Aun surgidas desde el corazón del mundo tecno-capitalista –vieja discusión- cantidad de series de enorme calidad y perspectiva futurista muestran la pesadilla de la alienación, la explotación y la soledad en los neo espacios de trabajo. Es el caso de Severance, de lo mejor del 2022, dueña de una estética oficinesca siniestra, maravillosa y kafkiana.

Levantarse de la cama con el maldito despertador para llegar a horario al trabajo. Viajar apiñado en el transporte público. Encontrarse en el trabajo con personas que comparten más tiempo con uno que la familia o los amigos. Personas que, a pesar de esa asiduidad, nunca dejarán de ser extraños. Salir del trabajo. Viajar de nuevo apiñado en el transporte público. Volver a casa. Notar con impotencia que el tiempo que a uno le resta apenas alcanza para cocinarse algo, mirar la TV y dormirse temprano porque mañana, una vez más, toca levantarse de la cama con el maldito despertador para llegar a horario al trabajo.

Esta es la perfecta definición de ser empleado. O lo que es su sinónimo: ser usado, manipulado, aprovechado, explotado. En estas condiciones, ¿cuántas veces ha deseado uno que existiera alguna forma de separar la vida laboral de la vida cotidiana?

Severance, serie creada por Dan Erickson, dirigida por Ben Stiller (seis episodios) y Aoife McArdle (tres episodios), y estrenada en la plataforma Apple TV+ en 2022, parte de esa premisa para advertirnos lo siguiente: cuidado con lo que deseas, puesto que la solución puede ser peor que el problema.

Mark Scout (Adam Scott) es empleado de Lumon Industries. Trabaja de lunes a viernes de 9 a 5 en la oficina de refinamiento de macrodatos. Sus compañeros de oficina son Irving Bailiff (John Turturro) -el más antiguo, el más curtido, aunque también el más amansado- y Dylan George (Zach Cherry) -el que se pone la camiseta de la empresa-. Acaban de despedir a Petey Kilmer (Yul Vazquez), el jefe de la sección, por lo cual Mark es ascendido. A su vez, su nueva responsabilidad es entrenar a Helly Riggs (Britt Lower), que viene a cubrir el antiguo puesto de Mark. El primer conflicto se plantea cuando Helly manifiesta su deseo de renunciar a ese trabajo. Helly descubrirá que la decisión de abandonar el puesto no depende de ella misma sino de su otro yo, su outie.

Así nos enteramos de que los empleados de Lumon Industries se someten a una operación llamada severance -término que en inglés significa separación, pero también, en el ámbito laboral, se traduce como despido. Por medio de este proceso, la memoria de los empleados de Lumon Industries se divide en dos partes: por un lado, la memoria de su vida laboral y, por otro, la de su vida privada. El empleado de Lumon o innie, no recuerda nada de su outie, la persona que lleva su vida cotidiana fuera de la empresa, y viceversa.

(Nota desesperada y cómplice de Socompa: aquí puede verse la maravillosa presentación de la serie)

Vigilar y castigar

A partir de ese momento, Helly constituirá un foco de rebelión constante dentro de Lumon. Pero eso no es todo. Un segundo conflicto se presenta cuando al outie de Mark se le aparece una persona que él no reconoce. Esta persona le dice que se llama Petey, que Mark y él eran grandes amigos cuando trabajaban juntos en Lumon, y que debe desconfiar de lo que ocurre dentro de la empresa. Así como Helly es quien instala la rebeldía dentro de Lumon, Petey siembra la sospecha afuera, en el outie de Mark. El mismo Mark cuyo innie, paradójicamente, no comprende los impulsos sediciosos de Helly.

En comparación con Devs y WeCrashedSeverance es la serie que mejor expone los entresijos del trabajo contemporáneo.

En efecto, Severance deja entrever los mecanismos perversos que despliega el sistema gerencial contemporáneo para vigilar y castigar a sus empleados. A diferencia de las compañías actuales, Lumon mantiene una jerarquía piramidal. A la cabeza de ese esquema se encuentra Harmony Cobel (Patricia Arquette), jefa que alterna la persuasión maternal con la severidad sádica. Su segundo al mando es Seth Milchick (Tramell Tillman), el típico supervisor canchero que viste camisa de manga corta, que se hace el simpático a la hora de las felicitaciones, pero que no vacila cuando llega el momento de aplicar sanciones.

Sin embargo, a pesar de esa aparente rigurosidad, Cobel y Milchick tratan a sus subordinados como niños a los que se debe guiar en cada actividad que realizan. De este modo, el trabajo se convierte en un juego y la empresa en una enorme guardería. Si los empleados cumplen con la tarea encomendada, se los premia con golosinas, canciones, paseos. En cambio, si desobedecen, se los envía al Break Room. En el ámbito laboral, se llama break room al espacio de descanso de los empleados, el lugar donde se interrumpe la actividad. En Lumon, el sentido de break –quebrar- se interpreta de manera literal. Parafraseando a O’Brien, el siniestro funcionario del Ministerio de la Verdad de 1984, todos los empleados de Lumon saben lo que hay en el Break Room: la peor cosa en el mundo.

Bullshit Job, trabajo de mierda

Como dijimos, la oficina donde Mark trabaja se llama Refinamiento de macrodatos. Su tarea consiste en distribuir grupos de números flotantes en diferentes cajas ubicadas en la parte inferior de la pantalla de una computadora. Esa actividad parece un juego, aunque uno muy aburrido. Un juego sin sentido. Cabe perfectamente en la definición de ese tipo de trabajo que David Graeber denominó Bullshit Job y que en castellano se tradujo como Trabajo de mierda. “Un trabajo de mierda -escribió Graeber- es una forma de trabajo asalariado que, por carecer en absoluto de sentido, por resultar innecesario o pernicioso, el trabajador no encuentra manera de justificar su existencia aun cuando él mismo, como parte de su contrato de empleo, se siente obligado a fingir que su labor cae fuera de esta definición”.

Cada tanto, Mark y sus compañeros emprenden breves aventuras por los pasillos de Lumon. Se pierden en ellos como en un inmenso laberinto de luces blancas y paredes idénticas. Esta distribución confusa donde los empleados deben orientarse como pueden no solo remite a la idea de un recreo infantil o a un trámite kafkiano, implica también el sentido de un experimento siniestro en el que los trabajadores ofician de cobayos.

El dispositivo disciplinario, el trabajo sin sentido, la construcción laberíntica y, sobre todo, la cirugía de Severance, son procedimientos que Lumon Industries aplica para la consumación del sueño húmedo del Capital: la fabricación de esclavos/empleados felices de su sujeción/empleo.

Sin embargo, todo este proceso mostraría una mera finalidad mezquina o lucrativa si no se lo disimulara con un velo de espiritualidad. De este modo, así como en Devs Forest asume la estatura de un mesías y en WeCrashed Adam Neumann se yergue como un líder espiritual, en Severance Kier Eagan aparece como el visionario fundador de Lumon Industries. La compañía dedica a este profeta un espacio llamado Ala de la Perpetuidad al que los empleados acceden como a una catedral. Allí, Mark y sus compañeros repiten la historia de la fundación de la empresa a la manera de un catecismo y citan frases de Eagan como si recitaran salmos. Más aún, los empleados tienen a disposición el Manual de Lumon, el Evangelio que reúne las enseñanzas y preceptos de Eagan.

De este modo, el tiempo de trabajo en Lumon asume una naturaleza mítica, reforzada por la repetitividad de las tareas y el eterno retorno de las jornadas. En ese contexto que transcurre fuera del tiempo cronológico, los empleados también componen sus propias narraciones míticas que la propia compañía fomenta mediante pinturas de estilo clasicista. Dichos relatos por lo general refieren guerras sangrientas entre distintas secciones de la empresa, en las que empleados de una oficina masacraban a adversarios de otra oficina.

Todos estos mecanismos no solo forjan en el esclavo/empleado feliz una fidelidad sin condiciones hacia su patrón, a quien el esclavo/empleado adora como un ser divino, sino que además inculcan en el esclavo/empleado una desconfianza por su compañero de sujeción/empleo, en quien ve un enemigo al acecho.

Retrofuturo del yugo

Resulta llamativo que un leviatán como Apple financie dos de las series que exponen buena parte de la situación del trabajo en el presente. En el caso de WeCrashed, podría pensarse que se trata del ajuste de cuentas de un leviatán hacia un unicornio. Pero en el caso de Severance, la cuestión se muestra más compleja. Quizá lo que haya determinado su concreción sea la presencia de Ben Stiller, un nombre con prestigio en la industria como ocurriría con Alex Garland en relación con Devs.

Como sea, estas tres series ofrecen un buen panorama de las mutaciones que ha sufrido el trabajo en estos cuarenta años de neoliberalismo y globalización. Imagino que no resulta muy alentador de ver. De hecho, muchos de nosotros vivimos esta situación en carne propia. No hace falta que Hollywood nos venga a contar los malabares que hace un monotributista para llegar a fin de mes.

Lo interesante es que, entre estas tres series, Severance -que con su tono de ciencia ficción retrofuturista y weird parece distanciarse de nuestro presente- nos brinda una pista para repensar el problema del trabajo desde un lugar distinto. Un lugar que, en gran medida, significa un retorno al origen.

Mark no siente demasiada afinidad con sus compañeros de Macrodatos. Sin embargo, cuando Mark establece un mínimo consenso y formula con ellos un plan de acción, todos ellos consiguen un verdadero cambio en sus vidas.

Este acto desde ya que constituye una metáfora. Pero como la historia del arte nos enseña, nunca debemos desestimar el poder de las metáforas para cambiar la realidad.

Fuente: 24cuadros, N° 39, diciembre 2022. Extracto del artículo “Retrofuturo del trabajo: reflexiones sobre Devs, WeCrashed y Severance”. El artículo completo puede leerse aquí: aquí.