La mayoría de la población de Lugansk y Donesk, las dos repúblicas que integran el Donbas y que se han declarado independientes de Ucrania, es de origen ruso. ¿Qué pasa en la región? ¿Por qué sus habitantes quieren separarse de Ucrania? Algunas claves para entender lo que está pasando.

Tras el golpe de estado en Ucrania, en 2014, Donestk y Lugansk pidieron incorporarse a la Federación Rusa, mientras el 97% de la población de Crimea apoyó, en un referéndum, la decisión de volver a Rusia, país al que habían pertenecido siempre y cuyo territorio fue “donado” a los ucranianos por Nikita Kruschev en 1954. Rusia, que alquilaba el puerto de Sebastopol en Crimea donde tenía asentada la base de su Flota del Mar Negro, aprovechando la volada de los hechos de Ucrania, la anexó nuevamente y la pasó a su país como territorio propio. Ese hecho fue masivamente festejado por los crimeos.

El 65% de la población de esa península tiene origen ruso y algo similar sucede con las dos repúblicas que integran el Donbas (Lugansk y Donesk) cuya población también es rusa. Por estar ambas en la frontera con Rusia, desde antes del golpe de estado, sus habitantes cruzaban de un país al otro por diversas razones: trabajo, tener familiares en uno y otro lado, intercambios comerciales, etc.

Pese al pedido del Donbas de integrarse a la Federación Rusa, los rusos no aceptaron en ese momento la anexión.

Los acuerdos de Minsk, impulsados por Rusia y firmados en 2015 por los gobernantes de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania apuntaban al cese del fuego entre Ucrania y el Donbas, algo que Ucrania no sólo no respetó, sino que violó en varias oportunidades. Aproximadamente 13.000 civiles del Donbas resultaron muertos como consecuencia de los constantes bombardeos ucranianos.

Hay un viejo adagio para los gobiernos burgueses: cuando no se pueden resolver los problemas internos hay que sacar los conflictos al plano internacional. Lo vimos en Argentina con la “gesta de Malvinas”: la dictadura ya no tenía respuesta a los reclamos populares, por lo cual invadió las islas y produjo una guerra que unificara a los argentinos detrás de la recuperación de las islas. ¿Cuál es el fin de ese tipo de decisiones políticas? Unificar a su pueblo detrás de una misma idea, casi siempre teñida de patriotismo. Esto es lo que hizo, exactamente, el país del norte cuando comenzó con su campaña de provocación contra Rusia anunciando la “inminente” invasión rusa a Ucrania, algo que le servía en varios aspectos:

1) unificar a su pueblo detrás de una nueva guerra “patriótica” ya que no puede resolver su palmaria crisis económico financiera interna, la pobreza y la desocupación y hasta una posible secesión;

2) venderle armas a Ucrania y, de paso, endeudarla, lo cual implica dependencia y sometimiento;

3) impedir que se ponga en funcionamiento el gasoducto ruso Nord Stream II que proveería de gas a Europa, habida cuenta de que en este momento se lo compran envasado a Estados Unidos por un precio mucho más alto que el gas ruso.

Por su parte, a Ucrania le conviene la movida del país imperialista del norte que impide la puesta en marcha del Nord Stream II dado que el resto de los gasoductos rusos pasan por su país y por ellos no sólo cobra elevados impuestos, sino que son recursos que NECESITA para su alicaída economía. El Nord Stream II es un gasoducto que sale de Rusia y atraviesa el Mar Báltico directamente hasta Alemania. La puesta en funcionamiento del Nord Stream II anularía el uso de los otros gasoductos rusos que pasan por Ucrania, abarataría el costo del gas para Europa y dejaría mayores ganancias para todos, menos los ucranianos. El transporte hasta Europa del gas norteamericano encarece su costo por el transporte y el envasado y ya está causando escasez, inflación y, lo que más preocupa a los gobiernos, protesta social por el aumento del precio. A Europa le conviene el gas ruso, pase por donde pase, pero ante el corte del suministro del gas que pasaba por Ucrania, quedaron a merced del gas envasado norteamericano. Esto explica, un poco, la ambigüedad, ante la crisis, tanto de Alemania, como de Francia, pero como son socios del país del norte y sus aliados en la OTAN no se enfrentan con ellos.

Rusia, sentada sobre su gas, esperó. Protestó por cada vez que se violaron los acuerdos de Minsk; a principios de este mes y con la excusa de hacer ejercicios militares bilaterales con Bielorrusia movió sus tropas hasta casi la frontera ucraniana (a 50 km), ratificó una y otra vez que no estaba en sus planes invadir Ucrania; usó la diplomacia; intentó persuadir al país del norte contra otro avance de la OTAN hacia el este, habida cuenta de que hay acuerdos firmados entre la Unión Soviética y la OTAN de no ampliarse hacia el este, algo que ya fue violado con la incorporación primero de Polonia, Hungría y la República Checa (1999), luego con la expansión integrando a Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia (países de la ex URSS, en 2004), más tarde incluyendo a Albania y Croacia (2009), en 2017 reconociendo oficialmente a tres miembros aspirantes: Bosnia y Herzegovina, Georgia y Macedonia y, ahora, intentando con falsas excusas incorporar a Ucrania. Para la lectura rusa, el hecho de que ese país se sume a la OTAN pone en riesgo a su país por la proximidad. Esto, en apretada síntesis es lo que ha venido pasando desde que comenzó este año.

Pese a todas las advertencias rusas y el uso de todos sus recursos persuasivos, incluyendo la movilización de tropas y armas a Bielorrusia, la OTAN no paró de enviar armas, tropas, militares para entrenar a los ucranianos y todo lo que sea necesario para impulsarlos a entrar en guerra con sus vecinos, los rusos. Ucrania, interesada en entrar en la OTAN, no tuvo mejor idea que comenzar a bombardear el Donbas dos semanas después de que en la Duma (congreso ruso) fuera impulsado el debate sobre la incorporación de Lugansk y Donestk a la Federación Rusa. Es decir, ante la inminencia de una decisión política del gobierno ruso de anexar ambas repúblicas, apagó el fuego con nafta: no sólo bombardeó el Donbas, sino que sus fuerzas especiales pusieron algunas bombas, una de ellas en el automóvil de un funcionario cerca del edificio gubernamental de la ciudad de Donetsk. Eso agravó el conflicto en pocos días, la prensa occidental siguió batiendo el parche con que Rusia invadiría Ucrania y la crisis se agudizó. Ante la multiplicación de los ataques ucranianos, ambas repúblicas con el consentimiento del gobierno ruso hace dos días iniciaron la evacuación de mujeres, ancianos y niños hacia Rusia para evitar la muerte de civiles.

Da la impresión de que Rusia esperó a que Ucrania pisara el palito atacando el Donbas para tener la excusa perfecta y cumplir con las aspiraciones no sólo de Donestk y Lugansk, sino de la propia Duma de anexar ambas repúblicas a la Federación Rusa, lo cual facultaría al gobierno ruso para entrar con sus tropas en defensa de las dos repúblicas separatistas. Si bien aún no las anexó a la Federación Rusa, Putin firmó un decreto de reconocimiento de ambas repúblicas; otro de asistencia mutua, lo cual le permite entrar allí con sus tropas para garantizar su seguridad; y otro sobre el intercambio comercial y la asistencia económica. Por supuesto y como era de esperar ya está moviendo sus tropas hacia el Donbas para impedir la invasión de Ucrania fogoneada sobre todo por el país del norte o, de últimas, enfrentarla.

La paradoja, que sería cómica si no fuera como mínimo preocupante, es el reclamo que hicieron hoy los ucranianos contra Rusia por no respetar los acuerdos de Minsk, cuando fueron ellos los que histórica y sistemáticamente violaron esos acuerdos desde el principio hasta ayer mismo.

Además, y para completar el panorama, Rusia no está sola: cuenta con el apoyo, como mínimo, de China e Irán, dos países que por su ubicación no son nada menores a la hora de meter miedo con semejante alianza. Por último, los más perjudicados con toda esta movida son los europeos: por su proximidad con Rusia, en caso de haber una guerra, quedarán más expuestos y su territorio puede terminar siendo uno de los escenarios posibles.

Con esta decisión del gobierno ruso, en el ajedrez de la geoestrategia política, Rusia le dice jaque al rey. Ahora hay que esperar la respuesta.

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