El conductor de La Cofradía rememora sus encuentros con el cantautor uruguayo, desde las guitarreadas casi en ronda que hacía con los alumnos del Colegio Nacional en los 70 hasta estos días.

La primera vez que lo vi fue en los 70 en el Club Atenas de La Plata, yo no llegaba a los 16 años y él invitaba a subir al escenario a los familiares de la masacre de Trelew.

Luego fue un invitado habitual de nuestras reuniones. Todo nuestro grupo, militantes de diferentes organizaciones de izquierda del Colegio Nacional, nos sabíamos sus canciones: El Chueco, La senda está trazada (que en realidad no era suya, si no de Jorge Salerno, militante tupamaro asesinado un tiempo antes), Gurisito y tantas otras. Cantarlas era parte de una ceremonia religiosa que casi inevitablemente terminaba con A desalambrar a grito pelado.

Después, el golpe de Estado en Uruguay y su exilio en Argentina, como Zitarrosa, como Los Olimareños, como Galeano, como Zelmar y tantos otros. La dictadura Argentina lo hizo partir hacia Europa y allí casi se agotó su creatividad. Por muchos años no compuso casi nada.

La segunda vez que lo vi fue en el Luna Park en el año 83, en el ocaso de la dictadura argentina. Regresaba a un estadio repleto y se plantó con todas sus canciones y le dedicó la canción Otra voz canta a las Madres de Plaza de Mayo y a los detenidos desaparecidos.

Después, apoyó todas las causas justas sin moverse un centímetro de su lugar en la izquierda en donde se situó desde su juventud, cuando fue invitado a un Festival por la Revolución Cubana.

Volví a ver a Daniel Viglietti en un escenario cerca del año 90 y seguía firme y claro con sus canciones y su posición política. Sin claudicar, sin renegar de lo vivido, sin entregarse. Esa vez fuimos para mostrarle a nuestra hija Anaclara quién era el autor de la canción por la cual ella llevaba ese nombre.

Siempre lo catalogaron como “cantor de protesta”. Viglietti, a mi entender, ha sido uno de los claros ejemplo de poner la canción al servicio de su ideología y a diferencia de otros cantores latinoamericanos que murieron jóvenes (Benjo Cruz, Víctor Jara, Ali Primera) pudo mantener su postura a través del tiempo.

Tuve la suerte de hacerle dos o tres entrevistas y en todas demostró esa claridad de pensamiento y esa integridad que pocos tuvieron

Hace casi un mes estuvo en La Plata nuevamente. Esa vez no lo fui a ver cantar, y hoy lo lamento.

¡Hasta siempre, compañero Viglietti!