Definida como feminista disidente, en esta entrevista Nancy Giampaolo, periodista, guionista y docente cuestiona lo que llama “discursos políticamente correctos y edulcorados del establishment” y propone otra visión feminista para polemizar.

Al hablar de las mujeres como un conjunto subordinado a la ‘opresión patriarcal no te estás haciendo cargo de que hay mujeres mucho más oprimidas que otras: generalmente cualquier mujer pobre sufre situaciones de opresión y abuso aún más complicadas que las de las mujeres de clase media o alta y dispone de menos medios para superarlas o salir de ellas”, dice la periodista y docente Nancy Giampaolo. Referente del “feminismo disidente”, propone un profundo cuestionamiento de lo que llama el “feminismo hegemónico”.

-¿Cuáles son sus principales críticas a lo que llama “feminismo hegemónico”? ¿Por qué tildarlo de esa manera?

-Las principales objeciones tienen que ver con la falta de diversidad en las opiniones, la poca vinculación concreta con la justicia social, (algo que históricamente sí han perseguido los movimientos de mujeres a lo largo del mundo), la creciente inclinación a la censura y a los pedidos de mano dura y la banalización de algunos problemas en contraposición a la sobredimensión que cobran otros.  Además, hay demasiada distancia entre lo discursivo y los logros concretos, nula autocritica y mucho sentimentalismo, dificultades que hacen que el machismo siga teniendo argumentos para considerarnos impensantes. Pormenorizar cada uno de estos ítems llevaría más de una entrevista, pero podemos desglosar someramente algunos. Veo un tinte machista en el reclamar cuidados especiales por parte de la policía, por ejemplo, con las comisarías de la mujer, no creo que nos convenga reclamar igualdad en algunos ámbitos y privilegios en otros. Como mujer quiero ser tratada igual que un hombre ante la ley, a fin de hacer valer mis reclamos independientemente del género al que pertenezco. Tampoco veo que se afiance la igualdad entre los géneros al celebrar escraches exhibicionistas sin pasar por la justicia, y veo infantilismo en pretender instalar la idea de que cualquier mujer que hable de abuso está diciendo necesariamente la verdad. Lejos de ser una invitación al empoderamiento, estas formas de comportamiento social presentan a las mujeres como seres disminuidos en relación al resto y desconocen las diferencias sociales y económicas que hay entre ellas, además de las diferencias culturales, intelectuales, éticas y morales. Al hablar de las mujeres como un conjunto subordinado a la “opresión patriarcal” no te estás haciendo cargo de que hay mujeres mucho más oprimidas que otras: generalmente cualquier mujer pobre sufre situaciones de opresión y abuso aún más complicadas que las de las mujeres de clase media o alta y dispone de menos medios para superarlas o salir de ellas. A una chica de la villa, oprimida por sus empleadores -en el caso milagroso de que tenga trabajo- y oprimida o abusada por sus vecinos o incluso sus familiares, le va a resultar mucho más difícil forjarse un buen futuro que a una alguien como yo, que trabaja de periodista, que fue educada para saber defenderse que y se mueve en un ámbito muy lejano a la marginalidad. No poner sobre la mesa las diferencias socioeconómicas perpetúa la injusticia social y las pobres siguen siendo las que están más encerradas en situaciones espantosas que no va a resolver la policía de Larreta ni el activismo de Twitter. Ni siquiera las marchas NiUnaMenos, que aglutinan tantas buenas voluntades, consiguieron que baje el número de mujeres asesinadas, según las cifras que el mismo colectivo maneja. Entonces te preguntás: si el objetivo central desde 2015 ha sido que disminuyan el número de mujeres asesinadas y no se consiguió: ¿Por qué no empiezan a incorporarse nuevas voces y la pericia de personas más entendidas en criminología y estadísticas? ¿Por qué no se establecen comparaciones entre los crímenes contra las mujeres y los de otros grupos, como los niños, las víctimas de la violencia policial o las victimas letales de la contaminación, así apreciamos la dimensión de los problemas en un contexto más amplio?

-Suele poner al análisis de estadísticas en un lugar central…

-Es que lo es, el tema de las estadísticas es central. Las pocas estadísticas que el feminismo argentino maneja están hechas desde la escasez de recursos, a veces económicos, a veces intelectuales, a veces de ambos, y muchas veces son directamente un copypaste de algo elaborado hace tiempo y en otras realidades. En este sentido, para mí fue fundamental conocer el trabajo de Roxana Kreimer y su feminismo científico, porque ella maneja estadísticas que contemplan todas las variables necesarias para evaluar correctamente un problema. Rigor, método científico, sangre fría e imparcialidad. Sin esos atributos no se puede controlar lo que se ha definido como una “ola” de asesinatos “por ser mujer”, y tampoco se va a entender qué es el techo de cristal o la brecha salarial, ni se va a diferenciar un abuso de una violación o un acoso, y lo peor: se va a continuar a expensas de la asistencia estatal, policial e institucional que, hoy por hoy en la Argentina, es decir que vas a seguir a expensas del gobierno de Macri. Con este discurso monolítico -y severamente criticado por pioneras feministas de todo el mundo por ser “antidemocrático”, “inculto”, “pacato” y “promotor de la mano dura”-  el feminismo se aleja de los ideales de equidad y justicia. En cuanto a la palabra “hegemónico”, bueno, es la que describe correctamente a un feminismo impuesto especialmente desde los medios de comunicación, las redes sociales, la propaganda oficial y de la oposición, parte del sistema educativo yparte de la Academia. También se puede hablar de feminismo corporativo o mediático, sobre todo si hacemos foco en el discurso que se baja mayoritariamente desde las redes o los medios que, a veces, es una versión formato 140 caracteres de lo desarrollado en la Academia.

Hace poco dijo que “no sirve un feminismo que no sepa de geopolítica”. ¿En qué se basa para sostener tal sentencia?

-No te podés pensar en relación al mundo sin comprender las relaciones de poder que lo atraviesan. Paradójicamente, el feminismo habla mucho de relaciones de poder interpersonales y no atiende a las que existen entre los distintos países, el poder financiero, las instituciones transnacionales, los bancos, las multinacionales, los millonarios globales, las fundaciones y todos esos actores que van marcando buena partedel devenir de la humanidad.  La prensa de género argentina no se interesa mucho por todo esto, entonces tampoco lo hace la población, atada más que nunca a los medios y fascinada con la repetición de consignas y hashtags pero renuente a informarse con un poco más de consistencia. La explosión feminista en el mundo tiene un soporte discursivo, un relato que se impuso tratando de eliminar la disidencia y sin estar genuinamente enfocado en resolver las cosas para las mujeres de los países periféricos como el nuestro, porque cuenta con el soporte de agentes diversos, pero de dudoso compromiso con el beneficio de América Latina. Si tuviésemos perspectiva geopolítica, podríamos descular mejor sus intenciones, aprovechar mejor nuestras oportunidades y, lo más importante, cumplir con objetivos que no sean en beneficio de unos pocos, si no del país entero. No existe pensar en mejorar la situación de la mujer sin aspirar a que mejore la de todos.

-¿Cómo habría que filtrar la geopolítica en el campo feminista?

-Más que filtrarla, hay que incorporarla, al igual que otras cosas, como el pensamiento científico, la confección de estadísticas que respondan a la realidad en vez de tergiversarla, la inclusión de voces pertenecientes a movimientos feministas de países periféricos como el nuestro (en eso de estar constantemente importando slogans de Estados Unidos, el país al que le debés un montón de plata y cuya moneda amenaza a la tuya, en vez de fijarte qué pasa con los feminismos del tercer mundo, hay un complejo de inferioridad bastante trágico). Todo esto lo puede hacer un activismo independiente de intereses trasnacionales y una prensa correctamente formada en geopolítica que, además sepa a quién consultar de acuerdo al problema, que maneje fuentes idóneas, y que deje un poco de lado la obsesión por la farándula.

-Dada esta realidad, ¿ve posible un cambio de rumbo en el corto plazo?

-La verdad es que no tengo idea de lo que pueda pasar, pero espero que el feminismo llegue a ser pluralista, informado, consiente de su lugar en el mundo, original en sus propuestas, libertario en vez de punitivista, económicamente e institucionalmente independiente.

-Por distintas cuestiones ha criticado a espacios como “Enojate, hermana”, de Malena Pichot. Ahora bien, ¿no fueron esos los espacios que abrieron el terreno para que hoy podamos estar debatiendo del tema?

-Lo que hizo que acá se hablara de feminismo es la explosión del tema a nivel internacional.  Hablar de feminismo y salir a militarlo nos pone en consonancia con lo que pasa afuera. El problema es que pareciera que ese afuera es casi exclusivamente un sector del feminismo corporativo de Estados Unidos, entonces tenés el Me Too argentino y hablás de mansplaning y esa clase de cosas. Ya es momento de salir de esas referencias y tomar otras, también de Estados Unidos o Europa, pero disidentes, e investigar un poco otras corrientes de pensamiento que, por ejemplo, tengan en cuenta la cuestión del colonialismo que no afecta a Estados Unidos, pero sí a América Latina.  Los espacios que medios como Página/12 dedican al feminismo no suelen apuntar a lo geopolítico, más bien apelan a esa cosa vinculada a la emoción, con ideas como “enojate” en vez de “defendete”, “seguí tu deseo” en vez “de reflexioná e infórmate”, en fin, fomentan en buena medida ese estereotipo pueril y solapadamente machista de la mujer sentimental e históricamente reprimida que ahora, gracias a la sororidad, se da cuenta de que tiene que sacar su enojo y su deseo a la luz. Quizás es más prudente reservar las emociones a otros ámbitos y buscar nuevas líneas de pensamiento, nuevas fuentes de referencia e información, nuevas líneas de acción que no tengan tanta dependencia de la financiación del Gobierno Nacional y de capitales foráneos. Recordemos a Macri endeudándose con bancos de afuera para financiar política de género que no nos consta que se lleven a cabo con eficacia, como si necesitáramos aún más deuda que la del FMI.

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