilustración: Sanyú).

Y si la traición de Astier en El juguete rabioso excediera el retrato de la clase media argentina con sus miserias y contradicciones para poner en trance al melodrama, mito de origen de la novela y de una clase social. Si la imposición de apodos –La Coja, El Rufián Melancólico, Hombre que vio a la Partera, El Buscador de Oro- así como la rabiosa subjetividad expuesta como no se expone el lavado de ropa sucia delante de terceros constituyera el efecto Arlt de articulación del arte visual, léase del biógrafo, en la letra.

-¿Cuál es su pretensión, convocar al Fantasma de la duda?

-En realidad, mi intención es más humilde, estoy buscando El traje del Fantasma.

-Por qué no busca algo más colorido.

-¿Por ejemplo?

-Los naufragios del apóstol en Los Lanza­llamas: una escena de suspenso. En costas ásperas, pobladas de idólatras, profetas degradados predi­can el fin de los tiempos. Los versos del apóstol convierten el cuerpo de los caminantes en remoli­nos de polvo y el grito canta contra la brisa antes de hundir­se en la figura de una tradi­ción milena­ria. Vuelven los acor­des encen­didos de Los Hechos.

-Podría funcionar como ambientación,  pero es demasiado solemne.

Tyche. Cambiemos de personaje. Vayamos al fundador de la Sociedad secreta; el Astrólogo se define como hombre de acción, pero su discurso, más allá del pintoresquismo farsesco, es el de un estratega.

-Eso es más interesante.

-El Astrólogo planifica la necesi­dad de instalar fábri­cas, conse­guir vehícu­los, montar prostí­bulos, escue­las y cine­ma­tógrafos en aras de promover la revo­lución que devol­verá a los hombres la creencia perdida. Parte de un cuerpo célibe, desde “una bisexualidad sin copula como volun­tad de poder cuyo modelo es la androgi­nia”, un cuerpo que aglutine al hombre y a la mujer, sus dos sensibilidades.

-No le parece excesivo. El Andrógino del Astró­logo está “más allá del macho y de la hembra”, ha disuelto la diferencia genérica, es un andró­gino antierótico que desprecia la “sexuali­dad” e imagina al hombre futuro, perfecto en su soledad sin deseos. El amor parece haber quedado excluido, la pasión sofo­cada. ¿Usted se con­tenta­ría sólo con el acto de fecundar?

-¿Qué le ocurre con el amor? Tome clases con algún ingeniero y déjese de brujerías. La versión del Fausto sudamericano fue estrenada en el Teatro del Mundo con distintas Margaritas… Creo que no me equivoqué al pensar que perseguía al fantasma de la duda. Sea coherente con su idea original. Avance y haga estallar el drama. Saverio estaría de acuerdo en maquillar a los actores, él dispone de una sustancia mantecoide como para desoxidar al hombre de una sola pieza, llamese Erdosain, el inventor, el humillado o la víctima de un destino metafísico.

-Pero cómo omitir que entre los protagonistas de Arlt siempre haya un novio que pretende eternizar su condición: sensualidad pura contra la rutinosa figura matrimonial y la barbarie de la procreación.

-Deme una prueba.

-¿Una “prueba de amor”?

-Por ahí vamos bien. La prueba de amor: el pequeño training en el pecado para acceder al tono de la dicha. Hay que pensar en el sonido, ¿qué instrumentos?

-Piano, por supuesto, el comodín de la comedia virginal. Un Albéniz enérgico coreado por Rigoletto, la Coja, la Ciega y El Verdugo.

-¿Muchos actores?

-Sí, pero también muñecos, alegorías. Fantoches ahorcados

moviendo sus sombras de capuchón en el muro y de pronto: silencio.

Créditos

ROBERTO ARLT: 1900-1942. El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929), Los Lanzallamas (1931), El amor brujo (1932), El jorobadito (cuentos) (1933), Las aguafuertes porteñas (1933).

Entre sus obras dramáticas 300 millones (1932), Saverio el cruel (1836), El fabricante de fantasmas (1926), El desierto entra en la ciudad (1942).