Una entrevista casi desconocida con el director de “El tesoro de Sierra Madre” y “La Reina Africana”. John Huston se despacha a gusto y habla de la caza de brujas del macartismo, de Marilyn Monroe, de lo que filmó y de lo que le habría gustado filmar.

John Huston vestía todo de blanco, era alto y fuerte: tenía poco más de 70 años cuando lo conocí, y él mismo maniobró con precisión el timón de la pequeña embarcación que nos llevaba por aguas del Pacífico mexicano desde Puerto Vallarta hacia su hogar, que estaba en lo que parecía una isla en la zona conocida como Las Caletas, unos treinta minutos mar adentro. Huston vino por nosotros muy temprano al hotel en Vallarta, para trasladarnos en su jeep unas quince millas hacia el sur, hasta la aldea de pescadores de Boca Tomatlán, donde la carretera se aleja del mar y entra en las montañas, aquí hemos embarcado en su lanchón. Junto a un amigo que lo acompaña y Patricia Alizau, nuestra fotógrafa, somos todo el grupo. Desde el primer instante Huston trataba a los demás como si uno fuera amigo de toda la vida, se comportó con nosotros con la misma naturalidad que si nos conociéramos de siempre; era magnánimo, de lo más amable, era como un viejo león que no necesita probarle nada a nadie, ya en paz consigo mismo. Él comienza narrando por qué eligió este sitio alejado para vivir, aparentemente tan fuera del mundo:

John Huston y la cámara.

-El mundo siempre me ha encantado, pero después de llegar a cierta edad, decidí seguir un viejo consejo irlandés sobre intentar vivir cerca del mar, porque hace que las viejas heridas dejen de doler. El mar reanima el espíritu, hace más rápidas las pasiones de la mente y el cuerpo y, pese a lo fugaz de todo, uno aquí vive empapado de cierta tranquilidad en el alma. Vivo gozando de la grandiosidad de lo creado.

-¿Es posible llegar aquí por tierra?

-No hay camino, y por los senderos que hay en la selva, es necesario atravesar media hora de obstáculos para llegar al sitio poblado más cercano; éste es un lugar frente al mar y de espaldas a la selva, por esta razón se le ve como una isla. Está dentro de las fronteras de Bahía de Banderas. La golpean los huracanes hacia el norte y el sur. Han causado enormes destrucciones los huracanes en Mazatlán y Manzanillo, pero las montañas de alrededor desvían las fuertes tormentas de Las Caletas. Sí llegan las olas enormes pero nunca los grandes vientos. Aquí he rentado uno y medio acres a la comunidad de los indios Chacalas. Mi hogar es un refugio más que casa formal, ya que, a excepción de los almacenes, a nada rodea un muro; el paredón ocasional no tiene más función que la privacidad. Contra el viento y las inclemencias estamos protegidos por tela de vela, como puedes ver.”

El lugar hechizaba: era un pequeño pedazo de tierra verde y exótica brotando de las aguas. El entorno estaba cubierto con un sutil velo de reminiscencias mexicanas, aquí y allá enormes cántaros que recolectaban agua de lluvia, máscaras, alfarería, telares multicolores. Nos recibió Maricela, la joven esposa mexicana de Huston, y su pequeña hijita que, de inmediato corrió junto a él. Con algunos empleados conformaban todos los habitantes; le pregunté cómo transcurre aquí su tiempo:

-Maricela es quien dirige todo, incluyéndome a mí. No existiría Las Caletas sin ella. La vida aquí se vive al aire libre. En la noche, criaturas salvajes bajan a inspeccionar los cambios que hemos hecho en sus dominios: coatíes, zarigüeyas, ciervos, jabalíes, ocelotes, boas, aún hay algunos jaguares porque nos hemos encontrado sus huellas en las mañanas y hemos topado alguno ocasionalmente. Bandadas de pericos frenéticos llegan volando con la primera luz del día y llenan de voces los amaneceres. Ya con el sol la jungla se tranquiliza y comienza a hablar el mar: los pelícanos por encima de las olas, las gaviotas y otros pájaros marinos se lanzan a la bahía que está llena de sardinas y muchos otros peces. Hay una manta-raya que regularmente nos da un espectáculo a unas cincuenta yardas de la costa, siempre salta dos veces, la primera para llamar nuestra atención, después se lanza a tal altura del agua que es posible ver las pecas en su panza blanca…

-¿Ha encontrado su Moby Dick?

-¡Oh, sí! Ballenas grises jorobadas plagan las aguas frente a la costa, éste es el punto más al sur en que han estado por lo que llevamos un registro de sus apariciones. Aquí los inviernos son sumamente claros, casi no llueve durante nueve meses. En primavera los verdes de la selva se han convertido en tonos olivo; a fines de julio comienzan a reunirse las nubes, se hacen espesas y bajan hasta llegar a la mitad de las montañas; entonces la atmósfera se hace más y más pesada y en un instante se abren los cielos y caen lluvias torrenciales. Inmediatamente hay explosiones de color en toda la selva. En la noche vas a ver una exhibición eléctrica en el mar, vas a ver iluminado el horizonte como si hubiera un gran duelo de artillería entre dos mundos. Este sitio es realmente mágico y a la vez muy concreto.

Bacall y Bogart en Key Large.

El primer día en el refugio de Huston se fue en un instante, estuvimos casi siempre conversando sentados por allí en una roca, en la playa, siguiendo la ruta de un animalito hasta la entrada a la selva; la presencia de Huston se imponía de inmediato, aún con sólo sus ojos avizores que descubrían la presencia de criaturas que sólo él conocía; también sabía ser imprevisto: al atardecer, Patricia había montado su set en un rincón de la enorme sala, cuando se apareció Huston trayendo al cuello una enorme boa que tenía domesticada y vivía libre: así pidió ser fotografiado. Luego de un buen rato el reptil enorme se deslizó de su cuello, y ante la impavidez de Huston, dio una vuelta por la habitación; a mí nunca me observó; se dirigió hacia Patricia, que no tuvo miedo, pero a un metro de ella desistió y se perdió por el patio, hacia la selva, su reino natural. Ya de noche, en verdad, estalló el cielo en colores únicos que parecían existir en constante transmutación, rayando nuestro espacio inmediato las luciérnagas que no dejaban de jugar sorprendiendo su haz de luz al aire y las cosas. Huston se veía feliz.

-No tengo la menor idea de cómo llegué a este momento de mi vida –nos dijo-, pero me hace feliz haber llegado precisamente aquí. He perdido la huella de mis años. He vivido muchas vidas y me inclino a tener envidia al hombre que vive una sola vida, con una mujer, un trabajo, un país… bajo un solo Dios; quizás esa no sea una existencia emocionante, pero al menos cuando llega a mi edad sabe cómo ha llegado. Yo no sé. Solo cuento los nombres de aquellos que se han ido y de aquellos que aún están: los cuento como un pirata cuenta su botín al final de un largo viaje. Creo que sí soy fuerte aún. Mi vida ha estado compuesta de episodios azarosos, tangenciales, disparatados… cinco esposas, muchas relaciones, algunas más memorables que unos matrimonios, la cacería, las apuestas, los “purasangre”, pintar, coleccionar, boxear, escribir, dirigir, actuar. No veo ninguna continuidad en mis films, no hay una relación entre una de mis películas y la siguiente. Por lo demás tampoco puedo encontrar un hilo conductor entre mis matrimonios: ninguna de mis esposas ha sido ni remotamente parecida a alguna de las otras, y seguramente ninguna fue como mi madre; fueron una bella mezcla que para mí se resume en Maricela. Mi vida ha sido una bella conjunción que finalmente me trajo junto al mar. Esta zona está unida a mi vida entera. La primera vez que vine, hace treinta años, era una aldea de pescadores con unos dos mil habitantes. No había más que una carretera por la que no se podía pasar de ninguna manera en tiempo de lluvias. Venía en mi avión pequeño y teníamos que espantar a las vacas del lugar de aterrizaje. Había un solo taxi y un hotel: El Paraíso, que atendía a marinos y gentes de paso. Nunca dejé de volver. Aquí cerca los llevaré a conocer la playa de Mismaloya, donde filmé La noche de la iguana de Tennessee Williams… A partir de ese film hay más turistas que iguanas. La noche de la iguana es la historia del reverendo Lawrence Shannon, un clérigo episcopal recluido en su iglesia debido a un escándalo en que estaba involucrada una jovencita, que al fin le obliga a dejar su trabajo religioso, y lo reduce a servir de guía a un grupo de maestros de escuela en un viaje barato a México.

-¿Por qué se incluye esta cinta en el cine-negro?

-Quizás se ha dicho que pertenece al cine-negro porque se trata de la historia de un hombre deshecho que está al borde de la desesperación. Aunque uno nunca hace un film pensando en que pueda ser clasificado de alguna manera específica. Tennessee Williams pertenece a esa corriente de escritores que produjo el Sur de USA, el llamado “gótico sureño”, ese estilo tan particular que orilla al horror tratando temas acerca de mentes retorcidas en situaciones límite; un tema inagotable, en que se presenta al mundo con una imagen aparentemente ordenada, a primera vista muy equilibrada, los personajes parecen gente común, del diario, y luego cuando una capa es removida se comienza a ver el mar agitado que existe bajo la superficie; los temas del gótico sureño tratan acerca de las relaciones que se dan entre personas que están enfermas, mentalmente enfermas…

Le pregunté a Huston a qué se debía que en sus propios personajes, los que más ha tocado en su cine, obedecen a este patrón de seres atormentados que nunca logran lo que se proponen o se resignan a una vida dolorosa. Y dijo:

Bogart y Hepburn en “La Reina Africana”.

-Porque no necesariamente todos logran lo que se proponen. Lo que de ninguna manera significa que el no conseguir algo deba hacernos infelices, porque se puede ser perfectamente feliz en persecución de lo inconseguible. Ahora, la zona donde filmamos La noche de la Iguana, ese paso lo veo como una ciudad fantasma; sólo el viejo hotel que sirvió de set principal sirve de habitación para el cuidador mexicano y su familia, lo demás son cascarones que quedaron del sueño de Wulff de construir en el sitio un complejo turístico lleno de puntos caros y esas cosas. Hoy es fantasmagórico. A veces viene algún turista, pero la mayor parte del tiempo el lugar está solo y callado… excepto el anciano ocasional que pasa entre Las Caletas y Puerto Vallarta; nadie más parece preocuparse del sitio. A ese viejo le gustaría verlo definitivamente destruido, sin siquiera los cascarones, que lo regresaran definitivamente a las iguanas. Por supuesto, ese viejo soy yo.

“María Luisa Bombal nos enseñó la magia de la realidad”

Huston era amante de la literatura y se enorgullecía de saber llevar grandes obras a la pantalla sin desvirtuar lo que dice el escritor. De hecho, en su filmografía hay dos líneas bien definidas: en una se agrupan sus cintas comerciales (en que ha combinado perfectamente los intereses de los productores con su talento), y la otra agrupa sus adaptaciones de obras de la literatura mundial, de donde ha tomado la distancia para ver con ironía al mundo. En USA se dice que sus retratos de extranjeros no tienen igual. Y se le ubica como el cineasta por excelencia de lo que Gertrude Stein bautizó como la Generación Perdida. Su guión para The killers (Los asesinos, 1946) fue el único film de Hemingway que le gustó a Hemingway. Huston moldea, si se puede decir así, la materia literaria para convertirla en materia cinematográfica. Ha colaborado con Truman Capote, Tennessee Williams, William Age, Ray Bradbury, Christopher Fry, Ian Fleming, Romain Gary, Stephen Crane, Sartre… y ha adaptado para el cine varios clásicos: Moby Dick de Herman Melville; El hombre que sería rey de Rudyard Kipling… su último trabajo fue uno de los cuentos que componen Dublineses de James Joyce: The dead (Desde ahora y para siempre, 1987).

Por la noche, Huston nos invitó a ver cine en su bien provista sala de proyección, que en verdad es sólo un lugar dominado por una pantalla en el sitio más oscuro del amplio salón; él mismo manipuló la proyectora, y a nuestra solicitud vimos el primer trabajo suyo como director de cine, que fue con su propio guion para El halcón maltés, que adapta de una novela policial de Dashiell Hammet, convirtiendo en estrella a Humphrey Bogart y a él mismo abriéndole, literalmente, las puertas de Hollywood. En un momento, me dijo:

-¿Sabes que la corrección de la traducción de El halcón maltés la hizo la escritora chilena María Luisa Bombal, que fue muy amiga mía? La versión en español de mis primeras películas tiene su sello; también corrigió In this our life, que adapté de una novela de Ellen Glasgow, donde iban Bette Davis y Olivia de Havilland; y Across the Pacific, donde iba también Bogart y Mary Astor. También tiene su mano Huracán de pasiones (Key Largo, 1948), que hice tomada de la obra teatral de Maxwell Anderson… iban Bogart, Lauren Bacall, Edward G. Robinson, Lionel Barrymore; el mismo equipo con el que quisimos filmar House of Mist, basada en la novela de María Luisa, con quien trabajamos el guion entonces. De ella también es la traducción de los diálogos al español de The Stranger, que dirigió Orson Welles, cuyo guion escribí basado en una historia de Víctor Trivas y Decla Dunning… No conozco los trabajos recientes de los escritores latinoamericanos. Por supuesto que conozco, y bastante, en general lo que se ha hecho hasta la década de 1960, en que mi propio trabajo consume todo mi tiempo. Del cine europeo puedo decir lo mismo, creo que en esos años se cortan mis recuerdos. Leo de todo, por supuesto guiones en un porcentaje mayor, sin dudas. De los escritores latinoamericanos, de los que yo he conocido, porque no todo está traducido y sólo leo en inglés, me interesan mucho los cuentos de Borges, y me parece que García Márquez ha significado un gran resurgimiento en la vitalidad literaria; pienso que Cien años de soledad es lo más importante que he leído en la última década; creo que El otoño del Patriarca quedaría muy bien en cine. También me agrada Manuel Puig. Conozco la poesía de Neruda, pero no soy especialmente afecto a leer poesía, no en verdad. A mí me conmueve la narración, eso sí que me conmueve. Hace muchos años cuando conocí a María Luisa Bombal, en Los Ángeles, donde ella llegó contratada por los Estudios, me conmovió su obra; cuando nos presentaron me recordó de inmediato a Anita Loss, otra célebre escritora de Hollywood, que fue también mi amiga, aunque María Luisa era bastante más alta. Ella nos enseñó la magia de la realidad cuando se integró a Hollywood.

“Mientras la ciudad duerme”.

-¿Qué se decía de ella entonces?

-En esa época llegaron muchos escritores extranjeros a trabajar en los Estudios, por la necesidad enorme de contar con buenos traductores, que además tenían que ser creativos, y ella se ubicó de inmediato. Todos la tratamos. En aquel tiempo la escritora más famosa que existía era otra chilena: Gabriela Mistral, que vivía en California, y de alguna manera la emparentamos con María Luisa. Se decía que ella era la pionera en una nueva forma de narrar que mezclaba lo onírico con la realidad, lo que se dio en llamar Realismo mágico. Yo me interesé de inmediato en leerla. Tenía su oficina en el área de los escritores, en Paramount, que para todos era una zona sagrada, especialmente para los directores, que cruzábamos hasta allá siempre sin saber con qué nos podíamos encontrar. María Luisa, que comenzaba a entrar en la madurez de su vida, y era muy inteligente, tenía especial éxito entre los escritores jóvenes que rondaban los estudios, intentando encontrar una plaza, los que sólo podían entrar al área si iban a visitar a alguien específico, y sabían que ella siempre los recibía. Así es que siempre tenía su oficina con visitantes; podía escribir rodeada de gentes. Se le había encomendado revisar el idioma en varias cintas que se estaban traduciendo al español, cuando se impuso el uso que hasta ahora se mantiene, porque antes se hacía una versión de la película en inglés y luego otra en español, que fue lo usual en los inicios del sonido, lo que subía enormemente los costos. ¿Sabes que ella corrigió la primera traducción que hicimos para filmar El tesoro de Sierra Madre, la novela de Bruno Traven? Era muy amiga de Dolores del Río, que también era mi amiga.

-¿Entonces se decidió llevar a la pantalla “House of Mist”?

-Casi de inmediato; iba a producirla Paramount. Cuando los estudios le pagaron el guion, en una fuerte cantidad para la época, creo que unas siete veces de lo que pagamos a Jean Paul Sartre por el guion de Freud; María Luisa hizo una fiesta en su casa y fuimos todos, allí estaban sus amigos, Dolores (del Río), Helen Hayes, Lauren Bacall, Bogart… recuerdo que era muy requerida por Jack Kerouac, William Burroughs y Gregory Corso, escritores que luego dieron un nombre a la beat generation, que daban culto a la espontaneidad; pienso que María Luisa les dejó eso a los escritores del Hollywood de la época, esa espontaneidad que flota a todo lo largo de House of Mist. Esa casa se la habían cedido los estudios como parte del contrato, pero luego María Luisa la compró, y volvía cada cierto tiempo; algunas veces estuve con ella, su esposo y su hija; eran una familia feliz. María Luisa tenía muy buen humor, y secretamente siempre tuvimos el deseo de filmar House of Mist. Pero no llegamos a hacerlo. Eran tiempos nada de fáciles los de entonces en Hollywood. Se olía en el viento la proximidad de la “caza de brujas” que brotaba.

-¿Cómo se inició la “caza de brujas”?

-Ocurrió que la columnista Hedda Hooper, uno de los monstruos del periodismo local junto a Louella Parsons y Elsa Maxwell, consideró que su país la necesitaba para misiones más dignas, y emprendió una campaña para movilizar a las madres contra el comunismo, diciéndoles que les iban a quitar a sus hijos y otras cosas, sembrando confusión y terror, asegurando que USA estaba muy próxima a ser invadida por los rusos. Hedda atemorizaba a las buenas familias para convencerlas que boicotearan las cintas y actores que calificaba de comunistas, y lo increíble es que hubo quienes la apoyaron.

-Pero usted expresó públicamente su protesta contra la campaña reaccionaria…

-¡Oh, sí! Junto a Gene Kelly, Lauren Bacall, Dany Kaye, Bogart… Estaba detrás de todo un senador: Joe McCarthy y sus amigos. Hasta hicieron pública una lista de directores y escritores a quienes se les prohibió trabajar. Sucedieron, entonces, cosas memorables. Recuerdo a Dalton Trumbo, que estaba entre los vetados, cuyo trabajo de escritor era tan insustituible que se le permitió seguir trabajando en Hollywood, secretamente, debiendo firmar sus guiones con seudónimo; se descubrió todo cuando le dieron un Oscar a uno de sus argumentos, y la Academia debió confesar que el genio era un señor que debía ocultar su nombre por estar acusado, políticamente, de no aceptar el régimen vigente.

-¿Cómo afectó la “caza de brujas” el ambiente de Hollywood?

Bogart en “El Halcón Maltés”.

-Nos tomó a todos de sorpresa. Yo diría que a partir de entonces ya no volvió a tener ese aire de inocencia política que había tenido desde sus inicios. La atmósfera se hizo densa. Yo había realizado unos documentales, como Let There Be Light (Que se haga la luz, 1944), que es una crítica al tratamiento que se daba a los veteranos de guerra, y el ejército no permitió que fueran exhibidos. Así fueron muchas otras cosas censuradas. En 1952, pleno McCarthysmo, yo decidí irme a Irlanda. Ya no podía trabajar en mi país. Como varios otros proyectos, la película que íbamos a hacer basada en el guion de María Luisa Bombal, fue congelado, en lo que a dirección y actores se refería. Supe que propusieron después otro director y artistas, que retomaron el proyecto, pero al final no llegaron a filmarla. Años después del fallido intento por hacer House of Mist en Hollywood, yo estuve dispuesto a filmarla en México. Me llamó Dolores del Río, que tenía los productores y me propuso dirigirla, con ella en el estelar; yo acepté de inmediato, primero, porque conocía la obra y era amigo de María Luisa, y segundo, porque nunca había dirigido a Dolores. Sin embargo, al final, Paramount, que tenía los derechos, no quiso ceder el script. Nunca la han filmado. Hay muchos filmes que hubiera querido hacer. Hay incontables libros que hubiera querido llevar al cine. Hay muchas cosas que nunca trataré. Pero, en mi descargo, quiero decir que no siempre filmé lo que quería. Yo no soy un hombre de fortuna que puede producir su propio trabajo. Entonces, hay muchos aspectos que hubiera querido tocar en mi trabajo cinematográfico, pero aún no puedo hacerlo, y es probable que nunca lo haga. Yo entendí el Realismo mágico luego de leer esa obra de María Luisa, y me pareció una veta magnífica que nacía para el cine. También creo que la realidad puede hacerse mágica si uno consiente. Las mujeres que circulan por las páginas de Bombal, y también por las obras de Juan Rulfo, que es mi amigo, son seres desterrados de sí mismo, destruidos o francamente muertos, como en La Amortajada y Pedro Páramo, pero que, sin embargo, siguen en pie, sostenidos por algo que a veces sólo existe en su imaginación. Yo creo que Marilyn Monroe también pertenece a esa galería de seres realmente fantásticos que se nos aparecen de vez en cuando. Lo que no significa que sean ideales o etéreos. Porque son seres muy terrenales. Pienso que a partir de María Luisa Bombal, justamente, es que las letras abordaron estos seres como nunca antes se había hecho, con esas heroínas perfectamente bellas pero desoladas que ella retrata en las tierras australes, y que en verdad son mujeres únicas, que no pertenecen a nadie por la tragedia interior que llevan a cuestas, que al no tener alguien a quien amar las hace ser de todos.

“A veces creo que debí hacer más por Marilyn Monroe”

-¿Cómo son sus recuerdos de Marilyn Monroe?

-Son melancólicos. Es cierto que se dice que yo la inventé, pero con o sin mi ayuda ella lo hubiera logrado de cualquier forma. Solo fue que le di su primer estelar. Pero muchas personas la ayudaron porque era inevitable que despertara cierta desprotección, era una chica que despertaba gran ternura. Además, ahora pienso, todos quizás intuíamos que era, en verdad, una estrella.

-¿Cuándo la conoció usted?

-Fue mientras filmaba We where strangers (1949) en la Columbia. Ella solía venir al set y observar detenidamente la filmación, sin importunar en absoluto. Recuerdo que era una chica muy tímida; hablaba bajito, casi en un murmullo, pero con tal gracia que era imposible no prestarle atención. Esa voz tan femenina de Marilyn, me imagino ahora, deben tener los seres creados en sus novelas por María Luisa Bombal. Muy bella, sin duda, joven y atractiva, pero había miles como Marilyn en Hollywood; sin embargo, era diferente a todas. Se hablaba de que la Columbia le iba a hacer una prueba, aunque dichos rumores conducían generalmente al sofá y no al estudio. Sospeché que alguien de arriba tenía interés en ella.

-Marilyn declaró que para una mujer conocerlo a usted y no enamorarse era imposible. ¿Ella llamó de inmediato su atención?

-No precisamente. Poco a poco, mientras filmábamos, se me fue haciendo habitual su presencia observando muy atenta. Me atrajo, por supuesto, y quise ayudarla entonces. Le expresé mi disposición de hacerle yo mismo la prueba que los estudios le habían prometido; le dije que le podría hacer una prueba a color teniendo como compañero de actuación a John Garfield, que estaba en el reparto de We were… esta prueba era costosa, pero pienso que todos intuíamos que era algo más que una actriz.

-¿Qué le respondió ella?

-Ella abrió inmensamente sus ojos y susurró algo que no entendí, y luego de inmediato salió muy feliz. Luego, simplemente desapareció y me olvidé de ella. No la vi hasta unos dos años después cuando hicimos nuestro primer trabajo.

-“Mientras la ciudad duerme” (The Asphalt jungle, 1950), que inicia la filmografía de Marilyn.

-Es su primer papel estelar, es cierto.

-¿Cómo llegó usted a contratarla?

-Cuando estábamos haciendo las pruebas para el reparto, me llamó Johny Hyde, de la Agencia William Morris, diciéndome que tenía a la chica perfecta para la parte de Angela. Arthur Hornblow, el productor del film estaba conmigo cuando Johnny la trajo: la reconocí como la chica que había intentado salvar del sofá y, justamente, la escena que debía leer requería que su personaje estuviera tendido en un diván, y no había ninguno en mi oficina, pero Marilyn dijo: “Quisiera hacer la escena en el piso”.

“El tesoro de Sierra Madre”.

Y así lo hizo: se quitó los zapatos sacudiendo los pies, se tendió en el piso y leyó para nosotros. Era perfecta. Era extraordinariamente buena. Pidió repetir la escena, y lo hizo. Luego le dije que desde la primera prueba ya era suyo el papel. Ella nació actriz, y se preparó además. Tenía una maestra de actuación, una rusa llamada Natasha Lytess que la acompañó durante toda la filmación. Se aparecía con ella en el set sin dejar de observarla mientras actuaba. Después de cada toma, Marilyn solía mirarla buscando su aprobación: cuando ella le respondía con un gesto afirmativo, entonces ella quedaba tranquila. Yo aprobé todas sus ideas, y estuvo realmente bien. Era una actriz esencialmente instintiva.

-La prensa ¿cómo trató a Marilyn en sus comienzos?

-Muy bien para la época. Te decía que era un tiempo difícil; Marilyn venía de hacer treinta segundos en un film de los Hermanos Marx, que a la columnista Louella Parsons habían bastado para intuir quién llegaría a ser la chica, porque llegaba regularmente al set para entrevistarla sobre su nuevo trabajo. Louella trabajaba para los medios de Hearst, y por ella el mundo se fue enterando de que la chica del calendario se había criado en orfelinatos y esas cosas… Marilyn había estado bajo contrato con Fox, pero no la utilizaron. Luego que vieron Mientras la ciudad duerme la volvieron a contratar rápidamente: esos fueron sus inicios.

-Marilyn también hizo con usted su última cinta completa, “Los inadaptados” (The misfits, 1960), ¿cómo son los recuerdos suyos de aquel tiempo?

-Son especialmente melancólicos. Los inadaptados es una historia de furias contenidas. Yo estaba en Irlanda cuando recibí una llamada de Frank Taylor, quien tenía interés en producir la cinta en que Marilyn tenía un papel porque el guion era de su esposo Arthur Miller. Yo acepté y me envió el guion, que me pareció excelente. Yo no conocía a Miller, pero admiraba su obra. Los llamé después y les dije que sería grato trabajar juntos. Marilyn se mostró eufórica al teléfono. Luego iniciamos el trabajo, primero hicimos unas pruebas de vestuario con Marilyn en Nueva York. Luego, volamos a Nevada con Frank y construimos los sets. Marilyn llegó con Miller. La relación entre ellos estaba deteriorada. Lo presentí de inmediato.

-Se ha dicho que en una escena que filmó para “Los inadaptados” dejaba un pecho al descubierto, y pidió que saliera tal y cual se había rodado. ¿Usted suprimió esa escena del montaje final?

-Tú podrás comprender que una escena con el pecho desnudo de Marilyn Monroe, yo, jamás, nunca la hubiera suprimido de una de mis películas. Ella se desnudó en sus comienzos por necesidad; amaba su cuerpo como cualquiera, pero al final odiaba desnudarse… ningún escritor hizo un guion a la altura de Marilyn. Desde sus comienzos, además, había pasado ya un buen tiempo, y dudosamente ella hubiera aceptado tomas desnuda. Entonces, jamás existió esa escena que ya he visto mencionada por allí. No, que yo sepa, y como era yo quien dirigía la cámara, espero se me crea… hay una escena en House of Mist en que la heroína se aparece desnuda en un estanque, lo que provocó polémica, pero era tan fantástico el entorno en que lo ubica María Luisa, que siempre decidimos dejarlo; estuvieron dispuestas a hacerlo, primero Lauren Bacall y, luego, Dolores del Río. Marilyn, en cambio, al final de su vida, odiaba los guiones en que era necesario que se mostrara desnuda, y era en todos. Ahora pienso, ¿cómo no se me ocurrió darle a conocer House of Mist? Quizás si me detuvo esta circunstancia.

-A veces creo que debí hacer más por Marilyn… cuando se reinició la filmación de la que fue su última cinta, luego de las dos semanas que ella estuvo en el hospital de Los Ángeles, cuando logramos traerla nuevamente a Reno, en el aeropuerto, calurosamente, la recibieron muchas personas. Le fletamos un vuelo especial para ella, y antes de desembarcar dedicó un tiempo para dejarse fotografiar y hablar con la prensa. En esa ocasión fue que le preguntaron qué usaba ella por la noche, cuando iba a la cama, y respondió: “Channel 5″… Fue muy ocurrente. Yo creí que todo sería diferente, pero en unos cuantos días nos dimos cuenta de que estábamos muy equivocados. Marilyn volvió a sus antiguos hábitos, hizo que Arthur Miller se mudara a un hotel y ya no volvió a hablarle. Un domingo le hice una visita en su suite para formarme una idea de lo que podría esperar en los días siguientes. Me saludó con gran euforia y luego entró como en una especie de letargo. Nunca pensé que estaba tan mal; el episodio del hospital lo atribuí a una sobredosis casual, pero ahora la veía realmente perdida, su cabello enmarañado, desaseada, con una camisa de noche no más limpia. Se veía completamente desamparada. Yo la abracé y fue todo muy conmovedor… sin embargo, logramos hacer la cinta hasta el final, pero fue una dolorosa experiencia para todos, incluyendo, por supuesto, a Marilyn. Ella comenzó otra cinta de la que fue despedida y luego vino su muerte.

-¿Usted piensa que fue accidental?

-Había recibido tratamientos de urgencia varias veces, y con frascos de barbitúricos a su alcance y nadie que estuviera allí para salvarla… Yo creo que fue un accidente; porque me niego a creer que ella hubiera querido quitarse la vida. Ella era parte de la vida, era una glorificadora, justamente, de la vida. Lo que quizás sucedió fue que se vio enfrentada a una situación agotadora que no pudo manejar.

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