Hay un símbolo que recorre toda la exposición: la carne. De esta manera, Alonso exhibe en toda su brutalidad el ejercicio del poder y el terrorismo de Estado y logra que su arte descubra el costado más inquietante de la crueldad.

En la Argentina hay una fuerte tradición referida a la figuración realista que apunta a la crítica social. Pero en los años setenta, el realismo no sólo recuperó una tradición y resistió la llamada “muerte de la pintura” puesta en marcha a partir  del auge del Instituto Di Tella, sino que también se vinculó con un contexto social preciso. No estuvo al margen del clima que impuso el terrorismo de Estado y el genocidio que perpetró la dictadura militar de 1976. La tensión entre tradición y el contexto de los años setenta permitió redefinir la práctica misma de la pintura.

En la muestra “Pintura y Memoria” de Carlos Alonso en el Museo Nacional de Bellas Artes, puede evidenciarse un relato de la historia reciente y la vertiginosidad sociopolítica de América Latina y de la Argentina en particular. Sus imágenes no tratan de comunicar hechos puntuales sino que remiten a un estado de violencia generalizado.

Esta retrospectiva -que reúne sesenta obra-s es curada bajo la articulación de dos preceptos: tradición y política. En principio, rinde homenaje y retoma las marcas de su herencia citando a sus maestros como Lino E. Spilimbergo, Ernesto De la Cárcova, Vincent Van Gogh. Ancla en “La lección de Anatomía” de Rembrandt para introducirse en su característico estilo político representando la muerte del Che. A través de la tradición recibida logra tomar lo heredado para reformularlo en un lenguaje propio.

La condición de un arte que remita a lo político no sucede como algo accesorio en la obra de Alonso, sino que forma y contenido se encuentran íntimamente relacionados. Alonso no plantea lo político como algo escindido de la pintura. No es secundario: es el punto nodal de su pintura. Es el impulso propio de su lenguaje.

El artista se sirve de un dispositivo para el cual metaforizar el contexto sociopolítico de los años 60 y 70. Pareciera que, ante las preguntas por la representación de la crueldad y la violencia, el elemento que encuentra Alonso para responderlas es la representación de la carne. Hablar de estos modos de representación implica analizar elementos formales que posibilitan el impacto genuino de sus obras, cuyo resultado es que el espectador se reconozca como sujeto histórico.

La carne es un elemento que se reitera. Se puede observar tanto en la instalación “Manos Anónimas” como en la serie “El Ganado y Lo Perdido”. La frontera entre el hombre y el animal se confunden en escenarios de sangre a cielo abierto con cuerpos que se ataron, violaron y desmembraron.

El cuerpo es la plataforma desde la cual toda la violencia estatal se erige y a su vez, des-subjetiviza. Le quita la entidad de sujeto, lo arrasa. Convierte en mera carne los cuerpos a los que pretende domesticar en masa. Intenta borrar la condición humana a través del paroxismo del dolor y la tortura.

En este marco, dentro de lo inefable de la tortura y la violencia, es que Alonso usa la representación de la carne como la desaparición de la huella de lo humano para generar un límite difuso entre humanidad/animalidad.

En la instalación “Manos Anónimas” se encuentran colgadas realizaciones de carne de res y de partes humanas proponiendo un paralelismo entre ambas, una igualación. Es un modo directo y potente de representar la metonimia de las carnes y su tratamiento al estilo carnicería.

En la serie “El Ganado y Lo Perdido” los cuerpos femeninos se encuentran semidesnudos exponiendo la vulnerabilidad y la violencia específica que se impartía hacia las mujeres. A su vez, hay un claro mensaje relacionado con el ganado como símbolo de este país.

Aquello que representa para esta patria el ganado no es menor. Lo deja evidente en la serie nombrada y en las obras “Carne de Primera Nº1” y “Carne de Primera Nº2”. No solo vincula la carne con el desmembramiento por la tortura de los cuerpos sino también con la imposición de planes económicos llevados adelante por los grupos concentrados de poder.

En términos pictóricos, Alonso desarrolla con precisión anatómica las carnes sin perder de vista lo gestual. Investiga la multiplicidad de formas y experimenta con ellas así como con diversos contrastes. Tensa la figuración al punto de un tratamiento plástico que desdibuja los limites hacia la abstracción.

El poder de las imágenes de Carlos Alonso reside en la posibilidad de abrir diferentes capas de lectura que siguen multiplicándose y entran en diálogo con el contexto neoliberal actual.  El recorrido de la muestra no deja indemne al espectador. Deja imágenes que resuenan y configuran una verdadera experiencia. Y a su vez, compone una declaración de vida de la pintura como un ejercicio ético y estético.

 

Carlos Alonso. Pintura y memoria

Museo Nacional de Bellas Artes

Avenida del Libertador 1473

Mar. a Vier., de 11 a 20. Sáb. y Dom., de 10 a 20.

Hasta el 14 de julio.

 

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