Con mirada porteña acaso reductora, los cordobeses son conocidos entre otros rasgos por su sentido del humor, su parla ágil y suelta, el folklore romántico y últimamente el cordobesismo. Con pluma cordobesa, aquí se cuentan las historias reales de tres grandes parlanchines, dos de los cuales consiguieron engañar a puros pesos pesados: los gobernadores Eduardo Angeloz y José Manuel De la Sota.

La historia de embusteros y mitómanos que lograron engañar a periodistas y gobernantes es inagotable.

Córdoba también tuvo ejemplos inigualables de personajes que buscan un minuto de fama. En mis años en el diario, caí en la mentira de un presunto ingeniero que aseguraba haber inventado un sistema para que los autos y motores funcionaran con agua.

Mostraba una “cuba”, un simple recipiente de plástico, donde aseguraba estaba el fantástico engendro que convertía el agua en hidrógeno. Para hacer más creíble el embuste, aseguraba que era perseguido por los servicios secretos de varios países que veían el fin de los motores a explosión alimentados por nafta.

Cada tanto volvía con su invento y hacía caer a experimentados periodistas. La última vez le tocó a una conocida animadora radial de una de las radios más escuchadas. Le hizo creer que en pleno centro le habían robado la “cuba” y que en manos de inexpertos podía explotar como una bomba y convertir la ciudad en escombros. La excelente colega interrumpió su programa para pedir angustiada que si la encontraban no la fueran a manipular, que se alejaran y llamaran a los bomberos. A los minutos, un colega le advirtió que había caído en la trampa del ya incansable mentiroso.

La cafetera que hablaba

Otro caso inolvidable fue el de un joven del interior que hizo caer en la trampa hasta al entonces gobernador José Manuel de la Sota.
Ocurrió hace 28 años.

Marcos Castagno, vecino de Las Varillas, informó a los medios de su localidad que había inventado una cafetera que expedía sus productos por una simple orden de voz, en cinco idiomas. Marche un café cortado, un cappuccino, lo que sea. La máquina recibía la orden y de inmediato ponía el producto a disposición del cliente.

Pero también el artefacto cumplía otras prestaciones. Ante una consulta, informaba sobre el horario de llegada de un colectivo del transporte urbano o sobre el número telefónico de cualquier mortal que tuviera el servicio. ¡Una maravilla!

El mentiroso fue llevando su engaño por diversas radios del interior hasta que la noticia llegó a Córdoba. La Cadena 3 se sumó a difundir el invento y Marcos Castagno conoció la fama. Muy poco después, algún asesor del gobierno convenció a De La Sota sobre la necesidad de recibir al joven prodigio, como un ejemplo –justamente- para la juventud.

La audiencia se hizo y el mentiroso recibió del propio gobernador grandes elogios y la promesa de una beca para que siguiera estudios superiores.

De regreso a su pueblo fue recibido por una multitud y las propias autoridades. Una autobomba de bomberos lo paseo por las calles, con la estruendosa sirena a pleno.

Hasta ese momento nadie había visto la máquina. A los días surgió la alarma. El inventor contó que cuando viajaba a Japón a vender su creación, en una escala en el aeropuerto de San Pablo había sido asaltado por un comando de ninjas, quien lo despojó del prototipo y de los planos.

Para la misma fecha de su presunto accidentado viaje, los vecinos lo habían visto en el pueblo. Y así comenzó a derrumbarse la historia. A las horas se supo que todo era una farsa. Cuentan que De la Sota padeció la rabieta más grande de su vida. Por culpa de un asesor había hecho un papelón.

Hoy Marcos Castagno vive en la localidad de Las Lajitas, provincia de Salta, donde se gana la vida como conductor de un camión. Según explicó, inventó la historia para conseguir una beca que le permitiera seguir estudiando.

La frustración de los quintillizos

Cerrando la serie de casos de mentirosos y mitómanos, voy a recordar la anécdota ocurrida durante el gobierno de Eduardo César Angeloz. Una mujer aseguraba estar embarazada de quintillizos y pedía ayuda para recibir a la prole.

Un buen día una asistente social que cumplía sus tareas en un humilde sector de la ciudad, fue informada de que una vecina cursaba un avanzado embarazo múltiple. Se trataba de una mujer de alrededor de 50 años, pobre, soltera y muy gorda. Inmediatamente la noticia fue informada a sus superiores, quienes se entusiasmaron con el tema. Políticos al fin, vieron la posibilidad de sacarle buen provecho de imagen a tan feliz acontecimiento. Se pensaron todas las alternativas para ayudarla y hasta hubo varios voluntarios que se ofrecieron para actuar de padrinos.

La ayuda consistiría en la provisión de pañales, ropa para los niños, cinco moisés y cinco cunas, juguetes y también un subsidio. Los cordobesitos llegarían con varios panes bajo el brazo. La futura mamá lloraba de gozo y comenzó a recibir ayudas anónimas de vecinos conmovidos que no querían quedar afuera de este múltiple milagro de la vida.

Todo marchaba bien hasta que pocos días antes, el ministro del área que debía autorizar los beneficios, manifestó la intención de conocer a la feliz embarazada. Se produjo el encuentro y el hombre, que tenía mucha calle, inmediatamente comenzó a desconfiar. No le cerraba el caso por la edad; le pareció que la gordura no era producto de un embarazo y sospechó sobre cómo podrían haber sido concebidos los quintillizos.

Por fecundación in vitro imposible, ya que la paciente era indigente. Por los “métodos tradicionales” tampoco. La pobre mujer era soltera, sin pareja conocida, demasiado gorda y fea como para que algún voluntario la haya acompañado en la aventura. Preguntó entonces si algún médico estaba siguiendo la evolución de su embarazo, y ante su respuesta negativa le ofreció todas las posibilidades para que fuera atendida. En la Maternidad le hicieron los estudios y al día siguiente estuvieron los resultados. Patología: obesidad mórbida (gordura extrema). Test de embarazo, negativo. Los quintillizos habían faltado a la cita. Un ambiente de velorio se apoderó de todos. Cientos de pañales quedaron a la espera. La pobre mujer volvió llorando para seguir con su miserable vida.

Después se supo que hacía tiempo que venía soñando con ser madre y que en esta oportunidad se le había ido la mano. La mente suele confundir los sueños con la realidad.