Cuarta entrega del diario de cuarentena de un periodista de Socompa al que parece que el aislamiento le viene pegando mal. O quizás no y ya ha pasado a otro plano donde ocurren cosas increíbles.

Reiterada advertencia del editor: Como ya se explicó en la primera, la segunda y la tercera entrega de este diario, Socompa no se hace responsable de su contenido. Toda acción legal o medida psiquiátrica – incluida la internación – que se decida tomar después de su lectura, se la aplican sólo a él… si es que lo encuentran, porque sigue sin atender el teléfono ni comunicarse por otro medio, salvo las páginas sueltas del diario que nos hace llegar por medios misteriosos. Las fotografías que acompañan el texto son las que el propio autor pegó en las páginas y tampoco nos hacemos responsables por su calidad. Hechas las aclaraciones del caso, pasen y lean la tercera parte del diario:

Viernes 24 – Única entrada

Querido diario de cuarentena:

Vuelvo a tus páginas después de dos días de ausencia, días agitados en los que no tuve tiempo para casi nada.

El miércoles a la tarde me senté en el parque, debajo de la Santa Rita, para esperar el mensaje del caracol cubano. Como recordarás, las hormigas internacionalistas me habían avisado que llegaría antes de la caída del sol. Lo que no pudieron decirme fue si me lo traería un abejorro o la pareja de benteveos maleducados que me habían dado el primero.

Estaba en eso, ya casi al atardecer, cuando una nube de mosquitos hambrientos me atacó sin piedad.

-Fuera, fuera, respeten mi cuarentena – les grité, manoteando el aire, pero ni bola me dieron. Y no sé si me respondieron algo, aunque me pareció escuchar que sus zumbidos sonaban como un cántico rítmico que decía “den-gue / den-gue”.

Por ahí fue mi imaginación. Porque uno sabe que el caracol cubano habla, que las hormigas internacionalistas hacen asambleas y alianzas políticas y que los benteveos gritan de puro maleducados. Pero hay que estar muy loco para pensar que los mosquitos pueden hablar con los humanos.

La cuestión es que rajé para adentro a buscar el repelente y fue en ese momento – justo en ese momento, querido diario – que escuché afuera el grito:

-¡Bicho feo, bicho feo!

La Fracción Roja en Moebius.

Volví corriendo al parque, pero sólo alcancé a ver cómo el pajarraco se alejaba, dándome la espalda en pleno vuelo. Miré con atención a mi alrededor y divisé un papelito sobre la mesa. Lo leí con ansiedad. Sí, era el esperado mensaje del caracol cubano.

El mensaje era corto y lo descifré con rapidez, porque ya me estoy poniendo canchero en el arte de la criptografía.

No me atrevo a volcar su contenido en tus páginas, querido diario. No es que no confíe en vos, pero como me dijo una vez el caracol:

-Qué tú crees, chico, que el que tiene boca habla.

Un diario no habla, pero sus páginas pueden caer en manos extrañas.

Lo que si quiero contarte fue la conversación que tuve ayer con dos de las hormigas internacionalistas. Mientras recorría el parque para cumplir con un encargo del caracol, se me acercaron y me dieron charla.

Eran la colorada culona y la negra carpintera. Después de hablar de asuntos relacionados con la misión del caracol, les relaté el ataque de los mosquitos de la tarde anterior y les pregunté:

-Con ustedes me entiendo bien, ¿no habrá manera de que pueda entenderme con ellos para que no me ataquen?

La colorada culona y la negra carpintera se comunicaron entre ellas moviendo las antenitas y creí escuchar que se reían. Al cabo de un momento, la negra me contestó.

-Seguís sin entender nada. Nosotras hablamos con vos porque somos obreras, socialistas e internacionalistas, y por eso estamos juntos apoyando al caracol cubano. Los mosquitos son otra cosa…

-¿Qué cosa? – la interrumpí.

-Deberías darte cuenta – me respondió -. Son chupasangre y despiadados, como tus burgueses capitalistas. Acaso les vas a pedir a tus burgueses que no te exploten, así, por las buenas. No, no te darían bola, la única manera es hacerlos mierda. Bueno, con los mosquitos pasa lo mismo, tenés que aplastarlos. Es la única solución.

Me quedé pensando en eso mientras se alejaban, querido diario. Mirá que son inteligentes las hormigas internacionalistas.

Bueno, dejo acá porque se largó a llover y tengo que ir a sacar la ropa de la soga.

Sábado 25 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

Llueve para que tengas, guardes y archives mientras espero la vuelta del caracol cubano. No estoy preocupado por él, que sabe manejarse bien bajo la lluvia, aun sabiendo que no tendrá el apoyo de las hormigas internacionalistas, que serán muy revolucionarias pero cuando llueve se mandan a guardar.

Estoy dolido por otra cosa. En Socompa – en mi Socompa – ese sátrapa de Víctor Ducrot, a quien creía mi amigo, y su cómplice, El Pejerrey Empedernido, publicaron una siniestra receta de caracoles en su salsa. Y con una foto que me hizo erizar los pendejos de los huevos: caracoles masacrados en una deliciosa salsa de tomates. Si eso no es un mensaje mafioso, no sé qué es.

Stalky y sus amigos.

Pero bueno, querido diario, yo sigo esperando al caracol, que tenemos cosas que hacer.

Mientras tanto la lluvia, el sábado gris y un tubo de vino me retrotrajeron a mis tardes lluviosas de la infancia. Más en esta cuarentena, pensando en salir.

Y me vi ahí, chiquito, a la hora de la siesta con lluvia leyendo Los Tres Mosqueteros y montando a caballo para salvar a Constanza de las garras de Milady (aunque la verdad es que estaba más buena Milady).

Me vi en el asombro y la esperanza de Robinson Crusoe al divisar un nuevo barco hundido del que podría sacar elementos para su supervivencia.

Me reencontré con Stalky, M’Turk y Beetle haciendo jodas en un colegio.

Fui Emilio de Roccabruna, Señor de Ventimiglia, más conocido como El Corsario Negro, tras la sombra de la ausencia de Honorata.

Me sumé a Long John Silver en la búsqueda de un tesoro imposible y canté con el aquello de:

“Fifteen men on the dead man’s chest,

Yo, ho, ho, and a bottle of rum!

Drink and the devil had done for the rest,

Yo, ho, ho, and a bottle of rum!”

Con Long John Silver.

Y con la botella de ron me volví a acordar del caracol cubano (debo confesar, querido diario, que extraño al caracol cubano).

Por un rato fui Ivanhoe, Robin Hood, El Jorobado Enrique de Lagardere y El cocinero de Su Majestad.

Todos y uno, como en un Aleph de mi infancia.

Es todo por ahora, querido diario. Creo que me voy a abrir otro tubo mientras espero al caracol que viene marchando bajo la lluvia.

Eso sí, voy a dejar de escuchar al Polaco Goyeneche cantando Solo porque si no esto puede terminar en corchazo.

Domingo 26 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

Hoy tuve una noticia preocupante y la comprobé en los hechos: hay personas u organizaciones interesadas en boicotear la misión del caracol cubano, incluso llegando al extremo de matarlo.

Me levanté tempranito y me puse a tomar los primeros mates del día en el parque, aprovechando que se fue la lluvia aunque sea por un rato y volvió el sol. Me puse a leer los diarios en la computadora y de pronto vi sobre el teclado – ¡pobre, casi la aplasto de un dedazo! – a una de las referentes de la Fracción Negra de las hormigas internacionalistas que venía directamente hacia mí.

-¡Uy, casi te hago pelota! – le dije en tono de disculpa.

-No importa – me respondió – hay cosas más urgentes que resolver ahora.

-¿Qué pasa? ¿En qué puedo ayudar? – le pregunté.

Y entonces me dijo que todo el perímetro de mi casa había sido rodeado durante la noche con una fina línea de sal, casi imperceptible. Que por suerte ellas empezaron a recorrer la zona temprano, en sus quehaceres de siempre, y la vieron. De inmediato armaron patrullas de sis hormigas cada una que partieron en diferentes direcciones para interceptar al caracol cubano en su camino de retorno a mi casa.

-Lo encontró una patrulla de la Fracción Roja, estaba apenas a veinte metros de la línea de sal, viniendo desde el Este – terminó diciéndome.

Amenaza gastronómica en Socompa.

Tuve un estremecimiento al imaginar al caracol cubano secándose en una terrible agonía por acción de la sal asesina.

-Voy a buscarlo, lo agarro y lo traigo para casa – le dije, levantándome.

-No – me respondió la hormiga negra internacionalista -. El caracol les dijo que seguro ibas a querer ir a buscarlo, pero que no lo hicieras para no poner en evidencia que estás trabajando con el. Prefiere que sus enemigos crean que tiene la base de operaciones en tu parque sin que vos sepas nada de eso.

-¿Qué van a hacer entonces para que pueda entrar? ¿Van a remover la sal en algún sector? – quise saber.

-No, tampoco. Estamos ampliando uno de nuestros túneles. Va a entrar por ahí, debajo de la tierra, así creen que no vio la trampa – me explicó, y agregó: – No te impacientes, que eso nos va a llevar tiempo.

Dicho esto se alejó con un “chau, compañero” rumbo al Este.

Ahora estoy esperando, querido diario, preocupado por esta inesperada situación. También estoy pensando si el sátrapa de Ducrot y su cómplice, El Pejerrey Empedernido, no tienen que ver con esto. Porque, a la luz de estos nuevos hechos, la receta de caracoles en su salsa que publicaron ayer en Socompa me parece ahora un claro mensaje mafioso contra el caracol cubano.

Lunes 27 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

Mucho ron anoche con el caracol cubano, querido diario. Tengo la cabeza que parece un bombo, y eso que la bebida era de calidad: un Havana Club añejo que sacamos de otro de sus canutos – ¿cuántos berretines tendrá el caracol en mi parque, querido diario? -, dentro de una pila de leña.

Sí señor, fuimos hasta el lugar y señaló con uno de sus cuerno-ojos un quebracho colorado que estaba más o menos en el medio de la pila.

-Saca ese leño, chico – me dijo.

Lo saqué pensando que se iba a caer todo, pero no. Detrás del quebracho estaba la botella. Nos la tomamos toda.

El caracol había llegado cansado, porque las hormigas internacionalistas demoraron un montón en hacerle el túnel para que evitara la sal perimetral desplegada por sus enemigos con la intención evidente de matarlo. Se está poniendo peligrosa la cosa para el caracol, querido diario.

De la misión que cumplió no puedo decir nada, por su pedido expreso. Sí puedo contarte, querido diario, que estuvimos escuchando a Bola de nieve hasta tarde en la noche, más precisamente hasta que nos terminamos la botella.

-Mirá que tenés canutos, caracol – le dije, señalando la botella.

-Qué tú crees, chico. El ingenio e’ una virtú del revolucionario – me respondió.

-¿Qué vas a hacer, ahora que te descubrieron? – le pregunté, pensando en la sal perimetral con la que habían querido montarle una emboscada asesina.

Amenaza empaquetada en la puerta.

-Naá, compañero. El Che nos enseñó a lo cubano que al imperialismo no hay que cederle ni un tantico así – me dijo juntando sus dos cuerno-ojos hasta que casi se tocaron.

Bueno, dejo de contarte por ahora, querido diario, porque están tocando el timbre. ¿Quién podrá ser, en medio de esta cuarentena?

(…)

Voy a dejar constancia de esto, para que se sepa si llega a ocurrir algo. Abrí la puerta y no había nadie. En un primer momento pensé que podían ser algunos de los pendejos de la cuadra jugando al ring-raje, ahora que los dejan salir un rato. Pero no. Miré hacia abajo y descubrí algo que me estremeció: sobre el escalón de la entrada alguien había dejado un paquete de sal.

Otro mensaje mafioso, querido diario.

Lo traje aquí, a esta mesa donde estoy escribiendo, y ahora voy corriendo a avisarle al caracol.

Martes 28 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

-Nos quedaremos quieticos unos días, chico – me dijo ayer el caracol cubano cuando le mostré el paquete de sal que manos anónimas dejaron en la puerta de casa en un claro mensaje mafioso.

Le di la razón, uno no puede moverse al azar, sin saber bien con qué se enfrenta.

La lluvia de hoy justificó todavía más la inacción. Por lo menos para mí, porque al caracol cubano le gusta la lluvia y propuso salir.

-¿A dónde? – le pregunté – ¿No ves que llueve de puta madre?

-Vaia, chico – me contestó meneando sus cuerno-ojos -, ¿Qué tú hubieras hecho en la sierra?

Estuve a punto de mandarlo a cagar, pero no me dio tiempo.

-Que vamos a buscar bebida – me dijo y todos mis reparos se fueron al carajo.

-¿Otro ron? – le pregunté.

-No, chico, que esto es pa’ que tú conozca, que es guarapa de caña de azúca – me contestó.

El caracol cubano me estaba jodiendo con eso de la lluvia y la sierra, porque fuimos ahí nomás, ni siquiera nos tuvimos que adentrar en el parque. El muy hijo de puta tenía otro canuto en uno de los canteros, detrás de una lavanda muy crecida.

Ahora tengo la botella de guarapa en mis manos, saqué dos vasos, y a pedido del caracol cubano puse dos horas seguidas de Celia Cruz en, como él dice, el iutub.

Y la guarapa era venezolana.

Antes de poner a andar la música, le pregunté:

-¿Celia Cruz? ¡Pero si es gusana…!

Me miró con gesto triste en sus cuerno-ojos y me respondió:

-Mirá chico que son, como tú dices, pelotudos los argentinos. Que porque es gusana no les gusta el cantar de la Celia. Que igual hacen con las novela del Varga Iosa…

El caracol hizo una pausa y yo no supe qué decirle. Pasado casi un minuto, me preguntó:

-Dime tú, chico, ¿eso les hizo el peronismo?

No le contesté, querido diario, no supe qué decirle.

Acabo de abrir la botella de guarapa de caña de azúcar con fondo musical de Celia Cruz.

Es muy probable que no pueda escribir nada hasta mañana.

Miércoles 29 – Entrada corta

Querido diario de cuarentena:

Anoche, cuando íbamos por la mitad de la botella de guarapa me di cuenta de que no era cubana sino venezolana.

Para entonces, el caracol cubano ya se había desafinado medio repertorio de Pablo Milanés con su voz de Nicolás Guillén. Lo interrumpí en el medio de “Yo pisaré las calles nuevamente” para increparlo.

-Che, caracol, pero esto no es cubano sino venezolano.

-¡Oie, chico, que no me iames Che, que Che hubo uno solo y fue el comandante – me contestó, creo que enojado porque le había cortado el canto.

-Bueno, está bien, no te enojes, pero la pregunta sigue siendo la misma – insistí.

-Tienes tú la razón, chico. Es que tú no toleraría la guarapita cubana, que e’ muy fuerte. Esta es mejor y era la preferida del comandante Chavez – me explicó y siguió asesinando a capella al pobre de Pablo Milanés.

Es todo por hoy, querido diario, la resaca de guarapa no me deja seguir escribiendo.

Si el caracol cubano se queda a descansar unos días yo voy a terminar mal.

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